sábado, 28 de mayo de 2011

HUMOR O REALIDAD? El MUNDO CONTRA ISRAEL

Entiendo que estés molesto con nosotros los judíos, y sobre todo desde que tenemos nuestro propio Estado, Israel. Y más aún, entiendo que puedas estar enojado y hasta furioso.

No es nada nuevo, porque es claro que cada tanto pareces perturbado y molesto por nosotros los judíos, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos.
Hoy te molesta la represión de los palestinos, aunque sea para buscar o castigar a terroristas. Antes, por la destrucción del reactor nuclear del tirano y genocida Sadam Hussein en Bagdad, también te sentiste molesto por nuestra victoria en la Guerra de Yom Kipur.

Todos fueron ataques de defensa, tú lo sabes bien, Israel es tan pequeño que no puede darse el lujo de perder una sola guerra, sería la última, serií su fin. Pero por algún motivo que desconozco, igual que tantas veces antes, te sentiste molesto.
Aparentemente, los triunfos y la vida de los judíos te molestan enormemente. Como ya te comenté mucho antes de la existencia del Estado de Israel, el pueblo judío te ha molestado.

Y podemos ir hacia atrás en un largo camino histórico de perturbaciones.
Citar sólo algunos pocos para no cansarte demasiado.
Molestamos a los señores feudales del medioevo, que nos acusaban de ser los causantes de todas las pestes y calamidades que asolaban a sus pobres súbditos (que ellos mismo causaron).

Y molestamos a los cruzados, que en su camino para liberar Tierra Santa estaban tan disgustados con los judíos que asesinaron a cuantos pudieron en su Santo Camino.
Ya en el siglo XV molestamos a los Reyes de España, que nos mataron por millares y nos obligaban a convertirnos a la fe "verdadera" so pena de hoguera; no contentos con eso nos expulsaron de todo su territorio, y eso que estábamos allá mucho antes que ellos.

Por siglos perturbamos a la Iglesia Católica de Roma, que hizo lo posible para eliminarnos a través de la Santa Inquisición.
Nos acusaba de ritos barbaros, y con acusaciones varias, como la de ser el pueblo deicida. (??)

También molestamos a Martin Lutero, quien en su llamado para quemar las Sinagogas con los judíos adentro, mostró un admirable espíritu de misericordia cristiana.
Molestamos a todos los gobernantes de Europa, que nos acusaban de ser los causantes de todos los motivos, cada vez que se producía una crisis social o económica, y así fue durante siglos, a pesar de los progresos económicos en los que nosotros influenciamos.
Nosotros molestamos al pueblo alemán, que eligió por mayoría a Hitler y al pueblo austríaco que celebró su entrada en Viena. También molestábamos a las naciones Eslavas, a Polonia, a Hungría, etc., ya que todos ellos nos entregaron a los verdugos nazis para ser llevados a las cámaras de gas como si no fuéramos sus ciudadanos.
Antes de esto nosotros molestábamos a los Zares de Rusia y a los Cosacos, que masacraron miles de judíos entre 1648-49, algunos cuantos antes y algunos cuantos después.

También conseguimos molestar a Stalin, ya que en sus purgas y en sus Gulags se deshizo de varios miles de nosotros, con los más variados argumentos.
Y en función de sentirnos molestos por molestarte, querido MUNDO es que decidimos dejarte (es una manera de decir) y establecer un Estado Judío.
La razón es que al vivir en diferentes latitudes y países, sentimos que te irritamos y perturbábamos, aún cuando algunos abandonaban nuestra cultura y nuestras tradiciones asimilándose a las de la mayoría, seguíamos irritándote.
Los judíos que se convertían a la "fe verdadera", antes y después del decreto de expulsión de 1492, los conversos, no dejaron de ser objeto de discriminación, maltrato, ataques, y asesinatos.

También las cámaras de gas estaban llenas de alemanes que se creían libres de su judeidad, y se enteraban de lo contrario mientras les llevaban como a ganado en los trenes que avanzaban a los campos de exterminio.

Los países aliados, a pesar que los aviones podían, bombardeaban con precisión puentes y cuarteles enemigos, ignoraron la existencia de los campos de concentración y los hornos crematorios...

Por todo eso decidimos volver a construir un Estado en el mismo sitio donde la mayoría fuimos expulsados hace 1900 años por el Imperio Romano al cual aparentemente también molestábamos.

Mientras tanto te hemos dado hombres y mujeres extraordinarios, filósofos, artistas, científicos. Muchos de ellos, con sus investigaciones o con sus trabajos marcaron un antes y un después en sus materias y asuntos, ya sabes... ; B. Spinosa, Maimonides, Heine, F. Kafka, G. Mahler, Schoemberg, W. Benjamin, Proust, A. Einstein, S. Einsestein, S. Freud, A. Modigliani, C. Marx, Sabin, C. Milstein, J. Gershwin, C. Levi-Strauss, N. Mailer, A. Arent, Fleming etc. etc. (PERDON , SI ME OLVIDO DE TODOS LOS SABIOS QUE APORTARON TANTO A LA HUMANIDAD), y siendo apenas algo así como el 0,02% de tu población te hemos dado mas del 20 % de los premiados con el Premio Nobel. Cuando la guerra Civil Española, para luchar contra el fascismo y la tiranía, acudieron 40.000 brigadistas de todo el mundo, 7.000 de ellos eran judíos, una proporción realmente llamativa.

Aparentemente, querido MUNDO, tú eres muy difícil de complacer.
Después de haber pasado por múltiples persecuciones y matanzas, por la Inquisición, los Pogroms, el Holocausto y habiendo decidido vivir en nuestro pequeño Estado... (apenas mas grande que la provincia de Madrid, la provincia de Tucumán o que el Estado de Nueva Jersey) parece que seguimos molestándote.

Tú estas molesto por nuestra acción contra los palestinos... y hasta les disculpas sus terribles asesinatos con hombres bomba o que sacrifiquen a sus pobres niños colocándolos en las líneas de fuego.

Nunca antes te habías mostrado indulgente ni tan interesado por la suerte de nadie como por la de ellos, aún cuando los islamistas de Sudan hayan matado a mas de 800.000 personas en el proceso de islamización de ese país, o cuando los habitantes de Timor Este eran atacados. O cuando los franceses masacraban a la resistencia en Argelia. O por los niños de Sierra Leona que mueren matando todos los días. O por los cientos de miles de victimas en Camboya. A tí, mundo, no te interesa que no tengan Estados propios los cachemiros, los tamiles, los corsos, los kurdos, los neocaledonios, los ibos, los aymaras, los saharauis, los sioux, los gitanos o los kelpers (y hay otros más).
De los cientos de naciones sin Estado, sólo los palestinos han despertado tu solidaridad incondicional . ¿Dónde estaban manifestándose tus ciudadanos por la situación del pueblo tibetano? ¿Cuántas manifestaciones hubo por lo que pasó en la Plaza de Tiananmen? ¿Y por los de Cashemir? ¿Dónde estaba toda esta gente? Nadie mueve un dedo por los miles de pueblos sin Estado en todo el mundo. Pueblos que ahora son aniquilados, asesinados, como el pueblo kurdo o los armenios. Tú en esos casos casi no dices nada.

Pero los palestinos te interesan ahora, porque cuando Jordania mató a miles de ellos y fueron expulsados al Líbano, tampoco dijiste gran cosa (y esta es historia nueva) (el septiembre negro).

Y cuando Kuwait expulso a cien mil palestinos de su país, nadie dijo nada. ¿Por qué esta solidaridad con el pueblo palestino cuando se enfrenta a Israel?

Nunca TU, querido MUNDO, has estado tan solidario como con los palestinos, aún cuando estaba dirigido por un terrorista corrupto reconocido, que dirigió una de las administraciones mas corruptas, capaz de desviar para causas distintas y para cuentas particulares, los fondos con que TU le ayudas generosamente.

¿Por qué, querido MUNDO , te inventas masacres donde hubo combates, como en Jenin?, y tus prestigiosos intelectuales comparan el genocidio de millones de personas indefensas y ciudadanos pacíficos de pleno derecho, el Holocausto, con enfrentamientos en un levantamiento armado que en dos años ha causado mas de 1.000 victimas israelíes. Has aceptado una comparación de lo incomparable.

Apenas dices nada cuando revientan en Argentina la embajada de Israel, o la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) con mas de cien victimas, o cuando en Francia destrozan sinagogas, agreden a colegiales o profanan los cementerios judíos.
O cuando explotan la sinagoga de Tunez o cuando en un hotel de Netania vuelan por los aires medio centenar de personas en una de nuestras celebraciones mas queridas.
O cuando destrozan a escolares y amas de casa en los autobuses y mercados populares de Israel.

Tú estas muy enojado porque no renunciamos a las tierras ganadas en 1967, a las que accedimos venciendo con nuestra sangre a la agresión de todo el mundo árabe. Moscú, Washington, Europa, los árabes moderados y los árabes radicales, todos molestos con nuestra victoria.

Bueno,MUNDO,ponte por un momento en la piel de un judío corriente de Israel y dime como te sentirías.

Entre 1920-29 no existía ese problema de los territorios ocupados de 1967 que impidieran la paz entre judíos y árabes, no había Estado Judío para molestar a nadie, no obstante lo cual, estos mismos palestinos asesinaron a cientos de judíos en Jerusalem, Jaffa, Safed y Hebron, localidad en la que en un solo día fueron asesinados 67 judíos en 1929.

¿Acaso pudo haberse debido su furia por la "agresión israelí" de 1967? ¿Y por que 510 judíos, hombres, mujeres y niños fueron asesinados en disturbios provocados por los árabes entre 1936-39? ¿Fue porque los árabes se sintieron molestos por lo de 1967? ¿Imposible, no?

Y cuando tú, MUNDO, propusiste un plan de partición en 1947, que hubiera dado lugar a dos Estados limítrofes, uno Árabe y otro Judío, los Árabes respondieron con un rotundo ¡no!, fueron a la guerra y mataron 6.000 judíos porque preveían los acontecimientos de 1967?

¿De paso MUNDO, por qué no se escucha tu queja, tu molestia en aquel momento? Los pobres palestinos, que nunca hasta la creación del Estado de Israel se habían identificado como tales, que nunca pretendieron tener un Estado hasta esa fecha, son los mismos que hoy matan judíos con explosivos, son parte del mismo pueblo que incita a arrojarnos al mar.

El mismo odio, la misma falsedad, el mismo grito:' ¡itbaj-el-iahud!' (¡Masacrar a los judíos!) que oímos hoy, fueron escuchados entonces.

El mismo pueblo, el mismo sueño: destruir Israel. Querido MUNDO, tú estuviste pasivo, no dijiste nada, permaneciste a la espera, en 1948, cuando siete países lanzaron una guerra que la Liga Árabe (formada por países gobernados por sanguinarios dictadores) orgullosa y creída de su posible victoria comparo con las masacres mongólicas.
Tú estuviste a la espera, sin decir nada cuando Nasser, en 1967 salvajemente insto al mundo árabe a arrojarnos al mar.

Te seguimos molestando, querido MUNDO todas aquellas persecuciones, vejaciones y matanzas, todo aquel viejo antisemitismo, toma hoy la forma de antisionismo, subyace la misma judeofobia de siempre.

Tú, querido MUNDO, estarás encogido de hombros o tal vez a la espera, cuando mañana Israel enfrente su posible extinción otra vez.

Pero no lo dudes, haremos todo lo posible para permanecer vivos en nuestra propia tierra, haciendo lo que haga falta para ello.
- Si ésto te molesta, MUNDO, piensa cuantas veces en el pasado tú nos has molestado y perturbado.
- De cualquier manera, MUNDO, si te molestamos, aquí en Israel hay un JUDIO al que no le importa.

Qué significa Israel para Occidente?




El primer vínculo es el parentesco cultural. Toda persona que reconoce que sus raíces están en Occidente debe admitir que la esencia moral de esa cultura se encuentra en la tradición judeocristiana.

Da igual que la persona sea creyente, atea o agnóstica (como es mi caso). La noción del libre albedrío, el culto por la razón, la justicia y el diálogo, cultivado en las sinagogas, la hipótesis de que existen derechos naturales que no pueden ser conculcados por el Estado, el ideal de la libertad como valor supremo de la especie, la proposición de que es preferible la compasión y el perdón, provienen del legado judeocristiano con las adherencias que en el trayecto pudieron dejar el estoicismo y otras corrientes de pensamiento del mundo grecorromano.

Uno, siendo español o hispanoamericano, no puede recorrer Jerusalén y evitar percibir que está en un sitio propio con el que tiene unos profundos aunque remotos lazos históricos y personales. Todo occidental educado y con nociones de historia sabe que tiene dos patrias: la suya e Israel. Y esa sensación no se siente cuando se visita Pekín, Tokio, Bombay o cualquier ciudad que no haya sido desovada por la matriz judeocristiana, luego fundida en el crisol grecorromano.

Todavía recuerdo con emoción unas Navidades pasadas en Belén junto a mi familia. Aunque todos, en mayor o menor grado, compartimos el agnosticismo y una cierta indiferencia frente a la proposición de que existe algún tipo de vida más allá de la muerte, disfrutamos intensamente la compañía y los villancicos entonados por miles de peregrinos cristianos procedentes de diversas partes del mundo.

Me horroriza pensar que el corazón moral de Occidente, tanto por lo que tiene de judío como de cristiano (que es sólo otra forma de ser judío), pueda algún día ser barrido del planeta como sucedió con los sumerios o los fenicios. Lo vería como una mutilación de mi propia historia, de mi propia identidad.

Una deuda moral

En cuanto al Israel moderno, que tal vez me interesa más que el antiguo, me atan algunos elementos de carácter ético. Creo que Occidente tiene una enorme deuda moral con el pueblo judío. Es verdad que los nazis fueron los responsables directos del Holocausto. Salvo algunos canallas, nadie medianamente informado pone en duda que 6 millones de judíos fueron asesinados en los campos de exterminio nazis. Pero no es menos cierto que en Occidente los líderes y los pueblos prefirieron mirar hacia otra parte mientras Hitler y el resto de esa feroz tribu ideológica planeaba y ejecutaba la masacre.

Bastaba la lectura de Mi lucha, publicado en los años 20, para predecir la catástrofe. Tras llegar Hitler al poder, las leyes antisemitas fueron proclamadas en Alemania en 1935. En noviembre de 1938 las turbas nazis llevaron a cabo lo que se conoce como “la noche de los cristales rotos”, monstruoso pogromo efectuado en varias ciudades de Alemania y Austria contra los judíos, culminado con el asesinato de un centenar de personas indefensas y el internamiento de decenas de miles de judíos en campos de concentración.

Ante estos hechos, ampliamente reportados por la prensa, lo que hizo Occidente, en general, fue cerrarles la puerta a los emigrantes judíos, aunque, en ciertos casos, los estafaban o engañaban, y era frecuente que diplomáticos inescrupulosos les vendieran las visas o los documentos de viajes a personas desesperadas que se veían obligadas a abandonar sus posesiones para escapar de las persecuciones.

En mi país de origen, Cuba, en 1939, poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, se dio el caso vergonzoso de rechazar un barco, el Saint Louis, en el que llegaron a La Habana casi 1000 refugiados judíos provistos de visas ilegalmente vendidas por funcionarios corruptos a 500 dólares cada una, cantidad muy apreciable para le época.

Los asustados pasajeros del San Luis no pudieron desembarcar en la Isla, dado que el gobierno del presidente Laredo Bru se negó a aceptarlos, pese estar perfectamente documentados, ni tampoco pudieron poner pie en la Florida, en Estados Unidos, porque el presidente Roosevelt llegó a la conclusión de que era políticamente contraproducente. El barco regresó a Europa y el 80% de esos judíos luego fueron asesinados en los campos de concentración.

Es ingenuo pensar que los gobernantes de la época no sabían lo que estaba ocurriendo en las zonas ocupadas por los nazis. La verdad es que no les importaba demasiado porque, al fin y al cabo, discriminar, perseguir, maltratar, expulsar y hasta matar judíos fue una actividad usual en prácticamente todo el ámbito de Occidente durante muchas centurias.

Quienes no vivieron durante la Segunda Guerra Mundial ni fueron simpatizantes de los nazis, ni practicaron forma alguna de antisemitismo, pudieran alegar que no sienten ninguna responsabilidad con esos hechos y, por lo tanto, no están obligados a ninguna reparación material o moral.

Pudiera ser, pero el mundo sería un lugar un poco más decente si alguien les pide perdón a las víctimas de las grandes injusticias. Los papas del siglo XX nada tuvieron que ver con la persecución a Galileo, pero la Iglesia Católica ha hecho muy bien en reconocer los crímenes de la Inquisición y rogar que excusen aquellos bárbaros atropellos. Los armenios del siglo XXI no son los que sufrieron los crímenes de los turcos a principios del siglo XX, pero insisten en que ese viejo y ya raído ex imperio, hoy gobernado por personas que no habían nacido cuando se cometieron aquellos crímenes, les pidan perdón por lo que les hicieron a sus antepasados.

Si tenemos memoria histórica y aceptamos, para lo que nos honra y beneficia, que pertenecemos a una civilización que ha dado a Sócrates, a Maimónides o a Leonardo, lo honrado es también reconocer en ella la dotación de verdugos y gentes despreciables como Hitler o Stalin que nos han acompañado en el trayecto infectándolo con sus crímenes.

La judería extinguida

En todo caso, el reconocimiento de la negligencia, la apatía y la indiferencia cómplice de Occidente ante el holocausto judío, debería ser también el punto de partida de una reflexión sobre el daño intelectual y económico que todos sufrimos con la pérdida de la judería europea, especialmente la compuesta por los científicos, pensadores y artistas congregados en Alemania, Austria, Hungría y Checoslovaquia, sin menoscabo de reconocer también el perjuicio terrible infligido a los judíos polacos y ucranianos, mucho menos evolucionados culturalmente, aunque numéricamente mayoritarios.

Si algo sabemos con bastante precisión del desarrollo de las sociedades, es que éste está íntimamente ligado a la existencia de clusters que impulsan el progreso o el arte mediante espasmos creativos colectivos como los que sacudieron la Florencia de los Médici, el Madrid del Siglo de Oro, la Escocia ilustrada del siglo XVIII o el llamado Silicon Valley en la California de las últimas décadas –por consignar algunos ejemplos--, aunque sólo sea porque la concentración de talento potencia, fecunda y estimula la actividad del genio individual.

Pues bien, la concentración de talento judío en Europa central desde mediados del siglo XIX hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en un fenómeno casi único en la historia técnica y científica contemporánea. Personas como Einstein o Freud, por sólo mencionar dos entre cientos de nombres que pudieran figurar en la lista, hicieron aportes fundamentales para beneficio de toda la humanidad, pero esa inmensa fragua del pensamiento, de la que todos nos beneficiábamos, fue barrida y borrada del mapa por la furia nazi, con lo cual todos salimos perjudicados.

No es verdad que en los campos de exterminio sólo padecieron los judíos y otras minorías como los gitanos y los homosexuales: con la desaparición de la intelligentsia judía europea todos salimos inmensamente perjudicados. Al liquidar ese inmenso y fecundo cluster se le hizo a la humanidad un daño irreparable. Toda Europa ha podido restañar las heridas, todas las ciudades han sido reconstruidas, incluso las que fueron demolidas hasta los cimientos por los bombardeos, pero sólo una pérdida ha sido permanente: la inmensamente creativa judería europea.

Un nuevo cluster

Sin embargo, con el paso del tiempo, lo que la locura y la vesania nazis destruyeron en Europa, renació paulatinamente en el Medio Oriente por el esfuerzo de los judíos, muchos de ellos supervivientes del Holocausto, quienes llevaron a Israel los métodos, los conocimientos y las mejores tradiciones académicas europeas, echando las bases en el nuevo país de una sociedad amante de la investigación y la ciencia.

Israel es hoy un asombroso foco de iniciativas técnicas y científicas, un extraordinario laboratorio de ideas que luego se materializan en artefactos, sustancias o servicios que mejoran y alargan la calidad de vida de los seres humanos. El milagro insensiblemente aplastado de la judería europea ha vuelto a florecer en Israel de manera creciente a partir de 1948, pese a la enorme cantidad de problemas que el joven estado israelí ha debido afrontar: guerras devastadoras, la llegada de millones de inmigrantes, la falta crónica de agua, y hasta la resurrección de una lengua prácticamente muerta, el hebreo, idioma que a principios del siglo XX hablaban muy pocas personas porque rara vez se utilizaba fuera del ámbito litúrgico.

Esa es otra de las razones por las que a mí, habitante de Occidente, me interesa sobremanera que los ciudadanos del estado de Israel continúen pensando y trabajando. Cada hallazgo científico que realizan, cada innovación técnica que concretan, cada empresa que consigue convertir en éxito económico esa innovación técnica o ese hallazgo científico logrados en su país, son elementos de los que me beneficio como usuario o consumidor en la otra esquina del planeta.

Es como si el mundo dispusiera de un enorme think-tank compuesto por millones de personas, por el que nada tiene que pagar hasta que no nos presenta resultados positivos en forma de bienes o servicios. Esas universidades israelíes, esos institutos y centros de investigación, esas empresas que se incuban en Israel y luego saltan a la Bolsa, forman parte de un inmenso capital del que nos beneficiamos todos, como se beneficia la memoria de un computador por el auxilio de un disco duro externo, por decirlo en términos rabiosamente contemporáneos. Dudo que exista en el mundo, medido en términos relativos vinculados al número de habitantes, un cluster científico y técnico tan productivo y tan densamente constituido como el de Israel.

Al margen del horror que me produce saber que hay gobiernos decididos a repetir el genocidio nazi y “echar los judíos al mar”, como cada cierto tiempo amenaza el señor Ahmadineyad, dictador de Irán, siento que un crimen de esa magnitud, como ya sucedió en el siglo pasado, si se llevara a cabo me perjudicaría tremendamente en el terreno individual, aunque yo no sea judío ni viva en Israel. Es imposible cuantificar el daño que se le hizo a la humanidad con el Holocausto, pero me temo que si algo así volviera a suceder, esta vez en Israel, los perjuicios que todos sufriríamos serían aún mayores.

Israel como Benchmark

Israel es, además, un extraordinario benchmark para poner a prueba nuestras ideas sobre el desarrollo económico, la convivencia democrática y el cambio político.

Tras la experiencia israelí no es posible seguir culpando a la falta de recursos naturales de la relativa pobreza latinoamericana. Pocos países como Israel han sido tan pésimamente favorecidos por la naturaleza para alcanzar la prosperidad. Sin embargo, el ingreso per cápita es de 30.000 dolares anuales, cifra que duplica el de Chile, país que está a la cabeza de América Latina en ese rubro.

A partir del caso de Israel, tampoco es permisible imputarle la miseria a la escala de la economía. Israel es un pequeño mercado de 8 millones de habitantes, rodeado por países hostiles con los cuales apenas realiza intercambios. No forma parte de grandes bloques comerciales como la Unión Europea, el Mercosur o el Tratado de Libre Comercio que vincula a México Canadá y Estados Unidos. Tiene y procura, eso sí, acuerdos comerciales con la Unión Europea, Estados Unidos y con cualquier país con el que pueda realizar transacciones económicas mutuamente beneficiosas.

Para colmo de males, Israel debe invertir en su defensa el 7.3% de su Producto Interno Bruto, lo que lo convierte en el sexto país del mundo que proporcionalmente más gasta en defensa, recursos que se desvían de otras áreas en las que pudieran generar riqueza, pero las tres grandes guerras que ha sostenido con los vecinos árabes, más las intervenciones militares en Líbano o en la Franja de Gaza, hacen inevitable esas erogaciones. Como punto de comparación, Estados Unidos, pese a librar guerras en Irak y Afganistán, sólo gastan en Defensa el 4% de su PIB.

Por otra parte, cuando nos dicen que el desarrollo es muy difícil o imposible en sociedades que padecen grandes tensiones y conflictos, es inevitable recordar el caso de Israel.

El pequeño país es una democracia libre, plural, sometida a elecciones periódicas, con poderes independientes celosos de su autoridad, dotada de un sistema judicial capaz de encarcelar al presidente, a los ministros o a cualquiera que viole la ley, porque todos tienen que subordinarse al Estado de Derecho y a las reglas generales que se han dado libremente la comunidad.

Es verdad que la minoría árabe-israelí tiene algunas dificultades que no padece la mayoría judía, pero también es cierto que esos árabe-israelíes forman parte del parlamento, acuden a las mismas instituciones en las que estudian los judíos, tienen sus órganos de expresión, poseen libremente sus templos religiosos y las mujeres de esa etnia son las más libres de todo el mundo árabe.

Mientras en el vecino Egipto el 90% de las mujeres sufren la ablación genital y deben aceptar en silencio la poligamia, las humillaciones o las palizas conyugales prescritas en el Corán para mantener la autoridad del pater familias, en Israel impera la igualdad de sexos ante la ley y la protección de la mujer frente a cualquier “abuso de género”.

A dónde quiero llegar es al siguiente extremo: en Israel se desmiente la hipótesis de que el desarrollo impetuoso sólo es posible con gobiernos fuertes y con mano de hierro. No es verdad. Una democracia liberal como es Israel, gobernada por coaliciones débiles que gozan de exiguas mayorías parlamentarias, puede alcanzar altísimos niveles de progreso si la clase dirigente se somete al imperio de la ley.

Israelíes de izquierda instan a Europa reconocer al Estado palestino

Alrededor de 20 destacadas personalidades israelíes de izquierda firmaron una carta abierta instando a los líderes europeos a apoyar una resolución a favor del establecimiento de un Estado palestino independiente en las Naciones Unidas, en septiembre.
Convocados por el grupo izquierdista Solidaridad, entre los firmantes del petitorio se halla el ex portavoz de la Knéset (Parlamento) Abraham Burg (foto), el ex director general del Ministerio de Exteriores Alon Liel, el ex jefe de la Comisión del Servicio Estatal Iztjak Galnoor, y el ex embajador israelí en Sudáfrica y en las Filipinas, Ilan Baruj.
Entre los académicos que se sumaron a la carta abierta se encuentra el Premio Nobel, profesor Daniel Kahneman, el ex presidente de la Academias de Ciencias de Israel, Menajem Yaari, y los Premios Israel, Yuval Yermiahu, Avichai Margalit y los escritores Nir Baram, Lea Eini y Ronit Matalon.
Dada la "sospecha mutua y las dilaciones" tanto
por parte de los israelíes como de los palestinos, la declaración la independencia de Palestina "no es sólo un derecho, sino también un paso positivo y constructivo a favor de ambas naciones", señalaron los firmantes.
"Como ciudadanos israelíes, declaramos que si la nación palestina declara un estado independiente y soberano, que exista al lado de Israel en paz y seguridad, apoyaremos esta declaración y vamos a reconocer a un estado palestino basado en las fronteras de 1967, con intercambios de territorio acordados", agregaron.
Además, los signatarios afirmaron que el reconocimiento de Israel hacia el gobierno de turno de la Franja de Gaza traería, a su vez, el reconocimiento recíproco de Israel.
"Hacemos un llamado a las naciones del mundo a declarar su voluntad de reconocer un estado palestino independiente basado en estos principios", continuaba la carta. "Este reconocimiento establecerá el marco y los parámetros para las negociaciones pertinentes sobre los detalles de un acuerdo entre los dos estados."
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