domingo, 30 de enero de 2011

Se avecina Palestina

Los esfuerzos de los líderes de la Autoridad Palestina para lograr el reconocimiento internacional de un Estado independiente han obtenido ya la respuesta favorable de varios países latinoamericanos y recientemente de Rusia. Los miembros de la Unión Europea debaten el tema y aseguran que lo harán "en el momento oportuno". Esta situación invita a plantearse algunas preguntas: ¿Cuál es el valor real de dicho reconocimiento? ¿Supone algún cambio en la práctica? ¿Servirá para favorecer la resolución del conflicto?
En el mundo hay estados que nadie reconoce pero llevan décadas existiendo de facto. La autodenominada República Turca del Norte de Chipre es reconocida sólo por Turquía pero está vivita y coleando desde la invasión turca de 1974. Hay otros estados proclamados que gozan de cierto reconocimiento internacional pero sólo existen sobre el papel, como la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), a la que reconocen oficialmente 81 países. Pese a ello, la situación de los saharauis sigue siendo deplorable.
El Consejo Nacional Palestino, órgano legislativo de la OLP, proclamó el Estado palestino en 1988. Más de 100 países lo reconocieron, pero entre ellos no estaban ni EE.UU ni ninguno de Europa occidental. La Asamblea General de la ONU "tomó nota", invitó al presidente de la OLP, Yasser Arafat, y el "observador permanente de la OLP" pasó a ser "observador permanente de Palestina".
El reconocimiento formal de un Estado inexistente, no consolidado, o con el territorio en el que aspira a construirse bajo ocupación de otro, supone la máxima expresión de apoyo político y diplomático, pero no necesariamente se traduce en un cambio de situación. Es ese apoyo político y diplomático lo que cuenta,con o sin reconocimiento formal. En ese sentido, no cabe duda que los palestinos han adelantado un gran trecho.
Aunque ahora pueda parecer extraño, los que tenemos cierta edad y conservamos la memoria sabemos que en el concierto internacional la idea de un Estado palestino no fue un término corriente hasta hace apenas tres décadas. Después de que los árabes rechazaran en 1947 la decisión de la ONU sobre la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, y tras la guerra de 1948, buena parte del mundo empezó a contemplar el asunto palestino simplemente como un problema de refugiados, que se hizo más urgente tras la ocupación de Cisjordania y Gaza por parte de Israel en la Guerra de los Seis Días. Los árabes no se molestaron en crear un Estado palestino entre 1948 y 1967, cuando Jordania controlaba Cisjordania y Egipto controlaba Gaza. Nadie hablaba de derechos nacionales palestinos.
También cabe recordar que en la Conferencia de Madrid (octubre de 1991), cuando por primera vez Israel y los árabes se sentaron en la misma mesa, los palestinos no tuvieron delegación propia. Sus representantes estaban integrados en la de Jordania y sólo fueron aceptados los dirigentes de los territorios ocupados.
El verdadero salto se produjo con los Acuerdos de Oslo (1993), que establecieron el reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP y la instauración de la ANP. Dichos acuerdos abrieron además la puerta a una negociación del final del conflicto que todo el mundo sabe que pasará por la fórmula de dos Estados. El resto es historia, y una historia bien desgraciada.
Lo relatado da cuenta del camino recorrido para no perder la perspectiva. La necesidad de crear un Estado palestino viable, con fronteras reconocidas, y que garantice seguridad a Israel, suscita desde hace unos cuantos años un consenso internacional prácticamente unánime. Lo importante, con o sin reconocimiento formal, es cómo la dirigencia palestina traduce positivamente este apoyo político y diplomático para hacerlo realidad, y cómo el liderazgo israelí consigue entender que los recientes hechos en Túnez tendrán importantes repercuciones en el mundo árabe en general y en el palestino en especial.

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