domingo, 13 de mayo de 2012

Una historia violenta: la biografía de Jerusalén, la Ciudad Santa



En Jerusalén al interior del muro, uno de sus óleos más conocidos, el checoslovaco Ludwig Blum compuso hacia 1930 una vista del casco antiguo de la ciudad.
Destacan tres templos: la sinagoga Hurva, en el corazón del barrio judío; la iglesia del Santo Sepulcro, en el lugar donde habría resucitado Jesucristo, y en el Monte del Templo, la islámica Cúpula de la Roca, edificada sobre la piedra fundadora del Templo de David. En una imagen, el pintor sintetizó la crónica de Jerusalén.
Precisamente a la historia de Jerusalén -“casa de un solo Dios, capital de dos pueblos y templo de tres religiones”- dedica el historiador londinense Simon Sebag Montefiore su último trabajo, Jerusalén: la biografía, incluido por The Economist en su lista de mejores publicaciones de 2011. El biógrafo -autor de dos elogiadas obras sobre Stalin y otra sobre Potemkin- despliega un ágil y pormenorizado relato de 700 páginas que cubre los tres milenios de historia de una ciudad que, a pesar de su carácter sagrado para judíos, cristianos y musulmanes, ha sido siempre “un antro de superstición, intolerancia y charlatanería”.
¿Cómo es que una “mísera ciudad provincial entre las colinas de Judea”, alejada de las rutas comerciales, se convirtió con los siglos en el lugar donde “Dios se encuentra con los hombres en la Tierra”, codiciada por las grandes potencias históricas y, actualmente, en el “estratégico campo de batalla del choque de las civilizaciones”? Montefiore muestra que el carácter sagrado de Jerusalén (la única ciudad que “existe dos veces, en el cielo y en la Tierra”) evolucionó con los tiempos, dotándose de legitimidad y tradición con la competencia milenaria de los monoteísmos por adueñarse del “centro del mundo”. La Ciudad Santa, siempre disputada, fue durante mil años exclusivamente judía, durante 400 años cristiana y durante 1.300 años musulmana, y como apunta Montefiore, siempre ha sido “conquistada por la espada”.
La biografía comienza in medias res, en el año 70 después de Cristo, con la destrucción de Jerusalén por parte de 60 mil legionarios romanos a las órdenes del general y futuro emperador Tito, y termina en 1967, con la captura total de la ciudad por parte de Israel durante la Guerra de los Seis Días, que confrontó al joven Estado israelí con una coalición de estados árabes. Los extremos del relato no son casuales: grafican los momentos históricos en que los judíos perdieron y recuperaron (20 siglos después) el control político de la localidad.
Entremedio, Montefiore aborda cronológicamente las distintas épocas político-religiosas que vivió la urbe: los reinados de David y Salomón, las invasiones babilónicas y persas, el paganismo romano y la cristiandad bizantina, la irrupción del Islam y las cruzadas católicas, la conquista mameluca y el imperio otomano, el protectorado británico y los nacionalismos árabe y judío del siglo XX. El autor se sumerge en las fuentes como un arqueólogo en las capas geológicas del terreno, encontrando personajes fascinantes (como Flavio Josefo o Ben-Gurión), restos de templos cubiertos por el mito (como el de Herodes), pinturas y fotografías, diarios de vida, memorias de peregrinos venidos de ultramar y cadáveres, muchos cadáveres.
Como el libro consigna hasta la saciedad, prácticamente no existe rincón de Jerusalén donde no se haya respirado la sangre y la descomposición. Como piezas de dominó desfilan las batallas y matanzas y los asedios ejecutados en nombre de un dios particular. Visitada por ilustres políticos -Alejandro Magno, Napoleón, Churchill- y profetas religiosos -Abraham, Jesús y Mahoma habrían pisado sus calles-, la ciudad también alojó a escritores de renombre que no tardaron en registrar sus impresiones sobre ella. Un desilusionado Flaubert la retrató como un “cementerio rodeado de murallas”; Herman Melville la asemejó a una “calavera” sitiada por “un ejército de muertos”; Amos Oz la comparó a una “ninfomaníaca viuda negra que devora a sus amantes”, y Aldous Huxley la llamó “el matadero de las religiones”.
No obstante la violencia, la tesis del autor se desliza más allá, derribando el mito de la guerra permanente. Montefiore demuestra con hechos que Jerusalén gozó de largos períodos de paz y prosperidad y que las continuidades y coexistencias históricas del lugar -la hibridez y complejidad de sus edificios y habitantes- desafían las sesgadas categorizaciones religiosas o las interesadas narrativas chovinistas del último tiempo.
En línea con esto último, sorprende la faceta de comentarista político de Montefiore en el epílogo, donde esboza una lúcida lectura de la situación de Jerusalén desde 1967 hasta hoy. El autor, judío y descendiente de uno de los mayores filántropos de la ciudad, lanza duras críticas al proceso de paz, los políticos palestinos y, en particular, al camino que tomaron los gobiernos israelíes luego de la Guerra de los Seis Días. La posesión de Jerusalén los intoxicó, dice el autor, y mudó el espíritu secular del Estado judío de 1948 por un planteamiento que fundió las esferas política y religiosa, preparando a la nación para pagar cualquier precio por mantener (y extender) la conquista.
Dijo Amos Oz, nacido y criado en la Ciudad Santa: “Deberíamos sacar cada piedra de los sitios sagrados y trasladarlas a Escandinavia por cien años, y no volver hasta que todos hayamos aprendido a vivir juntos en Jerusalén”. Tras leer este libro, no parecerá una mala solución.

Exiliados: Irán está desarrollando la bomba atómica









Un informe publicado por el grupo de oposición iraní Mujahedin e Khalq (MEK) señala que Teherán está acelerando su programa nuclear.
El informe y sus organigramas describen a las agencias involucrados en el programa nuclear iraní e identifica a sesenta científicos realizando investigaciones vinculadas con el desarrollo de la bomba atómica en once instituciones y compañías, que operan clandestinamente bajo el control del Ministerio de Defensa.
Según el reporte, la secreta Organización de Investigación para la Nueva Defensa (conocida en persa por su abreviatura SPND), lleva adelante la investigación y las pruebas de ojivas y detonadores, entre otros.
El SPND tiene su cuarte general en Mojdeh, una instalación militar situada cerca de Tehrán, y está encabezada por Mohsen Fakhrizadeh-Mahabadi. Este último ha sido identificado por las agencias de inteligencia occidentales como el principal responsable del programa nuclear militar y sobre él pesan las sanciones de las Naciones Unidas.
El reporte de MEK también identifica una instalación denominada "Centro de Explosivos, Investigación y Tecnología de Detonaciones" – conocido como METFAZ por sus iniciales en persa – cuya sede está ubicada en un edificio de cinco pisos en el barrio Pars,

de Teherán.
Sus investigadores son responsables del desarrollo de explosivos de alto poder para detonadores nucleares y de los test conducidos en la base militar de Parchin, una instalación de la que - desde hace mucho tiempo - se sospecha que ha estado vinculada a las actividades nucleares y a la que Irán se niega a permitir el ingreso de los inspectores de la ONU.
Según el informe, el SPND está compuesto por siete subdivisiones: una división que trabaja con el principal componente de la bomba, incluyendo el uranio enriquecido, un departamento que diseña y moldea el materia que se precisa para construir la bomba, una división encargada de producir los metales que se precisan para una ojiva nuclear, un departamento que produce materiales altamente explosivos empleados para provocar una detonación nuclear, una agencia que investiga los materiales químicos avanzados, una división encargada de los cálculos electrónicos para fabricar la bomba nuclear y una división responsable de las actividades con laser que se precisan para un arma atómica.
Según algunos expertos la información de MEK contradice la evaluación de que Irán aún no ha tomado la decisión de fabricar la bomba atómica; en tanto que otros se mantienen escépticos sobre la confiabilidad de la información proporcionada por los exiliados iraníes.

En Israel piensan en levantar una megalópolis en el centro del país para solucionar el problema habitacional






Arquitectos y economistas coincidieron en que la solución a la crisis habitacional de Israel sería el diseño de un nuevo modelo de Estado que incluya una importante inversión para levantar una mega-ciudad que abarque la mayor parte del centro de Israel.
Los expertos dicen que estos modelos pueden solucionar los problemas de vivienda para un máximo de 10 millones de personas sin aumentar los precios de las propiedades.
Este modelo, conocido como megalópolis, prevé transformar la zona urbana de la ciudad en estado, similar a Singapur y Hong Kong. Según la propuesta, toda la zona entre Haifa y Beer Sheva, en el en el sur de Israel, se urbanizarán por completo.
El desarrollo urbano de esta región no dañará el medio ambiente, según aseguraron los especialistas. Las grandes ciudades pueden incluir muchos parques y mantener de manera más eficaz el medio ambiente.
Además, los parques de la ciudad, de acuerdo con este enfoque, son más accesibles al público y aprovechan mejor las zonas abiertas que los bosques y campos.
La idea de megalópolis también es apoyada por la afirmación de que Israel es demasiado pequeño y centralizado que debe incluir más de un centro metropolitano.
Un país de 21.000 kilómetros cuadrados y 7,8 millones de personas necesita una gran ciudad.
El economista Yaakov Sheinin, fundador y CEO de los modelos económicos, comparó a Israel con Londres, y consideró que no hay problema de hacinamiento urbano en Israel. La zona comprendida entre la costa y la Línea Verde, Hadera y Ashdod, es de 1.400 kilómetros cuadrados, al igual que Londres y sus suburbios, apuntó.
"Ocho millones de personas viven en Londres dentro de esta área", dice Sheinin. "Aquí sólo 3,5 millones de personas viven en la misma zona. No está lleno de gente", sostuvo.
Por eso, según Sheinin, la clave es crear una gran área metropolitana para el desarrollo de un sistema de transporte masivo para permitir el movimiento rápido y eficiente de los suburbios hacia el centro.
Sheinin sostiene que a pesar de ser un país pequeño, Israel tiene muchas deficiencias, una ventaja importante es que todo está cerca.
"Cuando los estadounidenses hablan de los suburbios de Nueva York que significan Connecticut. Eso es una hora de tren", indicó. "Si el tren a Sderot fuese adecuado, la ciudad se convertiría en un suburbio de Tel Aviv",
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