jueves, 3 de noviembre de 2011

El legado de Rabín





Itzjak Rabín simboliza el aporte y el sacrificio de los hijos de los pioneros judíos, la necesidad de establecer la paz, la integridad y responsabilidad del líder y la obligación de la tolerancia democrática.
Miles de judíos, grandes y chicos, conocen la frase "David Rey de Israel vive y existe"; muchos también saben entonar la melodía: "David Melej Israel Jai Vekaiam", pero casi ninguno se detiene a preguntar que significan esas palabras.
Una reflexión convincente acerca de la figura de David puede llevarnos a una respuesta persuasiva respecto al legado de Itzjak Rabín.
La imagen del Rey David no es el resumen del total de las reliquias que fueron descubiertas hasta ahora en excavaciones arqueológicas en sitios con más de tres mil aňos de historia; podría ser incluso que en lugares aún no excavados no se encuentre absolutamente nada relacionado con él; esto no cambiaría el mito.
Mi David, Rey de Israel, es el héroe de la narración bíblica que llora desconsoladamente a su hijo asesinado: "¡Hijo mío, Abshalom! ¡quién me diera que muriera yo en tu lugar!" (Samuel 2; 19-1); en ese parámetro no me importa en absoluto si dicha narración tiene fundamentos arqueológicos o no.
Mi David, Rey de Israel, es quien declama en el Libro de los Salmos versos como "¡Pedid la paz de Jerusalén!... Haya paz en tus muros y reposo en tus palacios" (122-7) o "Los que sembraron con lágrimas, cosecharán con regocijo" (126-5); en ese sentido nada cambia si hay o no una total identificación histórica del autor.
La imagen del Rey David no surgió por sí misma; alguien decidió escribir la narrativa bíblica; alguien también dispuso incluirla en los Libros Sagrados; hubo quién enriqueció aún más el mito con la leyenda. La imagen de David es la creación conjunta de todos aquéllos que decidieron personalizarla tal cual como nos es conocida y también de todo aquél que tomó parte en la decisión de adoptarla, de colocarla en nuestra tradición cultural y de heredarla a nuestros hijos. David "vivirá y existirá" siempre y cuando su imagen esté en nuestros corazones y tenga un lugar especial en nuestro mundo de reflexiones y sentimientos.

El Rey Daviv es tan sólo un ejemplo como lo puede ser cualquier otro personaje histórico: el "legado de Herzl" fué una creación humana, tal como fué el "legado de Ben Gurión" o el "legado de Jabotinsky"; cada uno de ellos no están aquí por sí mismos, alguien los creó, los adoptó y los trasmitió de generación en generación.
Así también sucede con el "legado de Rabín" que es de nuestra propia creación, la cual agregamos a la enorme tradición cultural para todo lo que nosotros ambicionamos que "viva y exista" en nuestros corazones, pensamientos y sentimientos.
Para mí, personalmente, el legado de Rabín se sintetiza en cuatro pilares principales que toda persona honrada puede adoptarlos tales como son y no sólo transmitirlos a sus hijos, sino también ser partícipe de la creación de dicho mensaje.
El primer pilar es la imagen de los hijos de aquellos pioneros judíos que sentaron las bases para la creación del Estado de Israel. La vida de Itzjak Rabín simboliza la epopeya de los hijos de los primeros jalutzim; de una generación que recibió de sus ancestros la visión y se exigió a sí misma llevarla a cabo con total entrega y sacrificio; o como lo afirmó el mismo Rabín, cinco días antes de ser asesinado, en un acto recordatorio a soldados caídos: "Tengo más amigos inscriptos en lápidas que amigos vivos".

El segundo pilar es la idea de la paz; el compromiso moral y total del Estado de Israel de tratar constantemente de establecer la paz con países y pueblos vecinos.
La primera obligación de un estado democrático es proteger la vida de sus ciudadanos ante los peligros del terror y las guerras. La paz es el mecanismo de defensa más profundo. Nada más significativo para esta concepción moral que las propias palabras del General Rabín, Comandante en Jefe de Tzáhal, durante la Guerra de los Seis Días frente al Muro de los Lamentos: "¡Tendríamos que llamarlo el Muro de la Paz!".
El tercer pilar es la integridad incondicional del líder y estadista para con su pueblo. Es sabido que Rabín decidió renunciar a su primer mandato como primer ministro debido a una cuenta bancaria de 3.000 dólares que su esposa Lea dejó abierta en EE.UU - cuando la ley israelí lo prohibía - al concluir su cargo de embajador en ese país. Varios años después, el afamado periodista Dan Margalit, quien en su momento descubrió y publicó el caso, conversó con Rabín y le manifestó que si él hubiera negado cualquier conocimiento acerca de dicha cuenta, no habría publicado la nota. Margalit relata que Rabín le respondió con la timidez que lo caracterizaba pero sin titubear: "¿Y qué querías; que mintiera?"
El cuarto pilar es la idea de la tolerancia democrática; la obligación moral y total de cada ciudadano de reprimir toda acción posible que ponga en peligro el orden democrático; desechar la injuria y la ofensa, tener en cuenta que palabras demonizadoras tiradas al aire son bien captadas y pueden crear ideas tendensiosas, planes diabólicos, numerosos peligros, hechos lamentables y una destrucción politica, social y espiritual. ¿Qué puede caracterizar más el dolor de esta obligación moral que la imagen del primer ministro Rabín cayendo baleado en la espalda por un judío religioso, nacionalista y fanático?
Itzjak Rabín simboliza el aporte y el sacrificio de los hijos de los pioneros. Itzjak Rabín simboliza la necesidad de establecer la paz. Itzjak Rabín simboliza la integridad y responsabilidad del líder. Itzjak Rabín simboliza la obligación de la tolerancia democrática.
Todos nosotros estamos en condiciones de comprender ese legado de Rabín, adoptarlo en nuestra tradición cultural y transmitirlo a las generaciones venideras: entrega, paz, integridad, responsabilidad y democracia.

Iguales pero diferentes






Al incluir a prisioneros israelíes en la lista de los que fueron puestos en libertad, el Estado se ocupó de aclararles a los árabes israelíes que ellos no son como el resto de los ciudadanos; que están sometidos a un tipo diferente de leyes y que se encuentran excluidos del público general.

Desde su creación, Israel trata de establecer una barrera entre sus ciudadanos palestinos y no palestinos. Dentro de sus fronteras, el Estado se ha dedicado a cultivar palestinos con una mentalidad israelí.

Algunos argumentan que, dada nuestra realidad, esa es una misión imposible y que ellos seguirán siendo por siempre más árabes que israelíes. Mientras persista el conflicto, no podrán sentirse israelíes; sus corazones estarán siempre del lado de nuestros enemigos.

Sin embargo, otros afirman que los estrechos vínculos que se han forjado entre ambas comunidades, junto con el proceso de secularización y modernización, impulsan a los israelíes palestinos a situarse más cerca del público en general. Los judíos más optimistas, y unos pocos árabes, tienen la esperanza de que la integración entre los dos grupos de poblacionales llegará a ser tan profunda que los israelíes palestinos sentirán que su identidad es, en primer lugar, israelí.

La igualdad ante la ley es el medio más importante para asegurar aquel objetivo. El conjunto de normas que otorga igualdad de condiciones a los israelíes palestinos en el arrendamiento de tierras de propiedad estatal, o el hecho de que haya sido un juez árabe quien encabezó el tribunal que juzgó y condenó al ex presidente Moshé Katsav, son claros ejemplos de refuerzo de la igualdad a través de la ley.

Pero sucede que esa misma igualdad ante la ley con respecto a la violación de la seguridad nacional está directamente relacionada con la formación de la identidad israelí de nuestros ciudadanos palestinos. De habernos aferrado a esa posición, no habríamos tenido que liberar en estas semanas palestinos israelíes en el marco de los canjes de prisioneros. Un criminal israelí que comete su crimen en Israel debe cumplir su condena en una prisión israelí. La igualdad ante la ley también incluye la privación de la libertad en igualdad de condiciones.

Israel se aferró a esa posición durante casi todo el proceso de las negociaciones por Gilad Shalit y sólo renunció en sus etapas finales. El jefe del Shin Bet, Yoram Cohen, afirmó que es preferible liberar unos pocos israelíes, la mayoría de ellos, ancianos que no volverán a reincidir, que liberar a un grupo de terroristas palestinos jóvenes con grandes deseos de cometer actos de violencia en contra de nosotros.

Ese es un argumento problemático, porque la liberación de seis terroristas más habría resultado del todo insignificante mientras dejamos en libertad cientos de otros. Sería un buen argumento sólo si estuviéramos convencidos de que no quedaba más remedio y que el destino del acuerdo estaba determinado por esa liberación. Sin embargo, ese no fue el caso.

Al incluir a prisioneros israelíes en la lista de los que fueron puestos en libertad, el Estado se ocupó de aclararles a los árabes israelíes que ellos no son como el resto de los ciudadanos; que están sometidos a un tipo diferente de leyes y que se encuentran excluidos del público general; que ellos constituyen un "caso especial".

No puede saberse a ciencia cierta cómo esta declaración habrá de afectar a unos pocos o a muchos palestinos israelíes, pero es de suponer que quedará arraigada en su conciencia, alejándolos de nosotros y viceversa.

Las festivas celebraciones en las comunidades de los árabes israelíes liberados por el canje de Shalit, y las palabras acerca del asunto pronunciadas por los voceros del Movimiento Islámico, refuerzan esta hipótesis. Lo que ellos están diciendo casi explícitamente es: Su victoria es también nuestra victoria en la lucha contra el Estado de Israel, donde constituimos una quinta parte de la población.

Nuevas reglas para enfrentar un secuestro






Sólo una ley estricta sancionada por la Knéset sobre cómo actuar ante un secuestro cambiará las normas y realizará convenientemente el trabajo, tanto en lo que respecta a nuestros enemigos como a nuestra propia dirigencia política.
Durante decenas de años hemos tenido que acatar las reglas de juego en materia de secuestros impuestas por las organizaciones terroristas. El primer ministro – cualquier primer ministro, y por lo general solamente él - se ve obligado a aceptar un oprobioso "acuerdo" de liberación, bajo la enorme presión ejercida por los medios de comunicación y la opinión pública israelíes, que tienden siempre a adoptar la emotividad del momento.

No existe ninguna razón para no ponerle fin a esto ahora. Todo lo contrario. Acabamos de darles a nuestros enemigos todas las razones del mundo para que continúen con sus secuestros. Hezbollah ya no tiene más presos que liberar, y decidió por ahora abandonar el juego; pero Hamás y otros grupos palestinos cuentan con miles de terroristas encarcelados en Israel.

Antes de que ocurra otro rapto y complique aún más las cosas, tenemos que cambiar las reglas del juego e imponer limitaciones a todas las partes involucradas. No debería ser tan difícil de lograrlo.

Para llevarlo a cabo, necesitamos una nueva legislación que establezca que cualquier "acuerdo" para la liberación de cautivos requerirá una mayoría de 80 a 85 miembros de la Knéset. Tal mayoría será algo muy difícil y hasta imposible de conseguir. Por otra parte, la ley determinará que aquel prisionero que fuera liberado una vez y que retornara al terrorismo, no será puesto en libertad de nuevo. Esta será la nueva política israelí, democrática en sus fundamentos.

Ya que se trata de un dilema moral de primer orden, la votación de la Knéset deberá ser secreta, a fin de neutralizar los efectos de la opinión pública y otras manipulaciones emocionales (que a menudo hemos tenido que presenciar en el último caso de secuestro). En este caso, la descentralización del proceso de toma de decisiones sería, de hecho, un modo de ejercer el control.

El enemigo comprendería que de ahora en adelante ya no bastará con ejercer presión sobre una sola persona, generalmente el primer ministro. Por el contrario, el nuevo proceso contará con la participación de todos los partidos que componen el espectro político de Israel. Al establecerse el requisito de una mayoría de más de 80 diputados de la Knéset, el enemigo se dará cuenta de que la aprobación de un acuerdo resultará prácticamente imposible.

Esto supondrá un claro mensaje de disuasión: secuestrar israelíes no da buenos resultados. Al contrario de lo que afirman las propuestas que se han hecho, la pena de muerte no disuade a los futuros raptores, sino más bien, la inviabilidad. La ley propuesta asegurará su definición.

Mientras nos conformemos con las recomendaciones del Comité Shamgar, nada se logrará. Tales recomendaciones no son vinculantes ni entrañan una modificación de la realidad. Sin embargo, una ley estricta sancionada por la Knéset cambiará las normas y realizará convenientemente el trabajo, tanto en lo que respecta a nuestros enemigos como a nuestra propia dirigencia política.

No hay nada más democrático que esto: los canjes ya no tendrán que concluir a altas horas de la noche, mientas al público se le ofrece un acuerdo acabado. Por el contrario, serán desarrollados como parte del proceso democrático. Este tipo de operaciones nos pertenecen a todos, por el terror que puede generar y por el potencial de perjuicio que tiene para los ciudadanos; por tal razón, debemos dejar que la población y sus representantes participen del proceso, no sólo las familias y los medios de comunicación. En cualquier caso, la Corte Suprema de Justicia se inhibió de decidir sobre cuestiones relacionadas con el secuestro.

Una observación final: una maniobra de estas características conllevará un gran alivio para nuestros líderes. Ellos sabrán así que no están solos en este asunto, sino que cuentan ahora con un amplio proceso que los respalda y los protege cuando deciden rechazar este tipo de acuerdos.

¿Por qué deberían hacer frente a estos ilógicos dilemas morales por su cuenta? ¿Por qué tendrían que enfrentar solos la inmensa presión de los medios de comunicación?

La legislación los respaldará por completo. Será una ley preventiva que tenga como fin modificar la realidad y ofrecer protección. Sobre todo, nos protegerá a nosotros.




AMARGA ALEGRIA




El acuerdo dejará a Gilad Shalit en libertad, pero también dejará en la calle a centenares de asesinos.


Si conociéramos los detalles de las reuniones en el El Cairo entre David Meidan, el enviado de Netanyahu, y Ahmed Al-Jabari, el jefe militar de Hamas –con la presencia de egipcios y alemanes, y la supervisión de Yoram Cohen, el jefe del Shin Beit–, tendríamos el guión de una película de intriga. Debió ser arduo llegar al acuerdo que implica la liberación del joven israelí Guilad Shalit a cambio de la excarcelación de 1.027 presos palestinos, 500 de ellos con delitos de sangre. Arduo y para los israelíes muy duro de digerir.
En la lista del acuerdo están, entre otros, Zaher Jabarin i Yihya Sanawar, fundadores de la fracción más mortífera de Hamas, y algunos de los artífices de sangrientos atentados. Significativamente no están en la lista prisioneros como Barghuti, probablemente porque Hamas no tiene interés en liberar a líderes de Fatah, sino sólo a los suyos. Sea como sea, la lista es una bofetada directa a la seguridad de Israel, que abre un camino de secuestros muy peligroso.
Como decía un artículo de Haaretz, "In Shalit deal, Israel crossed its own red lines" ("En la negociación de Shalit, Israel cruzó sus propias líneas rojas"). Pero al mismo tiempo que ha cruzado sus propias líneas rojas también es cierto que la liberación de Shalit era muy importante para la sociedad israelí, profundamente conmovida por la tragedia de este chico secuestrado a los 19 años y que lleva cinco en un lugar desconocido, sin ningún contacto exterior. Nadie sabe cómo está ni anímica ni físicamente. Por supuesto Hamas no ha tomado en cuenta la convención de Ginebra, y toda la corte de organizaciones que se pasan la vida vociferando contra la maldad israelí respecto a los palestinos ni tan sólo han aparentado que se preocupaban por él.
¿Dónde ha estado la Cruz Roja, por poner un ejemplo emblemático? Y la "neutralidad" periodística, que hablaba de "soldado retenido", como si Shalit estuviera retenido en un atasco de tráfico. Y en el colmo de la doble moral, ahí está la vergüenza de los famosos cooperantes de la flotilla solidaria con los palestinos, que se negaron a llevar una carta de los padres de Shalit a Hamas, no fuera caso que se contaminaran preocupándose por una víctima judía. Vender como solidaridad lo que es pura militancia ideológica es otra forma de maldad, que perpetúan a menudo todos los voceros del antiisraelismo progre. Y así ha estado Shalit abandonado a la única preocupación de los suyos.
El acuerdo lo dejará en libertad, pero también dejará en la calle a centenares de tipos que han puesto bombas, han segado vidas y han destruido familias. Y ese acuerdo, que ningún país del mundo firmaría, lo firma Israel para salvar a uno de los suyos. Es una amarga alegría, un asco en la boca del estómago, una profunda rabia, pero es Shalit devuelto a la vida. Y como dice el Talmud, "quien salva una vida, salva a la humanidad entera". Esperemos que piensen lo mismo los asesinos liberados.

El Dolor de una Madre



El precio de permitir que asesinos salgan en libertad.




¿Por qué será que los familiares de las víctimas del terror son aparentemente los únicos en contra del intercambio de prisioneros? Mientras que otros israelíes celebran, nosotros estamos desesperanzados.
Arnold y Frimet Roth hicieron circular una petición en contra de la liberación de Ahlam Tamimi, una cómplice en el asesinato de su hija Malki en la pizzería Sbarro.
Tamimi dice que se alegra de que muchos niños hayan sido asesinados en el ataque. Meir Schijveschuurder, cuya familia fue masacrada en el mismo ataque, presentó una petición a la corte suprema y dice que va a dejar Israel debido a sus sentimientos de traición. Los padres de Yasmin Karisi sienten que el estado está bailando en su sangre porque Khalil Muhammad Abu Ulbah, quien asesinó a su hija y a siete personas más atropellándolos con un bus en el cruce Azor en el año 2001, también está en la lista para ser liberado. Veintiséis personas más fueron heridas en ese ataque.
¿Por qué tantos de nosotros estamos en contra del intercambio que permite que asesinos y sus cómplices salgan en libertad? Porque conocemos el sufrimiento que esos asesinos dejan a su paso.
Sí, yo quiero que Gilat Shalit sea liberado. Pero no a cualquier precio. No al precio que nosotros hemos pagado.
Mi hijo Koby Mandell y su amigo Yosef Ish Ran fueron asesinados por terroristas hace 10 años cuando ellos tenían 13 y 14 años. Ellos habían salido de excursión en una rambla cerca de nuestra casa cuando fueron atacados por una banda palestina y apedreados hasta la muerte. Fue un asesinato brutal y despiadado.
Actualmente nosotros dirigimos la Fundación Koby Mandell para familias de víctimas del terror. Dirigimos Camp-Koby, un campamento de 10 días para 400 niños que han perdido seres queridos, la mayoría de ellos a manos del terror. También dirigimos retiros curativos y grupos de apoyo para madres.
La mayoría de las personas no entienden la continua devastación del dolor: padres que mueren de ataques al corazón, madres que se enferman de cáncer, niños que abandonan la escuela, familias cuyo hijo único fue asesinado. Nosotros vemos depresión, suicidio, síntomas de trastorno de estrés post-traumático. No creerían cuantos familiares de víctimas aún toman pastillas para dormir y medicamentos contra la ansiedad. Vemos el dolor que no se reduce con el tiempo. Nosotros vemos a las personas literalmente morir de tristeza.
Familias desconsoladas enfrentan un agudo aislamiento psicológico.
“Nadie nos entiende”, se quejan ellos a menudo.
Ellos quieren decir que nadie entiende la duración o la intensidad de su dolor y de su nostalgia. Como consecuencia del intercambio de prisioneros, este aislamiento solamente se verá agravado.
Y lo mismo ocurrirá con el sentimiento de que las muertes de nuestros hijos no importan.
Cuando la gente me decía que la muerte de mi hijo Koby fue en vano, yo siempre solía decir: No, es nuestra labor hacer que su muerte sirva para algo.
Pero ahora no estoy segura. Parece que el gobierno está conspirando para garantizar que las muertes de nuestros seres queridos hayan sido en vano.
La degradación de las muertes de nuestros seres queridos solamente aumenta el dolor. Si Israel está dispuesto a liberar a los asesinos de nuestros seres queridos, entonces el resto del mundo puede observar y asumir que los terroristas son realmente militantes pacíficos. Si los palestinos estuviesen asesinando judíos a sangre fría sin justificación, seguramente el gobierno israelí no los liberaría.
Ningún gobierno cuerdo lo haría.
Cuando estábamos en shivá (duelo) por Koby, un general del ejército nos dijo: "Llevaremos a los asesinos a la justicia". Yo le creí. Tome sus palabras en serio. Hoy estoy agradecida de que los asesinos de mi hijo aún no han sido encontrados. Y también lo están mis hijos. No me malentiendan, por supuesto que me gustaría que los hubiesen encontrado, pero si ellos hubieran sido liberados en este intercambio de prisioneros, yo no habría podido soportarlo.
No queremos que otras familias sean puestas en nuestra situación.
No queremos que terroristas sean liberados cuando nuestros seres queridos están dos metros bajo tierra. Diez años después de que mi hijo fue apedreado hasta la muerte, el dolor a menudo se siente como una prisión. En varias formas, no soy libre.
No queremos animar a otros terroristas dándoles el mensaje de que incluso si asesinan, ellos pueden no tener que permanecer en prisión para siempre. El Presidente Shimon Peres dice que él indultará pero que él no perdonará. Las familias de las víctimas del terror no indultarán ni perdonarán al gobierno por esta liberación.
Hemos sido traicionados. Indultar a terroristas es una burla a nuestro amor y a nuestro dolor.
Más aún, el terrorismo apunta a infundir miedo en una sociedad, para hacer que toda su población se arrodille. Durante la intifada, los terroristas no tuvieron éxito en derrotar a la sociedad israelí. Pero liberar prisioneros le demuestra a Hamas que su estrategia de terror fue correcta y efectiva.
Ellos celebrarán con entusiasmo porque han ganado.
Y como resultado del intercambio de prisioneros, el sistema judicial Israelí solamente puede ser visto como un chiste, una burla, como una parodia de la justicia.
No provee ninguna disuasión o castigo. Es como si nuestro gobierno le dijese a los asesinos: Vengan a herirnos nuevamente. Estaremos felices de liberarlos algún día. Los dejaremos salir cuando lo pidan.
Yo quiero que Gilat Shalit vuelva a casa.
Y ciertamente debemos proteger a nuestros soldados. Pero no con un intercambio de prisioneros al por mayor. Me gustaría poder regocijarme con la familia Shalit. Pero no puedo. El precio es demasiado alto.

Las 7 Leyes de Noaj



La idea judía es que la Torá de Moisés es una verdad para toda la humanidad, ya sea judíos o no. La Torá (como lo explica el Talmud – Sanedrín 58b) presenta siete mitzvot que los no-judíos deben cumplir. Estas siete leyes son los pilares de la civilización humana, y son llamadas las “Siete Leyes de Noaj”, ya que todos los seres humanos son descendientes de Noaj. Ellas son:
1. No matar.
2. No robar.
3. No idolatrar falsos dioses.
4. No ser sexualmente inmoral.
5. No comer un miembro arrancado de un animal vivo.
6. No maldecir a Dios.
7. Establecer cortes y llevar a los infractores ante la justicia.
Maimónides explica que cualquier ser humano que observa atentamente estas leyes gana un apropiado lugar en el cielo. Así que como ven, la Torá es para toda la humanidad, sin necesidad de conversión.
Así mismo, cuando el Rey Salomón construyó el Templo Sagrado en Jerusalem, le pidió específicamente a Dios que considerara los rezos de los no-judíos que iban al Templo (I Reyes 8:41-43). El Templo era el centro universal de la espiritualidad, el profeta Isaías se refirió a él como una "casa para todas las naciones". El servicio en el Templo Sagrado durante la semana de Sucot ofrecía un total de 70 ofrendas de Toros, correspondientes a cada una de las 70 naciones del Mundo. De hecho, el Talmud dice que si los romanos (quienes destruyeron el Templo) hubieran entendido cuanto beneficio recibían del Templo, ¡ellos nunca lo hubieran destruido!
Hoy en día, hay muchos grupos activos de no-judíos llamados "Bnei Noaj" quienes cumplen atentamente las Siete Leyes de Noaj.

Las razones de Israel para cambiar a un soldado por mil presos palestinos






No es la primera vez que Israel cambia miles de presos palestinos por un soldado israelí.

Detrás del drama humano del intercambio de prisioneros israelíes y palestinos hay una extraordinaria asimetría: la tasa que decreta que un sólo soldado israelí es igual a 1.027 prisioneros palestinos. ¿Cómo se llega a esta cifra?

La disposición de Israel a acordar estos términos es, al mismo tiempo, una muestra de fortaleza y debilidad.


Es una fortaleza porque reafirma a las tropas de reclutas y a sus familias que se hará todo lo posible para asegurar el regreso de sus soldados si son capturados. La frase "ningún soldado será abandonado en el terreno" no es una afirmación vacía.

Es una debilidad porque promueve el alto precio que se puede sacar a Israel de cualquier posible futura captura que involucre a un militar, y quizás hasta a un civil.

Existen varios factores detrás de este acuerdo. La naturaleza del ejército israelí, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), es uno de ellos.

A pesar de lo que digan muchos de sus críticos, las FDI son vistas por muchos israelíes como una expresión fundamental de su país, al mismo tiempo que como sus guardianes.

El servicio nacional, muy mal pagado y con frecuencia tedioso y arriesgado, es obligatorio y una de las mejores experiencias para crear lazos en la sociedad judía israelí.

Para la comunidad judía, que representa cerca de tres cuartos de la población israelí, el ejército es visto sencillamente como un país en uniforme. Como resultado, todavía produce una especie de reacción emocional que ha sido en buena parte olvidada en países como el Reino Unido o Estados Unidos, que cuentan con un ejército asalariado.

Tal y como lo dijo el presidente Shimon Peres, sin las Fuerzas de Defensa israelíes no habría Israel.

Vida sagrada

Esto es lo que crea presión política, que pocas veces se produce en otras partes del mundo, cuando un soldado es capturado.

La familia de Gilad Shalit se ha convertido en una excelente organización de cabildeo dentro de Israel, con una presencia muy visible en la vida nacional.

En ese respecto, compara el destino del sargento Shalit con el de Bowe Bergdahl, el joven soldado estadounidense capturado por radicales en Afganistán hace unos dos años y medio.

El ejército estadounidense puede estar haciendo esfuerzos para rescatarlo, pero su destino no está en la agenda del día de la política de Estados Unidos.

Más allá, existen bases filosóficas de Israel y el estado judío.

Las tradiciones del judaísmo hacen un poderoso énfasis en lo sagrado de la vida y en la obligación de redimir o rescatar al cautivo. El Talmud (texto clave de la ley y ética judía) dice que aquel que salva una vida debe ser considerado como si hubiera salvado a todo un mundo.

El primer ministro Benjamin Netanyahu aludió a esa enseñanza para explicarle a la nación el motivo por el cual decidió cerrar el acuerdo para liberar a Gilad Shalit.

La familia del soldado capturado se convirtió en una importante organización de cabildeo en Israel.

También hay en juego factores menos eminentes.

Primero: históricamente está claro que si Israel hubiera tenido una opción militar para rescatar a Gilad Shalit la habría tomado. No existía una vía militar para rescatarlo.

Segundo: en estas circunstancias, los enemigos de Israel saben el tipo de precio que está preparado a pagar para liberar a los suyos. Ese conocimiento ayuda a crear una figura de referencia.


Era sabido, o se rumoreaba, que durante años los gobiernos israelíes estuvieron dispuestos a pagar sumas sorprendentes para obtener cualquier información que los ayudara en el rescate de Ron Arad, un oficial de la aviación que fue abatido en Líbano en los años '80, y quien se cree que estuvo una temporada a manos del gobierno iraní.

Ahora se cree que lo más probable es que haya muerto en cautiverio. Pero mientras existió cualquier esperanza de recuperarlo vivo, Israel estuvo preparado a pagar fuertes sumas para salvarlo.

Existe otro precedente. En 1985 Israel liberó a 1.150 prisioneros en intercambio por tres soldados de la IDF.

El acuerdo entonces fue más controvertido que el actual con Gilad Shalit, pero sugiere que el gobierno israelí de ese tiempo hizo los mismos cálculos políticos y emocionales.

El papel de Egipto

Presumiblemente, Netanyahu calcula que el relativo silencio que hay en Cisjordania y Gaza hace que tal intercambio sea más agradable a la opinión pública israelí.

Egipto también juega un papel importante en esto. Su ambición es ser el mayor mediador de Medio Oriente, y tiene influencia sobre Hamas, debido a que esa organización puede estar buscando un nuevo hogar en El Cairo si el colapso en cámara lenta de las fuerzas sirias la obliga a irse de Damasco.

También tiene sentido para Israel firmar un acuerdo negociado por El Cairo en un momento en que su desesperadamente importante acuerdo de paz con Egipto está más frío que nunca.

Nada de esto debe socavar el poder emocional de lo que prometía ser un día extraordinario.

La familia Shalit, en parte gracias a su propia determinación, estará completa otra vez. Una captura, que debió haber sido inimaginablemente deprimente, se ha terminado.

Muchas familias palestinas, por su parte, en Cisjordania y Gaza, celebrarán su propio momento de reunificación.

En el
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