Los
palestinos, víctimas de su intransigencia
"Los palestinos podrían reaccionar racionalmente a los acontecimientos
recientes recalculando sus expectativas, estrategias y tácticas. Si siguen
negándose a ello, se irán aislando cada vez más, así que cualquier desarrollo
distinto al mantenimiento del 'statu quo' será aún más indeseable para
ellos".
Siempre han tenido a la ONU. Incluso ahora que el resto del mundo abandona su
causa, los palestinos siguen contando con la organización mundial como leal
aliado en su lucha centenaria contra el sionismo.
Según UN Watch, la Asamblea General de la ONU ha votado contra Israel en 17
ocasiones en el actual periodo de sesiones, frente a las seis condenas que ha
emitido contra todos los demás países del planeta. La comunidad diplomática
internacional sigue comprometida con la priorización de los agravios palestinos
contra el Estado judío. Pero en el mundo real, fuera del mundo de fantasía de
las resoluciones onusinas, que no tienen impacto sobre los acontecimientos, los
palestinos están más aislados que nunca.
Los Estados árabes, que antaño sacrificaban sus intereses nacionales, así como
sangre y dinero en cantidad, en el ara de la causa palestina, les han
abandonado. Los antaño poderosos partidos izquierdistas israelíes que
capitanearon los esfuerzos para la creación de otro Estado palestino –junto al
que existe en Gaza, que ya lo es en todo menos en el nombre– están ahora
completamente marginados. Y ni siquiera los más ardorosos abogados
norteamericanos de la causa palestina y de la solución de los dos Estados
tienen la menor expectativa de que la Administración Biden haga demasiado por
la consecución de tales objetivos.
En otras palabras: tras pasarse las últimas décadas confiados en que tarde o
temprano la comunidad internacional les serviría a un aislado Israel
–universalmente considerado un Estado paria– en bandeja de plata, resulta que
ahora son los palestinos quienes carecen de aliados de relieve. Los críticos de
Israel estaban seguros de que se le agotaba el tiempo de desprenderse de los
territorios para impedir que le golpeara un tsunami democrático; pero ahora
resulta que los acuciados por el tiempo son los palestinos.
La exitosa apuesta de la Administración Trump por los Acuerdos de Abraham va
más allá del hecho de que Emiratos, Baréin, Sudán y Marruecos hayan normalizado
relaciones con Israel. El apoyo tácito de Arabia Saudí y la negativa de la Liga
Árabe a intervenir contra los nuevos amigos de Israel han hecho trizas la idea
de que el mundo árabe siempre apoyaría el rechazo palestino a una paz
definitiva. Y nadie en el mundo árabe o entre los enemigos israelíes de EEUU
piensa siquiera que la derrota de Trump ante Biden vaya a conducir a una nueva
ronda de fútil procesismo por la paz.
Aquí la gran cuestión es qué conclusiones están sacando los palestinos de estos
desarrollos. Por el momento, la respuesta es ninguna; están haciendo lo mismo
que en estos 100 años de empeño inútil en acabar con el sionismo. Sus líderes
prefieren redoblar la apuesta por el rechazo al compromiso y por los insensatos
llamamientos a borrar la Historia, tanto la reciente (los Acuerdos de Abraham)
como la que no lo es (la Guerra de los Seis Días –1967–, la creación del Estado
de Israel –1948– y la Declaración Balfour –1917–). No hay la menor evidencia de
que la Autoridad Palestina en la Margen Occidental o Hamás en Gaza se aflijan
por el pueblo al que supuestamente representan, se ajusten a la nueva realidad
y clamen por la reanudación de las negociaciones con Israel antes de que su
suerte empeore aún más.
En las próximas elecciones israelíes, como en las tres anteriores, no habrá
debate sobre los palestinos porque la cuestión quedó zanjada hace años con un
acuerdo nacional de que el statu quo, aun incómodo, es preferible a repetir en
la Margen Occidental el desastroso experimento de Ariel Sharón en Gaza. De hecho,
estos comicios pueden ser aún peores para los partidarios de la solución de los
dos Estados.
Mientras algunos norteamericanos progresistas ignoran tercamente los hechos que
han generado ese consenso, el equipo de política exterior de Trump demostró que
los Estados árabes no. Los Acuerdos de Abraham, bendecidos tácitamente por
Arabia Saudí, han demostrado que, al margen de Estados forajidos como Irán y
sus aliados islamistas, los mundos árabe y musulmán comprenden que los
palestinos no tienen intención de asumir la clase de compromisos que
posibilitaría una solución de dos Estados. Es más, su cultura política está tan
inextricablemente unida a su centenaria guerra contra los judíos que semejante
flexibilidad parece imposible.
No es que los demás árabes y los musulmanes se hayan convertido súbitamente en
sionistas o enamorado de Israel, aunque a medida que la normalización siga su
curso socavará un antisemitismo endémico en la región. Los Estados árabes están
amenazados tanto por un Irán enriquecido y empoderado por el acuerdo nuclear
pergeñado por la Administración Obama como por el terrorismo islamista. Así que
ven en Israel un aliado que refuerza sus defensas –y un valioso socio comercial
en la única economía desarrollada de la región–. Pero los palestinos siguen
confiando en que sigan siendo rehenes de su veto a la normalización con Israel.
La dirigencia palestina no sale de su asombro porque, mientras permanece ligada
a una mentalidad que ve en Israel un Estado ilegítimo que eventualmente será
erradicado del mapa, otros árabes y musulmanes asumen que tal cosa no va a
suceder. Los palestinos pueden empeñarse en no hacer la paz, pero los Estados
árabes no van a seguir sacrificando sus propios intereses a la nostalgia.
Hay progresistas que dicen que el empuje de los Estados árabes persuadirá a los
palestinos para que cambien de onda. Pero si hay algo que hemos aprendido del
equipo diplomático de Trump es que la estrategia de fuera adentro para que los
Estados árabes usen su influjo financiero y convenzan a los palestinos para que
negocien era otro mito. De hecho, los Acuerdos de Abraham son la prueba de que
tampoco se lo creen ya los árabes.
Aunque los Estados que están normalizando relaciones con Israel siguen haciendo
declaraciones de cara a la galería en pro de la causa palestina, la idea de que
ansían la creación de un Estado palestino quizá sea también un mito. Lo último
que quieren los Gobiernos árabes es otro Estado débil e inestable vulnerable a
los extremistas islamistas. Eso sería una amenaza tanto para ellos como para
Israel.
Todos estos factores compelen a los palestinos a que reflexionen sobre en qué
se han equivocado, pero no hay signos de que vayan a hacerlo. Todo lo que se
escucha desde Ramala y Gaza es más de lo mismo, invectivas para tachar de
traidores a los árabes y de viles a los israelíes y a los americanos, no
lamentos por las ocasiones perdidas.
Los palestinos podrían reaccionar racionalmente a los acontecimientos recientes
recalculando sus expectativas, estrategias y tácticas. Si siguen negándose a
ello, se irán aislando cada vez más, así que cualquier desarrollo distinto al
mantenimiento del statu quo será aún más indeseable para ellos.
Israel permitiría que los turistas visiten el país
a partir de abril
·
Un plan inicial del gobierno permitiría a los grupos de turistas
extranjeros visitar Israel a partir de abril por primera vez en un año, sin
embargo, los visitantes se enfrentarán a una serie de condiciones estrictas.
El informe dice que el Ministerio de Salud ha llegado a acuerdos con la
Asociación de Operadores Turísticos Receptores en Israel, que dependen del
progreso en la campaña de vacunación y otros factores relacionados con la
pandemia.
El plan requeriría que los turistas completen
una declaración de salud en el sitio web del Ministerio de Salud antes de
obtener la aprobación para el viaje, se realicen una prueba de COVID-19 menos
de 72 horas antes del vuelo, tengan un seguro médico especial y registren una
lista detallada de lugares y horarios. para el viaje con las autoridades
israelíes en caso de que sea necesaria la cuarentena. Sus movimientos serán
monitoreados.
Al
principio, solo se permitirán turistas de países con baja infección. El plan no
ha sido aprobado formalmente.