martes, 15 de febrero de 2011

El Líbano: drama en cinco actos

Por Nahum Bergstein
Primer acto. El asesinato: ¬En febrero de 2005, Rafik Hariri, primer ministro del Líbano, fue asesinado en un atentado que, además, le costó la vida a 22 personas. Cuenta Vargas Llosa que unos días antes de su muerte, le dijo al líder druso Walid Jumblatt: "Serás tú o seré yo. Pero a uno de los dos nos matarán muy pronto". Ambos coincidían en la exigencia de que los sirios desocuparan El Líbano. En 1982 había tenido lugar otro magnicidio cuando Siria (país que no reconoció al Líbano como estado independiente), planeó el asesinato de Bashir Gemayel, el carismático líder cristiano que se proponía seguir el ejemplo egipcio y firmar la paz con Israel. Junto con Gemayel, murieron en el atentado más de 200 personas. Aquel crimen rindió sus dividendos, porque consolidó la ocupación militar siria en el país y los planes de Bashir se esfumaron. Pero 23 años más tarde, sin la URSS, faltaba el escudo protector. Dentro y fuera del país se levantó una ola de protestas que determinó el retiro de las fuerzas sirias. A Rafik Hariri lo sucedió en el cargo su hijo, Saad Hariri. Se alternaban períodos de violencia y convivencia pacífica entre religiones y sectas, pero a lo largo del proceso, Hezbollá, el Partido de Dios, reconocido instrumento de Irán y Siria, fue cada vez más poderoso.
Segundo acto. El Tribunal: ¬En 2007, se instaló un Tribunal Internacional creado por el Consejo de Seguridad de las NU, para identificar y someter a la justicia a los autores materiales e intelectuales del magnicidio de Rafik Hariri, sus cómplices y encubridores. Esto no impidió el estallido de los combates de 2008, que culminaron con la entrada del Hezbollá al gobierno con 11 ministros en un gabinete integrado por 30, pero tampoco impidió la prosecución de los trabajos del Tribunal, que cada vez comprometían más a los servicios secretos sirios y principalmente al Hizbollá.
Tercer acto. La encrucijada: ¬En 2010 hubo una reunión cumbre entre Siria, Arabia Saudita y El Líbano, para lograr a toda costa que se detengan las investigaciones del Tribunal, porque Hezbollá no iba a permitir "de ninguna manera" la conclusión del proceso. Ya era tarde; no había manera de detener la investigación, aún en el supuesto caso de que Saad, en aras de su permanencia en el poder, aceptara la impunidad del asesinato de su padre y, además, la tutela del Hezbollá. Tampoco es sencilla la posición de ésta, porque se ve cada vez más involucrada en las confrontaciones políticas, sin haber podido disipar el temor de que encumbrados integrantes de la organización sean sometidos a la justicia. No lo pueden permitir, porque ellos son la Ley ¬el Partido de Dios¬. La perspectiva de que esto suceda es algo impensable, dada su estructura verticalista y la imagen que deben cuidar en el mundo árabe. "No estamos interesados en el poder o en puestos ministeriales... sino en morir como mártires en la lucha contra Israel" ("La Jornada" de México, portal del CCIU). Pero hacen una cosa y dicen otra.
Cuarto acto. El Primer Ministro: ¬Era previsible. A pesar de multitudinarias protestas en distintas ciudades del Líbano (que tuvieron escasa repercusión mediática), Saad Hariri cae. Llegó la hora del Hezbollá, pero ¿puede imaginarse a su líder, Hassan Nasrallah, como primer ministro del Líbano? ¬Entonces propusieron un candidato, Najib Mikati, que no es propiamente de sus filas pero que depende absolutamente del apoyo del Partido de Dios. Mikati fue nombrado primer ministro, y obtuvo la ratificación del Parlamento por 68 votos, tres más de la mayoría requerida. (El líder druso Walid Jumblat hizo un giro de 180 grados y él mismo más sus seis diputados votaron por Mikati).
Quinto acto. Hacia el poder total: ¬El Líbano tiene un primer ministro propuesto por Hezbollá (Irán de parabienes). En Italia, Mussolini se presentó a las elecciones en 1921 y obtuvo 15 diputados. En Alemania, Hitler nunca sobrepasó un tercio del electorado. En Egipto, es posible que la Hermandad Musulmana, que es minoría, se convierta en el director de orquesta. Todos estos ejemplos tienen algo en común: ¬son movimientos totalitarios para quienes la violencia es el instrumento político natural, pero que han comprendido que, utilizando arteramente sus estructuras organizativas, pueden aprovechar los resortes de la democracia ¬en la cual nunca creyeron, no creen, ni creerán¬, para hacerse, a su debido momento, de todo el poder.
Conclusión: ¬Las últimas cuatro y dolorosas décadas que soportó El Líbano son una demostración de la fragilidad del mundo en que vivimos. Era un país cosmopolita en el cual convivían personas de las más diferentes sectas y religiones. Cuando el rey Hussein de Jordania no soportó más a Arafat y sus huestes, estos irrumpieron en el Líbano (¡Y cómo!, en 1982 fui testigo de algunos episodios). A partir de entonces, se rompió el equilibrio. No sólo se había instalado el régimen de Arafat en el sur, sino que se desató una reacción en cadena: ¬más de doscientos mil muertos, miles y miles, principalmente cristianos, huyeron; los amigos de ayer se convirtieron en crueles enemigos, y a pesar de que hubieron intentos de todo tipo para que El Líbano vuelva a ser el hermoso país de los cedros, hoy, a través del Hezbollá, los libaneses viven bajo la sombra ominosa del régimen de los ayatollas, y de Siria. Su futuro no presagia nada bueno.
Los occidentales deberíamos preguntarnos qué se puede hacer para que El Líbano vuelva a ser lo que fue.

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