martes, 15 de marzo de 2011

«Tel Aviv es muy famosa por su noche»

por José Pernía Menéndez. (Embajada de Israel en España)
«Vine en octubre del año pasado, con una beca de ICEX (Instituto Español de Comercio Exterior) para trabajar en la Oficina Económica y Comercial de Tel Aviv. Esta ciudad era una de mis cinco preferencias». José Pernía, un santanderino que cumplirá los 30 años el próximo 23 de marzo, es ingeniero de Telecomunicación y master en Gestión Ambiental de la Empresa. Su trabajo como becario en la Embajada consiste en participar en la promoción de las empresas españolas en Israel para impulsar las exportaciones, inversiones y proyectos españoles en este país. Pernía reconoce que en Tel Aviv, la ciudad administrativa del Estado judío, «estoy muy bien. Ahora soy uno más, salvo por el hecho de no hablar hebreo».
La vida en Tel Aviv es muy similar a la de cualquier ciudad occidental. «Hay de todo, incluyendo bonitas playas, restaurantes y muchas actividades culturales. Hay mucha vida social también, con lo que resulta sencillo conocer gente cada día». Respecto a la política, la segunda urbe más poblada de Israel puede resultar en tiempos de menor convulsión como el actual, «una especie de burbuja». Sin embargo, «al hablar con la gente, todo el mundo en Israel tiene historias que contar: sobre ellos mismos, sobre su familia y sobre las diferentes guerras que mantiene esta nación con los países vecinos».
Pernía afirma que Tel Aviv es una ciudad bastante cara. «En general, por lo que veo en gente de mi entorno, el sueldo medio es similar al que puedan recibir los madrileños. Pero existen necesidades básicas, como el alquiler de la vivienda o la comida, que son entre un 10 y un 20% más caras. Por ejemplo, un alquiler en el centro de la ciudad, compartiendo piso con una o dos personas, cuesta entre 550 y 600 euros».
Este ingeniero santanderino se siente muy bien acogido por la población local. «Al ser becario en la oficina, mis compañeros me han ayudado mucho a la hora de entender la cultura y con las trabas iniciales habituales». También comparte piso con un israelí abierto y hospitalario, «quien me ha presentado a sus amigos y con quien puedo hablar de cualquier cosa. La gente en Tel Aviv es muy diversa, en general porque tienen muchos diferentes orígenes. La mayoría son abiertos, atrevidos, les gustan las manualidades y cuidarse físicamente».
La comida no es especialmente del agrado de Pernía, teniendo en cuenta que procede de Cantabria, una tierra donde se come muy bien. «En Tel Aviv no hay excesiva variedad, y echo de menos la buena carne y el buen pescado. Está de moda ser vegetariano. Los platos estrella son el humus y el falafel. Recomiendo un humus recién hecho en el barrio yemení, delicioso». La seguridad ciudadana «es total». Tanto hombres como mujeres «pueden pasear por cualquier lugar de la ciudad a cualquier hora sin ningún peligro», comenta.
Sin miedo
No se levanta con miedo ante la posibilidad de un atentado terrorista por el conflicto judío-palestino: «Para nada. Por desgracia no estamos libres de esa preocupación en ningún lugar del mundo y los civiles poco podemos hacer para evitarlo. Además, en estos momentos, y desde el final de la segunda intifada en 2005, la situación está calmada, al menos en Tel Aviv. En ciudades del norte y, sobre todo, del sur del país ha seguido habiendo ataques, como un misil que alcanzó zonas residenciales de Beer Sheva la última semana de febrero».
La gente está acostumbrada a conocer extranjeros. «Es una ciudad relativamente pequeña y enseguida se forman los círculos de amigos». También destaca la tecnología y hoy en día llegan las invitaciones a eventos rápidamente por las redes sociales de Internet. Tel Aviv es muy famosa por su noche «y con razón, aunque es muy diferente a lo que estamos acostumbrados en Cantabria. Los bares y discotecas organizan constantemente fiestas y conciertos. Lo preparan con el máximo detalle. La gente va muy arreglada y bebe con moderación».

LA BOLSA DE MI PADRE


de Saul Elenter,
Es una mañana diferente.
De esas de comienzos de marzo.
La anterior al equinoccio de Purim, donde a través de un cielo amenazador, el sol, de frente, intenta levantarse.
Estaba momentáneamente detenido frente a las rejas semiabiertas de la vieja casona, en el corazón del barrio donde lo judío se sabe presente.
Iba tras la bolsaa de mi Padre.
Entro. El anciano me ignora. Continua su ritual matutino, como si todo fuese normal.
Continúo hacia la derecha por un pasillo poco iluminado que desemboca en un salon cuadrado, más amplio.
A un costado estaba la mesa larga.
Sobre ella, decenas de bolsas apiladas, cada una con un numero y un apellido.
Cohen, Gross, Appel, algo que terminaba en berg.......
Otras tenían además del numero, único para cada una, solo un nombre.
Ruth, Asher, Rivko (será nombre o apellido?),Salo.......
El contenido de las bolsas figuraba debajo de cada nombre.
Palabras en Yiddish que describían lo que había dentro.
Palabras que ya hemos escuchado.
Nombres que ya hemos visto.
De pronto, una mujer indicó donde se hallaba la bolsa de mi Padre.
También tenia un numero, un nombre y un contenido, que solo el sabia.
Pregunté si era ésa, en estupida redundncia, y dejando unos billetes ,la llevé.
Salimos, subi la bolsa al auto y una sensación de cariño me invadió.
Estaba acompañando al viejo, mi viejo, a hacer las compras de Shabbat, en l los Lubavich de Av Brasil.
En un rato se van para Punta.
Tambien pegamos dos pletzales de salmón para ir picando en el auto.
Viejo te quiero (se lo tengo que poder decir algún día), sin parénesis.
Recuerden que el prox sábado es el equinoccio de Purim!
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