jueves, 11 de noviembre de 2010

Hablemos de Israel, hablemos de Rabin

Algunos creen que el día en que el líder isaelí fue asesinado, hace 15 años, murió también la paz en Oriente Próximo

por Raquel Vázquez

El pasado 4 de noviembre hizo 15 años que Yitzhak Rabin fue asesinado en Tel Aviv, y ese mismo jueves hizo también quince años que los israelíes se manifiestan incansablemente, ahí donde todo acabó, con el propósito de honrar su memoria. Para algunos, el día en el que Rabin fue enterrado fue el día en el que murió la paz en Oriente Próximo; para otros, esa paz había muerto en el mismo momento en el que Ben Gurion proclamó el Estado de Israel el 14 de Mayo de 1948.
El pasado sábado, 6 de noviembre, fue probablemente el último en el que se celebre este memorial, ya que según los organizadores, el número de asistentes ha disminuido en los últimos años, si bien las cifras estiman entre 30.000 y 100.000 los convocados. La sorpresa no fue el discurso del presidente Peres, previsible y conciliador, sino la alta presencia de jóvenes, que agolpados guardaban luto por un hombre que ellos apenan alcanzan a recordar. La mayoría de ellos, al igual que yo, no eran ni adolescentes en aquélla época; por lo que no puedo dejar de preguntarme qué les lleva a manifestarse, año tras año, por un líder que no fue el suyo.

Revisando las palabras pronunciadas el sábado por Shimon Peres, creo haber encontrado mi respuesta, pues según el Presidente, "el futuro de nuestra nación está también en vuestras manos". Y entonces es, en este preciso instante, en el que no puedo evitar sonreír, porque por primera vez en unos cuantos meses, Israel me ha puesto fácil su defensa. Gracias Israel, por darme un respiro, tanta flotilla y tanta revisión del informe Goldstone estaban agotando mi capacidad dialéctica.

Gracias por mostrarte como eres, y no esa versión bravucona y omnipotente con la que luchas por un día más de vida en medio de esta locura que es Oriente Próximo. Gracias por enseñarnos esa generación que discute sus diferencias por los Acuerdos de Oslo o la Hoja de Ruta de 2003, pero que habla de planes de paz y no de tácticas de guerra.

No tengo todavía muy claro si esa juventud guarda luto a Rabin, al proceso de paz o a su futuro agonizante; pero están ahí, revelando al mundo ese país que ellos quieren ser. Porque la manifestación del sábado no mostraba otra cara de Israel; era Israel. Desgraciadamente, en la historia no se lega a beneficio de inventario, y los hijos de Israel han heredado, al menos para la comunidad internacional y sobre todo para la Unión Europea, los errores de los padres.

Negar que ha habido errores -y muchos- es allanar el camino a todos aquellos que no quieren ver este experimento triunfar y que dirigen sus críticas hacia el pueblo judío incondicionalmente. En una tierra en la que todo se mueve en un equilibrio delicado, los matices cobran una desproporcionada importancia, y no es lo mismo criticar al Estado de Israel que a su gobierno, pues no toda crítica a Israel es antisemita pero todo criticismo al judaísmo desemboca en un odio a Israel, que dicho sea de paso, y aunque sea egoístamente, no nos interesa. Eso sí, tan dañina es la crítica incondicional como la amistad ciega.

Nadie mejor que Yitzhak ha entendido nunca que el fracaso de la paz en Oriente Próximo supone el fracaso de todos como seres humanos, ¿o no somos todos en cierto modo, responsables de este desastre? A los que aleguen que nada tuvieron que ver con la expulsión de los tiempos de Roma, o con los Reyes Católicos o con las promesas de Balfour –Auschwitz ni lo menciono-, ¿por qué esa doble moral? Si vamos a recordar los errores cometidos en el pasado, saquemos los de todos a la luz, de una vez y por siempre, para poder empezar de nuevo. Pero no seamos hipócritas y nos regodeemos en la impasibilidad israelí de Shabra y Shatila, pues sólo tres meses antes del asesinato de Rabin, las UNPROFOR asistían estoicamente al macabro espectáculo de Srebrenica. No enarbolemos la bandera de la justicia universal, cuando nosotros mismos abrimos causa a Garzón, uno de sus más acérrimos defensores. Basta ya de amargos recordatorios, los reproches mutuos sólo nos alejan de Wye River y nos dejan autobuses que vuelan por los aires y palestinos negociando por respirar y sobrevivir un día más en Gaza. En definitiva, más muertos, víctimas todas de un legado mal repartido.

Los israelíes han recibido como herencia el debate entre ser judíos en una democracia o ser una democracia judía; los palestinos, haber sido deshumanizados hasta por sus propios defensores, que los utilizan como moneda de cambio y como chantaje emocional en los foros internacionales. Yo asumo como propia la deuda que Europa tiene con Israel, y me siento orgullosa de que quince años después, se siga recordando que uno no hace la paz con sus amigos, sino con sus enemigos (Rabin dixit). Sí, el sábado pasado me sentí orgullosa de Israel, de ese Israel que no olvida a Yitzhak aunque el miedo le siga gobernando y dictando la (desafortunada) política de sus dirigentes.

Sharon dijo que tan difícil es un proceso de paz como preparar una guerra, Rabin es una prueba de ello. Alguien que por querer hablar fue asesinado, pero no silenciado. Quince años después, sus palabras resucitan en las bocas de estas nuevas generaciones israelíes. Hablemos entonces de Israel, pero esta vez, digamos toda la verdad y continuemos aquello que empezamos hace 62 años, tal y como Rabin hubiera deseado. Saldemos las deudas de nuestra herencia para legarnos un futuro a nosotros mismos. Ojalá, algún día, Yitzhak descanse en paz.

No hay comentarios:

Powered By Blogger