lunes, 28 de febrero de 2011

Las revueltas árabes, nuestras esperanzas y nuestros temores

Si hay alguien a quien no le resultan ajenos los sucesos actuales del mundo árabe es a las colectividades judías de todo el mundo. La razón es muy simple: los países árabes han provocado y sostenido el conflicto con Israel y, peor aún, se convirtieron en el motor del antisemitismo internacional post segunda guerra mundial, hasta la actualidad. Nadie más que nosotros puede desear un cambio radical en la realidad árabe. Y, por supuesto, que ese cambio sea hacia la democracia. Porque además de nuestras profundas convicciones democráticas, la historia del último siglo nos enseña que no ha habido guerras entre democracias.

Entonces ¿por qué nuestros temores?

Hay dos tipos de razones. Por un lado, los que se negaron a aceptar un Estado judío y comenzaron paralelamente un campaña de antisemitismo primero hacia adentro y luego hacia afuera de sus países, fueron los líderes árabes, abuelos, padres y tíos de los déspotas actuales –salvo algún coronel que desplazó a alguno de aquellos para eternizarse él mismo en el poder-. Todos ellos recibieron el apoyo e influencia de cada imperio que a su turno tuvo preponderancia en la zona. Primero fue el imperio británico –aprovechando la caída del Imperio Otomano-, desde mediados de la primera guerra mundial hasta algunos años después del final de la segunda. Luego fue la Unión Soviética, para quien el Medio Oriente constituía la prioridad número uno en su política en el Tercer Mundo. Ella, por varias décadas, sostuvo, armó, mandó cientos de asesores militares y alentó las guerras del Medio Oriente apoyando a Egipto, Siria, Irak, Libia, Argelia, Túnez, Yemen, Somalia y Sudán. Cuando cae la Unión Soviética, la preponderancia pasa a ser de Estados Unidos y Europa con influencia sobre Egipto, Jordania y varios países del Golfo principalmente. Rusia nunca perdió totalmente su influencia. China, por su parte, ha logrado situarse fuertemente en Sudán y miró para otro lado mientras los árabes de ese país masacraban a los pueblos originarios del sur del mismo y de Darfur.

Sería ideal pues que estos herederos del despotismo y de una cultura de odio hacia Israel y los judíos, fueran barridos del poder. Sin embargo, todos esos regímenes han sabido dejar un legado terrible a sus pueblos: una cultura de odio. Generación tras generación fue educada en ese sentido. Libelos como Los Protocolos de los Sabios de Sión y Mi Lucha fueron y son distribuidos gratuitamente por millones, enseñados y difundidos por todos los medios posibles: escuelas, liceos, universidades, embajadas, todos los medios de difusión, cine y hasta dibujos animados han estado permanentemente plagados de citas antijudías y antiisraelíes. Hace algunos años atrás, Roger Garaudy, un prófugo de la justicia francesa por negacionista del Holocausto, fue condecorado por Mubarak en persona en la Universidad de El Cairo. ¿Cuánto tiempo puede llevar cambiar la cabeza de las generaciones actuales educadas-adoctrinadas de esa manera?

El otro pilar de nuestros temores, también tiene que ver con un aspecto cultural. Elecciones y democracia no son la misma cosa. La democracia es un estilo de convivencia que no se adopta de la noche a la mañana. Es un largo proceso. Por eso se habla de cultura democrática.

¿Cuáles son entonces nuestras esperanzas?

Hay un ejemplo relativamente reciente de terremoto geopolítico de grandes proporciones: la caída de la URSS. Allí también se vivió por décadas bajo pesadas tiranías. Allí también se adoctrinó fuertemente a los pueblos desde la escuela en adelante, en cada etapa de la vida de las personas, como suelen hacer los totalitarismos, en las bondades de esos regímenes y en el odio a occidente. Sin embargo, en un tiempo relativamente corto, los países del bloque soviético devinieron en democracias que viven en paz y con prosperidad. Es verdad que no fue de la noche a la mañana y que hubo guerras y enfrentamientos interétnicos, que todavía queda mucho por hacer, pero los pueblos demostraron que se pudieron sacudir rápidamente décadas de cultura de odio a occidente y aprender a vivir en democracia.

No podemos saber a priori para qué lado se va a inclinar la balanza en el mundo árabe. Nuestra esperanza es que la sabiduría de los pueblos árabes sea mayor que la iniquidad de los déspotas que los subyugaron durante tantos años.

PURIM ES EL 20 DE MARZO DE 2011


El ayuno del 13 de Adar afila el alma judía y nos ayuda a fortalecernos para los desafíos futuros.
Cada año, al Ayuno de Ester se lleva a cabo en uno de los días previos a Purim. Usualmente es el día inmediatamente anterior a Purim, aunque hay excepciones (ver Ley #4 abajo).
¿Cuál es la fuente de este ayuno?
En la Meguilá (4:16), Ester accede a hablar con el rey sin ser invitada, pero antes, le pide al pueblo judío que ayune durante tres días.
¿Por qué ella pidió un ayuno? Porque el ayuno ayuda a bajar el volumen en nuestras búsquedas físicas para enfocarnos con más precisión en nuestra parte espiritual. Esto facilita el proceso de "teshuvá" (literalmente "retorno"). Nosotros retornamos a nuestro estado esencial de pureza. Ester pidió un ayuno porque sabía que a través de un análisis de conciencia los judíos lograrían la conexión espiritual necesaria para que su misión fuera exitosa (¡Y dio sus frutos!).
Este no es un ayuno de tristeza. Por el contrario, el propósito de este ayuno es la elevación y la inspiración.
El Ayuno Previo a la Guerra
Así mismo, hubo otro ayuno durante la historia de Purim: los judíos ayunaron y rezaron el 13 de Adar en preparación para su defensa en contra del decreto de Hamán. La Torá ordena que cuando un ejército judío va a la guerra, los soldados deben ayunar el día anterior. Esto contrasta con un ejército secular, que pasa el día anterior preparando provisiones y armamentos. La mejor arma de un judío es el reconocimiento de que la fuerza y la victoria vienen solamente a través de Dios (ver Éxodo 17:10). Además, el hecho de que estamos debilitados físicamente cuando la batalla comienza, nos asegura que ninguna victoria puede ser atribuida a nuestras proezas físicas.
Los mortales tienen límites, pero Dios puede conseguir lo imposible (Por ejemplo: la guerra de los seis días). Como Mark Twain escribió: "Todas las cosas son mortales, menos el judío; todas las fuerzas pasan, pero él permanece. ¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?"
Es en realidad el ayuno antes de la batalla que conmemoramos cada año antes de Purim. El hecho de reconocer que la fuerza y la victoria vienen solamente de Dios. De todos modos, en honor a la heroína de Purim, se le llama Taanit Ester, el ayuno de Ester.
Halajot (Leyes) del Ayuno de Ester

1. El ayuno comienza al amanecer ("Alot hashájar") y termina al anochecer ("Tzet hacojavim").


2. No se permite comer ni beber. Aunque otros cosas, como usar zapatos y lavarse, están permitidas.


3. Como no es uno de los "grandes" ayunos (como Iom Kipur o Tishá Be Av), las mujeres embarazadas o que están amamantando están exceptuadas, así también la gente que está moderadamente enferma. Si uno está saludable pero tiene un dolor de cabeza y encuentra difícil ayunar, puede comer, pero está obligado a compensar el ayuno en otro momento. En todos los casos se debería consultar a un rabino competente.


4. Si el 13 de Adar cae en Shabat, no ayunamos ese día, debido al honor del Shabat. El ayuno no se realiza tampoco el viernes, dado que afectaría adversamente a los preparativos de Shabat. En su lugar, observamos el ayuno el jueves, el 11 de Adar.


5. Se acostumbra extender el ayuno hasta después de la lectura de la Meguilá (Excepto en ciudades sitiadas, en donde la Meguilá se lee en la noche del 15 de Adar).


6. Durante el rezo de minjá de la tarde, el párrafo de Aneinu se agrega a la Amidá en silencio, durante la bendición de Shemá Koleinu. Tanto en shajarit como en minjá, el jazán agrega Aneinu como una bendición separada entre Gueulá y Refuá.


7. Como en otros ayunos públicos, la lectura de la Torá de Vayejal Moshé (Éxodo 32:11-14, 34:1-10) se lee tanto en shajarit como en minjá.


8. Si un brit milá cae durante el ayuno de Ester, la seudá mitzvá se debe posponer hasta la tarde. El padre, la madre y el sandak pueden comer durante la tarde del día de ayuno, porque se considera que es su "fiesta" (Shaar Hatziun 686:16).


9. Se recita Avinu Malkeinu solamente en shajarit, pero no en minjá (una excepción es si Purim cae en domingo y el ayuno se observa el jueves, entonces Avinu Malkeinu se recita, de hecho, en minjá).

Israel no es siempre un lugar fácil. Pero cuando es bueno, es realmente bueno.

por Tara Eliwatt

Shana, la matrona del hospital, me dijo en tono fuerte que me sentara. Yo estaba asomándome en las oficinas del hospital, esperando que algún oficinista se diera cuenta y llamara mi nombre. Había estado esperando 45 minutos para ver al doctor para que revisara mi ultrasonido. Siendo una reciente inmigrante de Estados Unidos, yo estaba pasada en 5 días de la fecha probable de parto de mi primer hijo Sabra (nacido en Israel).
“Te llamaremos cuando estemos listos. No nos hemos olvidado de ti”, ella me miró enojada como si hubiera cometido un crimen y luego rápidamente guió por el pasillo a una mujer en trabajo de parto hacia la sala de parto. Ella ayudó a la mujer con sus brazos y murmuró suavemente en hebreo.
Yo me senté, derrotada y enojada. Sólo quería saber lo que estaba pasando. No había lista de entrada, ni números electrónicos de llamada. Sólo un montón de gente sentada en una sala de espera de hospital sin ningún orden particular, esperando ser llamados a la oficina del doctor. ¿Cómo sabían a quién debían llamar primero? Podría estar esperando toda la tarde. ¿Acaso ella no podría, por lo menos, hablarme en un tono más tranquilizador?
La última vez que traté de ser enérgica, me tomó 30 minutos reunir el valor para invadir la oficina del doctor y luego – el doctor me gritó de vuelta, “¡Por favor siéntese y espere su turno!”. Pero, ¿cuándo es mi turno?
Realmente Bueno
Una hora después de finalmente ver al doctor y salir del hospital, volví a la división de maternidad para encontrarme con Shana. Me encaminé nuevamente hacia las oficinas interiores, esta vez con gran determinación.
Casi no pude hablar. Shana dejó todos sus papeles y corrió hacia mí. “¿Está todo bien?” me preguntó mirándome y observando a mi marido que equilibraba una maleta y dos bolsas. “Pensé que el doctor te había mandado a casa”.
“Creo que llegó el momento”, dije entre dientes mientras respiraba profundamente.
Rápidamente me tomó del brazo y me llevó a su oficina.
“¡Increíble! ¡Qué emocionante!” Ella me sonrió como si fuera su hermana. Apuró a otra nueva mamá para que saliera de la sala de parto y le dio órdenes a los limpiadores para que prepararan rápidamente la sala. Se quedó conmigo hasta el final de su turno y luego prometió visitarme al día siguiente.
La noche siguiente, Shana vino a verme.
“¡Mazal Tov! Supe que estuvo bien. Te ves increíble. ¡Déjame verla!”. Conversó conmigo diez minutos antes de volver a su lugar de trabajo.
Y ahí fue cuando me di cuenta.
Cuando yo realmente necesitaba atención y ayuda, no había filas, ni tonos fuertes, ni confusión, ni esperas. Yo era el centro del mundo, un miembro de la familia. No había duda.
La semana siguiente, mi vecina israelí, Ronit, tocó mi puerta.
Era Motzei Shabat (sábado a la noche al término de Shabat). Yo estaba tirada en el sofá con mi bebé de una semana acostada en mis brazos. En el piso habían esparcidos pedazos de playmobil y piezas de lego y la mesa del comedor estaba cubierta con comida en fuentes de aluminio y pedazos de papel aluminio.
Cuando entró, me levanté rápidamente y traté de sacar las chaquetas y piezas de rompecabezas del sillón pero ella me hizo a un lado. Ella agarró las chaquetas y las colgó. Luego examinó el desorden mientras me preguntaba en hebreo cómo me sentía.
Momentos después, su marido llegó con sus tres hijos y una botella de whisky. Habían venido a hacer un Lejaim con mi marido por el nacimiento de nuestro nuevo bebé.
Ronit, al darse cuenta que los platos estaban apilados en mis dos lavaplatos, tomó una esponja.
“¡No, No!”, le rogué. “Los voy a lavar después que acueste a los niños”.
Pero ella ya estaba poniendo el jabón sobre los platos. “Quiero lavarlos”, me insistió, mientras fregaba. “Me alegra hacer esto”.
Apelé diciendo, “Tengo mucha energía, gracias a Dios. Yo quiero lavarlos. ¡En serio!”.
Pero ella me miró como diciendo. “¡¿Realmente piensas que te creo eso?!”.
Mi marido se estaba riendo en la sala, sirviendo otro trago para nuestro vecino. Le llevé al bebé y corrí a la cocina para guardar los platos.
“No, no. Siéntate”, me regañó mi vecina.
Pero, ¿cómo podía sentarme mientras ella limpiaba la pegajosa suciedad de mis platos, sacaba los guisantes y el arroz de mi colador y botaba los panes verdes que habían quedado afuera toda la semana? ¡Era una deshonra!
Y luego, tan rápido como vino, se fue.
Miré alrededor en mi brillante cocina y me sentí secretamente feliz de que mi vecina hubiera ignorado mis ruegos. Mi marido se limpió una lágrima de su ojo.
“¡Qué buena gente!”, dijo suavemente entre dientes.
“Sí…”, asentí, disfrutando la tranquilidad que acompaña a una cocina limpia. Y en ese momento, decidí que esperas caóticas en salas de hospital y largas filas no eran tan malas después de todo. De hecho, me beneficié enormemente y empecé a apreciar mi entrenamiento en terreno sobre la energía israelí.
Más aún, con mayor entrenamiento, podría ser más como Ronit, mi vecina – una persona que utiliza sus capacidades energéticas para hacer buenas acciones.
Israel no es un lugar fácil. Pero cuando es bueno, es realmente bueno. Y ese “bueno” es lo que hace la vida aquí tan especial.
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