viernes, 4 de marzo de 2011

Raise Your Mask - Purim

La nueva pobreza judía: Muchas familias viven en hoteles y van a comedores comunitarios


Al menos 975 familias judías reciben asistencia social a través de los seis centros que la Fundación de Jabad Lubavitch tiene en la ciudad de Buenos Aires y Morón, en el oeste del conurbano bonaerense.
El dato estadístico revela una baja en la cifra de personas que reciben asistencia respecto de la crisis de fines de 2001 y comienzo de 2002, que afectó a toda la Argentina y que puso al descubierto que la pobreza también alcanzaba a la comunidad judía.
“Por lo general se piensa que los judíos estamos en una mejor situación económica y social, pero lamentablemente no es así tenemos mucha gente que está viviendo en hoteles y se acerca a los comedores”, aseguró la directora de la Fundación de Jabad Lubavitch, Marcela Schilman, en declaraciones a la Agencia Judía de Noticias (AJN).
Schilman describió la situación social de la comunidad judía y de acuerdo a los casos que reciben en la fundación uno de los principales problemas son las personas que viven solas, que para atenuar la soledad suele ir a los comedores porque es “el único contacto que tienen en el día”.
Jabad Lubavitch tiene cinco centros de atención en la ciudad de Buenos Aires y otro en Morón con “un promedio de 170 familias beneficiarias que reciben una ayuda integral, que incluye ticket canastas hasta medicación para enfermos crónicos”.
“También reciben ayuda para la vivienda, ayuda económica para el mantenimiento, el alquiler, los impuestos o arreglos. Tenemos diferentes programas, pero la ayuda social es la base de la fundación”, explicó Schilman.
La dirección de la Fundación de Jabad Lubavitch Argentina y uno de los centros de atención se mudarán próximamente al edificio Zully Goldfarb, en la calle Tucumán, donde también va a funcionar el centro de Ieladeinu y el área de ayuda social de Jabad.
En la actualidad, la fundación lleva adelante el Programa Javaia para adultos mayores, el Maón Tipulí, un espacio de trabajo dedicado a la salud mental, y también el área de encuentros de reflexión y ayuda mutua, Iedid Nefesh,
“Tenemos una oficina de empleo, tres comedores comunitarios en Villa del Parque, Flores y Abasto, tres roperos comunitarios en Morón, Flores y Abasto”, enumeró Schilman.
La directora señaló que la ayuda es para “gente perteneciente a la comunidad”, pero aclaró que “con que haya un integrante perteneciente la ayuda llega a todo el grupo familiar”.
“Atendemos todas las edades. A recién nacidos con pañales y leche, gente de muy avanzada edad con medicamentos, y hay muchas personas postradas que atendemos”, comentó.
Respecto de cuál es el grupo más vulnerable dentro de las personas que reciben ayuda, Schilman indicó que “en este momento tiene que ver con la cuestión coyuntural de la población, ya que es la gente de la tercera edad que es más difícil que puedan mejorar con la ayuda de la comunidad”.
“También tenemos un porcentaje grande de personas con padecimiento mental que es difícil que puedan sostener un empleo, por ejemplo. Además tenemos mucha gente viviendo sola que es una gran problema”, resaltó.
Schilman comentó que “a la comunidad le falta previsión” para atender las situaciones de pobreza y los problemas sociales.
“Trabajamos con la nueva pobreza, gente que hasta tenía una casa en Punta del Este y que siguió manteniendo cierto nivel de vida y al día siguiente le remataban la casa”, señaló.
Más allá de la asistencia que la fundación puede brindar a través alimentos y ayuda económica, Schilman destacó que el primer paso es establecer “un nexo con los familiares, con algún hermano, algún miembro de la familia, que esté en la Argentina o fuera del país. Esa es nuestra función especial”.
“Tenemos un montón de casos exitosos de familias en situación terrible y lograron superar el momento. Hubo una familia que volvió de Israel y que desde Ezeiza nos llamaron y nos dijeron que tenían 50 pesos, Encima era una familia con chicos y sin posibilidad de trabajo, se los ubicó en un hotel esa noche”, relató la directora.
Schilman comentó que la fundación le consiguió trabajo al papá y los chicos fueron a la red escolar. “Con donaciones los ayudamos a hacer la casa y ella consiguió trabajo y ahora dejaron de ser beneficiarios y la mamá es voluntaria del programa”, comentó.
De acuerdo a lo explicado por la directora, la fundación ayuda con lo que tiene que ver con la salud, con el tema de las obras sociales.
“Tenemos una señora de 85 años que con nuestro acompañamiento terminó la primaria y es un placer que hoy les pueda leer cuentos a sus bisnietos”, indicó.
Respecto de la crisis que afectó a la Argentina entre 2001 y 2002, Schilman destacó que “la respuesta de la comunidad judía fue muy buena” porque “como en bloque fuimos a resolver el problema y entre todas las instituciones lo pudimos lograr”.
“La fundación atendía a 2500 familias en 2002 y ahora 975. Bajó mucho la cantidad de gente, pero lo que vemos es que vienen llegando que son casos muchos más graves. Tenemos caso de violencia familiar, personas que llegan con algún tipo de patología psiquiátrica, problemas de vivienda y algún problema legal”, señaló la directora.
Sobre los casos de drogadicción, Schilman comentó que reciben casos de drogadicción y se trata de orientarlos.
“No tenemos un equipo de tratamiento de adicciones, no es una problemática que me preocupe en práctica, pero existe casos”, concluyó la directora de la fundación.

Israel mejor que nunca, la mayoría de los israelíes peor


Es cierto, las personas a veces no son grandes administradores. La gente común, esa que trabaja muchas horas para poder vivir, no ha concurrido a ninguna universidad de economía, no sabe que decisiones tomarán los que manejan al país y no tiene posibilidad de participar en las decisiones o influir en ellas. Debería ser tan sencillo como una fórmula: un sueldo o en la mayoría de los casos dos sueldos, es igual a: pagar el alquiler, la luz, la comida, los servicios, la educación y la salud.
Si sobrara algo para disfrutar mejor, pero por lo menos debería alcanzar para lo básico. No hablemos de las personas que no quieren trabajar. No hablemos de quienes no consiguen trabajo.
Hablemos de quienes tienen hasta dos trabajos, uno el hombre y otro la esposa, lo cual es bastante sacrificado y deja por el camino muchas otras tareas que un matrimonio debe cumplir para su familia. Aun con dos trabajos la vida es tan cara que no alcanza para vivir y educar a los hijos.
No se anuncia inflación pero muchos precios suben y se multiplican. Se entra entonces en el círculo de los créditos, algo que es bastante fácil conseguir por primera vez pero bastante difícil de mantener y renovar ya que si los ingresos no alcanzan se dificulta el cumplimiento. ¡Cuidado que uno de los dos pierda el trabajo, o que la empresa que lo emplea no cumpla con los pagos a tiempo! No habrá explicación que valga. Una pequeña dificultad transitoria equivale para los bancos o las tarjetas de crédito a un incumplimiento grave y automáticamente cambiará la relación con quien fuera su cliente para convertirlo en su deudor moroso y pasible de todo tipo de sanciones.
Pero resulta que todo esto sucede en un Israel que está cada vez más floreciente, cuya economía crece más de lo que los propios responsables previeron en forma optimista, con empresas tecnológicas que siguen generando negocios con todo el mundo, con plantas que resolverán al fin el problema del agua y con descubrimientos que auguran un futuro promisorio para los próximos cien años si hablamos de combustibles.
¿Dónde está entonces el problema? No hay dudas de que está en la dirección de la gran empresa que es el país.
Convengamos que gobernar es difícil y que este particular país que tiene que estar siempre defendiéndose, que tiene que estar equipado militarmente como para mantener una superioridad que no aliente a sus enemigos a atacarlo, que depende no sólo de lo que pase internamente sino de lo que pasa en los países o territorios vecinos.
Pero nada de esto puede distraernos ni justificar la falta de interés de los responsables del Gobierno sobre lo que le pasa a sus ciudadanos. Se han conformado con ver los grandes números positivos que da la macro economía, pensando que si al país le va bien, todo está bien. No es cierto.
El país no es un pedazo de tierra y su Gobierno. El país está formado por toda la gente que vive en él y además se nutre de los ingresos que generan todo tipo de excesivos impuestos y cargas sociales al punto de que muchos empleados de fabricas no desean hacer horas extras porque eso equivale a trabajarlas gratis y depositar todo lo extra recaudado en el pago de gravámenes.
El objetivo de la existencia de un Estado no es la economía sino que ésta es un medio para el desarrollo y el cumplimiento de las obligaciones con los ciudadanos. La prioridad debe ser cuidar de la gente, asegurarse de que tengan un mínimo nivel de existencia digna y por lo menos la esperanza de un futuro mejor. No hay ni se vislumbra preocupación alguna en el Gobierno por estos importantes conceptos. Se le nota contento, conforme con que al país le va muy bien a pesar de las dificultades existentes en la zona de Medio Oriente, de la inestabilidad que esto provoca y de la reciente crisis mundial.
Sin embargo, no hay que olvidar que esos ciudadanos a los que
se desprecia con la indiferencia son los que en poco tiempo les harán perder su lugar privilegiado, ese que les permite no ser parte del problema.
En Israel no tendremos seguramente el tipo de protestas que estamos viendo en los países árabes y que han tumbado gobiernos dejando a otros en el mismo camino.
En primer lugar porque el problema descripto no llega al nivel de gravedad ni a las carencias de esos países y en segundo lugar porque la cultura de sus ciudadanos es diferente y van a manifestar su descontento de la forma que permite la democracia, o sea con su voto. Si hoy hubiera elecciones y sin necesidad de encuesta alguna, este gobierno no tendría la más mínima posibilidad de ser elegido. Habría quienes opten por la anterior ganadora de las elecciones que en su oportunidad no aceptó prebendas para formar Gobierno, lo que la deja bien posicionada ante la opinión pública israelí.
Otros, deslumbrados por su hablar claro y radical en temas en los que el Gobierno no quiere definirse, votarían al actual canciller Avigdor Lieberman, que crecerá mucho salvo que los juicios pendientes determinen fehacientemente los delitos que se le imputan. En ambos casos los votantes lo harán con la esperanza, fundada o no, de que algo cambie en su vida y en sus penurias diarias.
Ni Barak, ni Netaniahu tendrán otra oportunidad y eso se debe pura y exclusivamente a que olvidaron por completo para quienes deben trabajar. La gente siente claramente que no es importante para ellos y se tomará revancha cuando llegue el momento.
Salvando las distancias y remarcando la diferencia de métodos aún en la disidencia, Israel al igual que otros países de la zona no reparte las bondades de los beneficios que recibe. Por el contrario, presiona a sus ciudadanos con tarifas cada vez más altas y con impuestos que mejoren los números a costa de que las familias no puedan vivir con la dignidad necesaria y los mínimos suficientes.
En algunos países árabes sus Gobiernos han puesto las barbas en remojo al ver los acontecimientos y decidieron dar mejoras a la gente para tratar de salvar el pellejo o mantener el poder.
No creo que el Gobierno israelí vaya a cambiar su posición en el tema. Nadie tiene esperanzas de que ello suceda. Por tanto, de deuda en deuda, de refinanciación a refinanciación, de andar rogando a los gerentes o jefes de cuenta de los bancos y rezando, aun quienes no son religiosos, para no perder el empleo aunque éste sea de sueldo mínimo porque allí sí que no habrá salida por muchísimo tiempo. Y esto es una posibilidad cierta para muchos empleados ya que han cerrado gran cantidad de empresas que no pudieron mantenerse en las actuales circunstancias. La presión fiscal sumada a la falta de ventas y apoyo crediticio han producido esos resultados.
Los bancos dan cuando el cliente no necesita y quitan cuando realmente hace falta dar. Empresas que cierran son empleos que se pierden, y empleos que se pierden son consumos que no se realizan, pagos que se retrasan en el mejor de los casos o que nunca se podrán pagar. No hay una política clara al respecto. Como en la jungla, y será por nuestra cercanía con África, al que se queda por el camino se lo comen los leones. Se vive una gran tensión para no caer en esa trampa mortal. Se tapa un agujero con otro más grande porque nadie quiere estar en el grupo de los desaparecidos. Así las deudas cada vez son mayores, los sueldos cada vez alcanzaran menos, los créditos se perderán, y con ello el respeto de los hijos hacia sus padres que no han podido darles el ejemplo y la enseñanza de cómo subsistir honestamente en esta vida.
El problema familiar y social que generan las malas políticas de un país llevará mucho tiempo revertirlo. Es mucho más lógico y humano que el Gobierno empiece a preocuparse y a tomar medidas que mejoren la situación real en tiempo presente.
De no ser así, que Dios y la Justicia se lo demanden.
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