lunes, 5 de diciembre de 2011

Janucá.

ag. CABANAH

“En la figura que se llama oximoron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de luz oscura, los alquimistas, de un sol negro.” J. L. Borges, El Zahir (El Aleph, 1949).
Podría, y con razón, preguntarse el lector cuál es la relación entre el epígrafe que precede estas líneas y la festividad de Januká, que se supone, es el tema de las líneas que siguen. A simple vista, la alusión a la luz, uno de los temas centrales de esta festividad, seria suficiente para justificar la elección de la cita. Pero la conexión entre este pasaje literario de Borges y la fiesta de las luminarias es aún más profunda
Clarifiquemos, antes de proseguir, el significado de esta rara palabra, que, como no podía ser de otra manera (y para desilusión de nuestros compañeros Hasmoneos) es un término griego (οξύμωρον). Según el Diccionario de la Real Academia (1), un oxímoron es una “combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido”. Estamos en presencia de dos palabras que no debiesen estar conviviendo juntas dado que el sentido de una excluye necesariamente a la otra y que sin embargo, conviven creando un sentido inédito.
La manera en la que nuestra tradición recuerda y re-significa la gesta Macabea funciona de la misma forma. Los Macabeos y su revuelta aparecen compartiendo estructuras con actividades y personajes cuyo significado es opuesto al que promovían Iehuda y sus hermanos. Resulta fascinante el hecho de que nuestro pueblo haya elegido honrar a los Macabeos a partir de la dedicación de eventos y prácticas que ellos mismos hubiesen combatido.
Lo que proponemos en las próximas líneas es reflexionar acerca de la historia de los Macabeos y la festividad de Januká, inspirados en esta interesante combinación, en apariencia contradictoria pero portadora de un profundo sentido.
Un repaso rápido del proyecto de Matitiahu y sus hijos y una mirada a la forma en la cual son recordados en tiempos modernos, nos permitirán comprender con más detalle esta propuesta que, por ahora, es claramente oscura.
I. Matitiahu de sacerdote conservador a artista exclusivo de Sony Music
La historia de la revuelta de los Macabeos comienza a partir de la idea de un hombre, padre de una familia de sacerdotes, llamado Matitiahu. Si bien la memoria del pueblo judío recuerda a Matitiahu como un valiente héroe, su personaje en esta historia es algo mas complicado que eso.
Nos cuenta el primero de los libros de los Macabeos, que este hombre era un sacerdote que habitaba en la ciudad de Modiin. Cuando los Seléucidas comenzaron a imponer su cultura en la tierra de Israel, Matitiahu y sus hijos decidieron rebelarse. Pero los Macabeos no luchaban sólo contra el poder helenizante, sino que se oponían también a algunos de sus propios hermanos judíos, que ya sea por miedo o por propia convicción, habían decidido “helenizarse”, es decir asimilarse a la cultura dominante de la época.
Si bien una vez desatada la revuelta, fueron muchos los que se unieron a Matitiahu y sus hijos, en los comienzos fueron sólo un pequeño grupo que hoy podría caracterizarse como “extremista”. Todo acercamiento a la cultura helenista era para los Hasmoneos una traición a la tradición judía. El libro de los Macabeos nos cuenta, por ejemplo, como Matitiahu y sus hijos recorrieron la tierra de Israel para circuncidar de manera forzosa a todos aquellos judíos que no hubieran practicado este milenario precepto. Muchos exegetas comparan al personaje de Matitiahu con el de Pinjas, el nieto de Aarón, quien no vaciló a la hora de desenfundar su lanza y matar a quienes estaban cometiendo transgresiones durante la travesía de Israel en el desierto.
En resumen, Matitiahu, el héroe de la festividad de Januká, no era solamente un luchador por la libertad de su pueblo. La revuelta encabezada por él era también una revuelta contra todo tipo de aculturación por parte del pueblo judío que estaba viviendo en el seno de un mundo helenizado.
Y he aquí la primera combinación de estructuras con sentido contradictorio: ¿Que pensaría este sacerdote conservador si pudiera caminar por las calles de Nueva York y ver los carteles que llevan su nombre y dicen “Artista exclusivo de Sony Music”? Probablemente hubiese pensado en arrancarlos o hasta quemarlos. Lo que es seguro, es que no vería con buenos ojos que los judíos del siglo 21 podamos sentir que el Hip Hop y el Reggae no son incompatibles con nuestra tradición. Quizá ni siquiera aprobaría el simple hecho de que quien lee estas líneas, este en algún remoto lugar del globo, sentado frente a su computadora, leyendo en español o en inglés, quizá en francés o en ruso. Este preciso instante, en el que por medio de un elemento tecnológico, ideado en los Estados Unidos, quizá diseñado en un moderno laboratorio de Hi Tech israelí y fabricado en China, reflexionando juntos gracias al lenguaje HTML, acerca de la historia de Matitiahu el Hasmoneo, es precisamente una contradicción entre el sentido que los Macabeos quisieron darle a su revuelta y nuestra forma de recordarlos.
II. Los Macabeos: de Gloriosos Hermanos a venerados atletas
Algunos instantes antes de morir, en al año 167 antes de la era común, Matitiahu se despidió trasmitiendo sus últimas palabras a sus hijos. En ese mensaje, conservado en el primero de los libros de los Macabeos, los alentaba a seguir combatiendo a los ‘pecadores’ y a no tener miedo y ser fuertes en su lucha contra aquellos que carecían del celo que ellos tenían por la ley. Sus hijos tomaron orgullosos el legado y continuaron con la revuelta, que comenzaba a expandirse y a ganar más y más adeptos.
Finalmente, luego de muchas batallas, la revuelta fue victoriosa y los Macabeos se hicieron con el poder, derrocando al poder Seléucida y también a los sacerdotes helenizados que manejaban el templo en Jerusalem. El resto de la historia es conocida: entraron al templo y encontraron aceite suficiente sólo para un día, pero milagrosamente el aceite duró los ocho días que les llevó prensar las olivas para hacer más aceite y mantener encendidas las luminarias.
Sin embargo, el éxito de los gloriosos hermanos fue relativo. Los Macabeos no podrían contarse entre aquellos que hoy en día afirman su judaísmo en el hecho de tener un nieto judío. Contrariamente a lo que estos valientes luchadores hubiesen esperado, las generaciones que los sucedieron de a poco fueron siguiendo el camino que la revuelta quería eliminar. De hecho, entre los reyes Macabeos se cuentan personajes con nombres como Hircanus o Alexander.
El objetivo de instaurar un régimen en el que se respeten celosamente las leyes de la Torá no sólo fracasó, sino que fue contraproducente. En las últimas dinastías Macabeas se vivieron tiempos de mucha asimilación a la cultura dominante.
Pero quizá lo más interesante de todo es la forma en la que el judaísmo moderno recupera la figura de este grupo de hermanos, que se enfrentó con la contradicción apenas dos generaciones luego de haber conquistado victoriosos la ciudad de Jerusalem. A partir del siglo XIX, cuando la propuesta del judío muscular de Max Nordau comenzó a llevarse a la práctica, los grupos que impulsaron la renovación de la imagen del judío por medio de la práctica del deporte hicieron propio el nombre de “Macabeos”. Con el correr del tiempo, la palabra Macabeo, dejó de ser sinónimo de un grupo de luchadores que estaban dispuestos a matar a todo aquel que practicara una costumbre helénica para transformarse en sinónimo de deporte judío. Paradójicamente, las prácticas deportivas se cuentan entre aquellas que eran fomentadas por los judíos helenizantes y combatidas por Iehuda y sus hermanos. Las “Macabeadas” evento deportivo por excelencia del judaísmo contemporáneo, serían probablemente un evento boicoteado por los hijos de Matitiahu si vivieran en el siglo XXI. Podríamos decir, parafraseando lo que dijimos en al inicio de estas líneas, que la frase “juegos Macabeos” es precisamente un oximoron, tan claramente como la “luz oscura”, citada por Borges.
III. Las costumbres de Januká: tradiciones compartidas
Por último, en este juego de contradicciones, nos falta echar un vistazo a las más conocidas costumbres de Janucá.
La primera y más característica de todas es el encendido de las velas. Tradicionalmente, nos enseñan que estas velas representan el milagro del aceite, que duró una semana más de lo que debía haber durado. Sin embargo, muchos pensadores judíos, hace ya varios cientos de años que cuestionan la existencia de este milagro. Además, en los últimos años, los estudios de religiones comparadas nos muestran que prácticamente todas las religiones del hemisferio norte tienen una fiesta en la que encienden luminarias cuando se acerca el solsticio de invierno, es decir, el día mas corto del año. Solo hace falta caminar por cualquier ciudad que esté por encima del Ecuador para observar como las Janukiot, los arbolitos, las antorchas y las fogatas iluminan el mundo en esa oscura semana de diciembre.
Como si esto no fuera suficiente, el contacto con otras culturas nos enseñó que el Sebibón o Dreidl, quizá uno de los pocos juguetes que encontramos en nuestra tradición, no es más que una copia de un juego alemán, llamado Drehen, cuyos lados también tenían las letras N, G, H y S (a diferencia del ‘Nes Gadol Haia Sham’ de nuestro Sebibón, ellos leían Nichts –nada-, Ganz –todo-, Halb –medio- y Stell –poner-).
Por último, nos queda mencionar la costumbre de hacer regalos en Janucá, que comenzó llamándose “Januca Guelt”, pero que hoy se re-significa en la vidrieras de la ciudades norteamericanas que ofrecen el “Chrismukkah Sale”…
IV. Antes de que la luz se apague: Entonces, ¿Qué festejamos en Janucá?
A pesar de las innumerables contradicciones que encontramos en la manera que nuestro pueblo elige recordar la gesta Macabea, dentro de algunos días volveremos a encender nuestras Janukiot para recordar dicho evento importante de nuestra historia nacional. Si queremos que eso sea relevante para nosotros debemos encontrarle un sentido a esta práctica ancestral. Si vivimos en una generación que difícilmente crea en el milagro del aceite y que probablemente no esté interesada en resaltar el heroísmo de aquellos que de alguna forma se opusieron a lo que nosotros elegimos exaltar, entonces ¿Qué representa Janucá?
Quizá, el motivo de que en nuestros días no sólo elijamos seguir conmemorando Janucá, sino que precisamente hayamos elegido recuperarla como una de las festividades más importantes de nuestro calendario es precisamente ese aspecto tan contradictorio y hasta a veces carente de lógica que la caracteriza. Como judíos que vivimos en un mundo moderno, la tensión entre Macabeos y helenizantes nos interpela a diario.
Janucá nos invita a explorar la idea de que el judío vive en un dilema constante. Las delgadas líneas que hay entre asimilación e integración por un lado y entre aislamiento y singularidad por el otro; nos ponen a diario en el mismo lugar en el que estaban nuestros antepasados en tiempos de los Macabeos.
El judío moderno vive constantemente en ese dilema que lo desafía a vivir una vida judía cargada de sentido pero que a su vez no entre en colisión con su identidad como ciudadano del mundo.
Si nos preguntásemos quien ganó la contienda, si aquellos que proponían un aislamiento total y una eliminación de todo elemento foráneo o aquellos que preferían adoptar la cultura del mundo en el que residían, deberíamos responder que ninguno, o ambos. La soberanía judía en Israel posterior a la revuelta, podría mostrarnos que ganaron los Macabeos, pero los nombres de los nietos de estos gloriosos hermanos pueden sugerir lo contrario. Claramente, la victoria no fue ni de unos ni de otros, sino de Klal Israel, del pueblo de Israel en su totalidad. La contradicción que se percibe entre la historia de Janucá y la manera en que elegimos conmemorarla a lo largo de las generaciones nos recuerda que nuestro pueblo rescata a la diversidad y a la integración como valores tan elevados como la particularidad y la preservación de la identidad. El mundo del Talmud, que surgió unos años después de la revuelta, y de donde floreció posteriormente el judaísmo clásico que llega hasta nuestros días; es justamente testimonio viviente de ese fenómeno. Los protagonistas de esa nueva narrativa en la historia de nuestro pueblo no son guerreros que se oponen a que el judaísmo sea permeable a la cultura en la que los judíos viven, pero tampoco aprueban a aquellos que, como el mítico Elisha ben Abuia, eligen abandonar las filas de la tradición judía.
La festividad de Janucá nos invita a asumir que nuestra tradición nos desafía a vivir en estas dos estructuras que en apariencia chocan, pero que si nos detenemos a observar mas detalladamente no colisionan sino que dan lugar a que, producto de ese encuentro, surja lo más rico de nuestra identidad. De alguna manera, Janucá nos recuerda que la luz y la oscuridad sólo se valoran a partir del efecto que una genera en la otra.
Y entonces, si el sentido más profundo que encontramos en Janucá es justamente el dilema, la tensión ¿qué festejamos? Quizá, para echar luz sobre este interrogante deberíamos recurrir al origen primigenio de esta festividad: el milagro del cual hablamos en el comienzo. La leyenda, narrada en el Talmud, nos cuenta que el milagro consistió en que, al momento de entrar al templo los Macabeos encontraron aceite puro suficiente para que la Menorá ardiera un solo día. Sin embargo, ese fuego debía arder constantemente y fabricar nuevo aceite les tomaría al menos ocho días. Milagrosamente, el poco aceite con el que contaban sirvió para hacer arder el fuego durante los ocho días que necesitaban. El milagro consistió en que aquello que pudo ser efímero trascendió y pudo misteriosamente alcanzar la eternidad.
De la misma forma que el aceite pudo de manera maravillosa adaptarse a la necesidad del momento y seguir alumbrando aún cuando la penumbra parecía inevitable, la festividad de Janucá pudo llegar hasta nuestros días, cambiando de significados y trasmitiendo distintos mensajes para lograr ser relevante a través de las generaciones; pero siempre logrando que la mecha permanezca encendida.
En Janucá celebramos que aún cuando a dos generaciones de la gesta macabea todo parecía indicar un rotundo fracaso, la luz sigue iluminando a más de dos milenios de distancia de Matitiahu y sus hijos. A pesar de que la victoria del heroísmo Macabeo parezca efímera a la luz de la forma en que es narrada por las generaciones posteriores, el fuego aún arde cual zarza en el desierto.
Quizá la prueba más clara del milagro de Janucá, que aún celebramos, sea la pequeña llama, que puede verse brillar durante esos ocho días desde nuestras ventanas, sostenida y sosteniendo el dilema y la contradicción y sin embargo aportando luz y calor frente a la oscuridad.
JAG JANUCA SAMEAJ ! ! ! ! !

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