viernes, 4 de febrero de 2011

Egipto: una nueva razón para la hipocresía anti israelí

Egipto: una nueva razón para la hipocresía anti israelí
De nuestros servicios de prensa
En el preciso momento en que El País de España editorializaba en su diario, el 1 de febrero de 2011, estaba sumergiéndose en una piscina llena de hipocresía. Lo cierto es que la enorme crisis que está viviendo Egipto ha dado mucho que hablar a los principales analistas de este mundo; aunque, paradójicamente, en vez de investigar a fondo la complejísima red de entidades que hacen a la situación actual de aquel país -o sea, de situarse realmente en el epicentro del problema- la cámara, en muchos lugares, se ha desenfocado un poquito para el oeste y otro poquito para el norte: en otras palabras, se ha centrado otra vez en Israel.

¿Por qué razón? Pues, a los editores de este diario español –así como a muchos otros reporteros- se les dio por defender, recién treinta años después de que Mubarak haya echo tanto como quiso, los derechos del pueblo egipcio; y si a esto le sumamos algunas declaraciones por parte de Jerusalén, las conclusiones mediáticas finalizan como siempre… sin demasiadas sorpresas.

Seamos honestos: no ha habido énfasis alguno en la crítica a los sucesivos gobiernos españoles por comercializar tres décadas enteras con el tiránico gobierno cairota, así como han sido prácticamente inexistentes las quejas abiertas hacia aquellos países que siguen fortaleciendo sus relaciones bilaterales con regímenes antiliberales como el de Hu Jintao en Beijing, como el de Assad en Damasco o como el de Chávez en Caracas. Para Lula, por ejemplo, han habido tan solo aplausos desde cada rincón del globo una vez que cerró su mandato; sin embargo, nadie, excepto pocos como Rousseff, le han criticado, aunque indirectamente, sus repetitivos apretones de mano con Ahmadinejad -símbolo de la opresión-.

Lo que les molestó a estos periodistas fue que, tanto Netanyahu como Peres, hayan, primero callado, y luego instado por la estabilidad regional que ha asegurado Sadat desde 1979, y que después hubo de continuar Mubarak. Para ellos, estas palabras fueron “inmorales” y debieron ser distintas.

Sin embargo, toda esta oleada híper-ética tiene tanto errores de visión política como un claro intento por alterar la realidad, y por desviar los ojos del planeta hacia otro lado.

Ante todo, vale decir que la democracia es un valor fundamental que debe fomentarse siempre y en todos lados. No obstante, y si bien los Hermanos Musulmanes no son la fuerza más importante detrás de la revolución que está acosando a El Cairo, sí son la más organizada de la oposición al gobierno dictatorial de Mubarak. Por ende, si existiera un proceso democratizador real entre los egipcios, es muy probable que este grupo de corte fundamentalista se haga del gobierno y pase a liderar todos los aspectos de la vida de aquel país; lo que significa, en síntesis, que el mismo islamismo radical que se instaló años atrás en Irán y que hoy emana terror hacia el mundo y castiga a sus ciudadanos podría, con mucha seguridad, tomar forma en otro país del Medio Oriente. La libertad de expresión o de reunión a las que se afanan estos “defensores de la libertad de conciencia”, si es que todo se da como parece, pues, será probablemente parecida a la que existe hoy en día en la Gaza de Hamas; para nada alentadora, por no decir prácticamente inexistente.

Desde otro punto de vista, cuando estos periodistas tachan a Israel de “inmoral” se están olvidando de leer la tapa de los clásicos libros de Relaciones Internacionales que, desde Morgenthau a Kissinger, pronuncian: “cada Estado piensa de acuerdo a su interés nacional, y no existe moral que valga dentro de sus políticas”. Es que, al asumir una responsabilidad tal como el liderazgo de todo un Estado, se hace imperativa la necesidad de perseguir determinados intereses nacionales. En el caso de Israel -país al que desde antes de su nacimiento ya le habían jurado su destrucción y su no-reconocimiento- la seguridad nacional es, más que un gustito, una innegable necesidad. Hasta el día en que la paz reine Medio Oriente –que esperemos llegue, y pronto- Israel debe procurar la estabilidad regional por sobre todas las cosas. ¿Tiene algo de ilógico que los responsables de transmitir seguridad a sus ciudadanos, aboguen por el status quo mantenido con Egipto desde 1979? ¿Es “inmoral”, acaso, que los líderes israelíes respalden la idea de mantener la paz con el único país vecino con que la lograron –además de Jordania-, y con el único del cual no deben protegerse de cohetes y de coches bombas en cada momento del día?

No entra aquí la discusión de cómo debería medir Israel sus intereses, ya que, si bien es posible que un nuevo gobierno pos-Mubarak no altere en demasía sus relaciones bilaterales con su vecino -debido a que, seguramente, desee continuar con las buenas relaciones que tiene tanto con Washington como con Europa, y continuar así recibiendo la gigantesca ayuda económica por parte del primero-, de todas formas, el fortalecimiento del islamismo radical en El Cairo es mucho más que posible, y si Israel desea que sus ciudadanos puedan desarrollar sus vidas en paz y tranquilidad, debe defender a muerte esos intereses.

Si acaso eso es inmoral; si acaso la opinión israelí en plena crisis revolucionaria egipcia es aún más importante que la propia revolución; si acaso todos los “moralistas” del mundo que apoyan al pueblo egipcio son tan solidarios como dicen ser, pues, ¿por qué no lo dijeron antes? ¿Por qué esperaron treinta años? ¿Por qué no escriben nuevas editoriales condenando a Occidente por no romper relaciones diplomáticas con todos los regímenes antidemocráticos? ¿Por qué Brasil, líder de su región, no rompe relaciones con Venezuela y Uruguay no se disculpa con Sakineh por fomentar la consolidación del régimen iraní con nuevos tratados comerciales? Pero por sobre todas las cosas, ¿hasta dónde avanzarán los “occidentalistas” que condenan a Israel hasta en la sopa con el intento de deslegitimar al único Estado en Medio Oriente cuya transparencia, democracia y libertad de expresión superan a las de todas las naciones latinoamericanas, y cuyos métodos judiciales son ejemplo mundial, ya que la justicia se impone incluso ante héroes nacionales como Galant?

La prensa internacional no sólo que debe tomar mayor conciencia de lo que dice –a la vez que consolidar sus argumentos-, sino que debe, por encima de todas las cosas, dejar de lado las mentiras y los engaños que más venden en este planeta wikidopado, para darle paso a verdades que se correspondan más y mejor con la realidad. El camino de la justicia social y de la democracia, tanto en Egipto como en China, empezará, quizás, cuando se les encuentre errores a todos y no solo a algunos, como suele pasarle a muchos “justicieros” obsesionados con Israel. En fin, cuando intentemos arreglar el mundo desde el núcleo del problema, en lugar de hacerlo desde la periferia, quizás hayamos encontrado el camino.
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