sábado, 6 de noviembre de 2010

Todo por un plato de lentejas

Por Mijael Vera

Hay que reconocer que la lentejas son gratas al paladar, saludables para el cuerpo, conmovedoras en los días fríos, y reconfortantes por el aroma especialmente casero que se expande desde la cocina.
Noble plato que, según me comentaba un alumno, proviene de un complejo cultivo que en nada resulta fácil.
Con todo, las lentejas tienen una mención especial en la Torah. Se trata, ni más ni menos, que del traspaso de la primogenitura del mayor al menor en una jugada maestra que ha traído de cabeza a los pensadores de todos los tiempos.
En efecto, la manera en que la Torah describe a Esaú vendiendo su primogenitura hace parecer que no era cosa muy significativa. Leímos que despreció su derecho porque se moría de hambre. Aunque no debemos pensar en un hambre física pues en todo momento en que la Torah habla de "hambre" o "sed", está haciendo referencia a apetencias espirituales...e intelectuales.
Quizás Esaú tenía "hambre" porque había pasado días de caza infructuosa y ahora en estado de desesperación por algo que comer, su primogenitura no tenia sentido alguno para el. La primogenitura, después de todo, era un bien intangible que beneficiaba con derechos en el futuro y que no guardaba ningún valor en el presente. Al menos eso es lo que creyó Esaú.
Esaú era el hijo mayor de Isaac y era a quien le pertenecía este derecho de nacimiento. La primogenitura de Esaú comprendía una herencia que seria el grueso de la fortuna de Isaac. Además, también significaba que a través de él vendría la continuación del nombre de la familia, igual que la herencia del poder y de la autoridad, lo que no eran bienes menores...pero...
Podríamos entender con relativa facilidad la escena y las intenciones de Jacob al servirle el famoso plato de lentejas a cambio de la primogenitura. Después de todo a su madre el propio Di-s le había señalado: "Dos naciones hay en tu seno; dos pueblos se separarán desde tus entrañas uno será más fuerte que el otro y el mayor servirá al menor".
Pero lo que resulta un poco más difícil de comprender, es el porqué Esau accedió con tamaña facilidad. ¿Acaso buscaba una oportunidad para desligarse de la responsabilidad? Es posible. Después de todo era un cazador, un hombre que se alimentaba de la caza, no del pastoreo lo que habría significado otra conducta diferenciada hacia el alimento. Esaú, no tiene paciencia, no conoce la relación estructural entre causa y efecto.
Su ética es inmediatista, como buen cazador. Depreda, no cultiva un campo ni pastorea un rebaño. Lo suyo es el beneficio inmediato a cualquier precio, como muchos líderes públicos en el campo de la política, del deporte, de la religión, en fin, de todas las áreas en donde fácilmente las responsabilidades pueden quedar en segundo plano en beneficio de los logros temporales, estéticos, comerciales, electorales. Tal como dicen nuestro Sabios Talmúdicos, Esau aceptó el "negocio" a sabiendas que por su parte no cumpliría el convenio. Lo suyo era saciar su apetito inmediato, a cualquier precio.
De allí que es razonable y lógico derivar que no fue Jacob quien engañó a Esaú. Fue sólo la conducta descarriada, su amor por lo material, su depredación del trabajo de otros, su excesiva seguridad y egolatría lo que le llevó a entregar todo por un "plato de lentejas", incapaz de prever los sucesos que seguirían. Como muchos otros "Esau" a lo largo de la
historia...

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