viernes, 27 de abril de 2012

Israel: realidades y desafíos

por Lic. Rafael Winter “Si lo queréis no será una leyenda”. Así lo expresaba Teodoro Herzl, el fundador del Sionismo Político hace ciento quince años atrás. También expresaba que “no sé si en cinco años pero sí en cincuenta el Estado judío será una realidad”. Acertó. Con una extraordinario visión profética. Israel está cumpliendo sesenta y cuatro años de existencia. Es motivo de alegría y regocijo. Durante casi dos mil años, generación tras generación, el pueblo judío pedía, rezaba por el retorno a Sión. Esto mantuvo la ligazón espiritual del pueblo con la Tierra de Israel. Pero no fue suficiente. Tuvo que aparecer un movimiento, el Sionismo para transformar la tradicional “idea sionista” en actividad. El Sionismo decidió tomar el destino judío en sus manos y no aceptar pasivamente que dicho destino sea decidido por los demás. Hoy Israel es una realidad indiscutible. Un país –me refiero al pueblo, su gente, sus logros- del cual podemos sentirnos orgullosos. Al que debemos apoyar. Lo que no significa compartir todas y cada una de las decisiones del gobierno de turno. En 1948 había alrededor de seiscientos mil judíos en el naciente estado. Hoy hay cerca de seis millones: el número, prácticamente se ha multiplicado por diez. En un territorio de, apenas, poco más de veinte mil kilómetros cuadrados. Crisol de diásporas. Millones de judíos emigraron a Israel desde el nacimiento del Estado y aún mucho antes, desde las diásporas más lejanas, de todos los continentes, de todos los confines de la tierra. No ha sido ni será fácil amalgamarlos a todos en una única sociedad. Será un proceso de generaciones. Uno de los tantos desafíos por realizar. Israel es un faro luminoso en la región. Un país casi de primer mundo. Cultura, ciencia, tecnología: logros increíbles. Dónde no abundan precisamente los recursos naturales, ni materiales abundan los recursos humanos: la voluntad y la inteligencia. Lo que ha permitido que este país llegara a grandes realizaciones. Hacer florecer el desierto y habitarlo es una de ellas. El “sí, se puede” seguramente ha sido una de las consignas de Israel en todos estos años. Consigna y objetivo al mismo tiempo. Un tema complejo desde los orígenes ha sido el lugar de la religión en el Estado. La estrecha relación entre Estado y Religión ha ocasionado dificultades. La unión de ambos no favorece ni a uno ni a otro. No se necesita ser no religioso para considerar, sinceramente, que la separación del Estado de la Religión sería la solución más aceptable. Quien esto escribe lo afirma precisamente desde una postura de respeto hacia la tradición judía tal como uno la entiende. En su momento Ben Gurión intentó –con los religiosos de su tiempo entre los cuales predominaban los sionistas- llegar a una especie de “status quo”. Solución que no fue tal, pero, aún así, con los sionistas religiosos –el gran Yosef Burg, por ejemplo- se podía hablar y concluir ciertos acuerdos. Pero desde hace décadas predomina en Israel otro tipo de religiosos. Con los cuales se hace mucho más difícil no solamente acordar –lo cual ya sería bastante utópico- sino incluso dialogar. A la minoría religiosa que crece –por razones demográficas, natalidad- a pasos agigantados, hay que contemplarla ¿pero a que precio?. Es importante, muy necesario, intentar tender puentes con dichos sectores pero ¿hay con quien?. Que Israel es y debe seguir siendo un Estado Judío –su razón de ser- no hay dudas pero ¿cual es el alcance del término “judío”?. Pero sin lugar a dudas el principal desafío es llegar a la paz. Israel, y este es un hecho objetivo, ha devuelto territorios: la Península del Sinaí, la Franja de Gaza, lo que no es menor. Es también un hecho objetivo que en las últimas décadas, distintos gobiernos israelíes, más allá de su orientación política, han reconocido el derecho de los palestinos a tener un estado. Por otra parte parecería, lamentablemente, no haber interlocutor válido. Soy de los que considera que “la pelota” se encuentra desde el principio del conflicto en campo árabe-palestino. La raíz del conflicto se sigue manteniendo: es la negativa abierta o encubierta de buena parte del mundo árabe-palestino a reconocer la existencia del Estado de Israel y obviamente como estado judío. Pero aún así considero que hay un cierto margen de aspectos que dependen, en mayor o menor medida de Israel. Asentamientos por ejemplo. Y también, “detalle” no menor, depende de Israel una diplomacia adecuada a las actuales circunstancias. Tanto dentro como fuera de sus fronteras. Finalmente, una mención a nuestro Uruguay. No podemos olvidar, ni olvidaremos jamás el gran apoyo brindado a Israel previo y durante los días de su nacimiento. Si bien hoy en día los tiempos han cambiado notoriamente, la gratitud por lo que Uruguay hizo en su momento siempre debemos tenerla presente.

La angustia israelí

Aterricé en el Aeropuerto Ben-Gurión de Tel Aviv el 11 de Septiembre de 2010 corroída por el idealismo: defendiendo el derecho de autodeterminación del pueblo palestino y la partición del territorio según las fronteras de 1967, criticando la retaliación desproporcionada de las Fuerzas de Defensa Israelíes a las acciones terroristas de los militantes de Gaza y rechazando fervientemente tanto la ocupación israelí como las políticas de asentamientos judíos en Cisjordania. A finales de Febrero de 2011 sonó la alarma roja en Beer Sheva, Israel, ciudad en la que estudiaba Historia y Políticas del Estado de Israel en la Universidad Ben-Gurión del Negev y experimenté por primera vez la angustia que sufre la población israelí. Impotencia y desigualdad Aproveché la coyuntura posterior al ataque terrorista de la Jihad Islámica para debatir sobre el conflicto Árabe-Israelí con mis amistades israelíes, en su mayoría estudiantes universitarios que realizaron sus respectivos servicios militares durante la Segunda Guerra del Líbano (2006). Me sorprendió negativamente su escaso conocimiento de la narrativa histórica y la consiguiente incongruencia de sus argumentaciones, y a ellos mi postura ideológica firme que calificaron de “izquierda”. Efectivamente, mi posición es crítica para con las políticas colonialistas del Estado de Israel, no anti-Israel, y favorable a la autodeterminación del pueblo palestino. Si bien, hasta la fecha no había conocido una disposición ideológica contraria a la mía ni había vivido en primera persona un ataque perpetrado por células terroristas de Gaza contra objetivos israelíes civiles. Hasta la fecha no había afirmado que los ataques terroristas contra la población israelí precisamente deslegitiman la causa palestina e imposibilitan un acuerdo de paz. A continuación, experimenté por segunda vez la angustia que sufre la población israelí: la angustia de la impotencia. La semana siguiente visité con mi pareja el número 16 del boulevard Rotchschild en Tel Aviv, donde el 14 de Mayo de 1948, una vez finalizado el Mandato Británico en virtud del Plan de Partición de Palestina (1947) de la Organización de las Naciones Unidas, el Primer Ministro David Ben-Gurión pronunció la Declaración de Independencia del Estado de Israel. Horas después David Ben-Gurión apuntó en su diario personal: “A las cuatro de la tarde la independencia judía ha sido proclamada y el Estado de Israel establecido. Su destino está en manos de las fuerzas armadas”. Desde entonces, querido David, el Estado de Israel ha dependido de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF), compuestas en su mayoría por jóvenes judíos. Éstos, a diferencia de los estudiantes de las yeshivot, cumplen con sus responsabilidades militares como ciudadanos del Estado de Israel, contribuyen tanto a la defensa y seguridad del país como al desarrollo económico del mismo con su ejercicio militar, académico y profesional, así como a la manutención de la comunidad ultraortodoxa. La misma representa el 10% de la población israelí, constituye un sector inactivo de la sociedad -no contribuye al crecimiento, excepto al demográfico-, y además goza de una desproporcionada representación en el Parlamento israelí. Allí, en aquella modesta habitación donde David Ben-Gurión declaró la independencia del Estado de Israel, bajo el retrato de Theodor Herzl, experimenté por tercera vez la angustia que sufre la población israelí: la angustia de la desigualdad. Parcialidad informativa, inestabilidad y miedo
Meses después, comprobé que los medios de comunicación internacionales no informan correctamente al respecto de la actualidad en el Estado de Israel y los Territorios Palestinos, siendo la versión de los hechos exportada generalmente distorsionada. El 18 de Agosto de 2011, militantes palestinos asesinaron a siete israelíes e hirieron a otros treinta en un triple atentado perpetrado al Sur de Israel. A continuación las Fuerzas Aéreas Israelíes bombardearon la ciudad de Rafah, Gaza, y Ahmad Yousef, consejero del Primer Ministro gazatí Ismail Haniyeh, declaró: “Hamás no está detrás de este ataque. Pero lo alabamos puesto que el blanco han sido soldados israelíes”. Los medios de comunicación internacionales informaron meramente: “Israel bombardea Gaza”, y experimenté por cuarta vez la angustia que sufre la población israelí: la angustia de la parcialidad informativa. Dada la consiguiente escalada de violencia, los estudiantes internacionales de la Universidad Ben-Gurión del Negev fueron trasladados al kibbutz Sde Boker, si bien yo decidí permanecer en Beer Sheva. A las cinco y media de la madrugada sonó la primera alarma roja. Mi vecino Jason, un americano judío de padres iraníes, me esperaba en la escalera. En esta ocasión, vestido. Nos limitamos, como venía siendo habitual, a bajar en silencio al tercer piso, éste protegido por paredes de hormigón. Un minuto y diez segundos más tarde el sistema Cúpula de Hierro interceptó el primer misil Grad lanzado por la Jihad Islámica desde Gaza. Me despedí de Jason hasta la siguiente alarma y regresé a mi dormitorio para consultar los últimos partes informativos de Ynet. Una hora y media más tarde, Jason y yo volvimos a vernos en las escaleras, encuentro cortesía de la Jihad Islámica. Mientras tiritaba experimenté por quinta vez la angustia que sufre la población israelí: la angustia de la inestabilidad. Si bien, mi momento más angustioso sucedió cuando me hallaba buscando cuatro shekelim y diez argorot en mi monedero de lentejuelas para pagar al conductor del autobús de la línea que comunica la Avenida Ben-Gurión y Gimmel, Beer Sheva. La segunda alarma roja de la noche interrumpió mis labores de búsqueda. El conductor del autobús, un ashkenazi de cincuenta años, y yo, la única pasajera, abandonamos el vehículo en la carretera y corrimos hacia unos inmuebles cercanos. Las puertas de acceso al mismo estaban cerradas y procedimos a agacharnos y cubrirnos el cuerpo. Empecé a tiritar. La arena estaba muy fría. Así debían sentirse los habitantes de Sderot, pensé, y experimenté de nuevo la angustia que sufre la población israelí: la angustia producida por el miedo. Al día de hoy continúo defendiendo el derecho de autodeterminación del pueblo palestino y la partición del territorio según las fronteras de 1967, y rechazando fervientemente tanto la ocupación israelí como las políticas de asentamientos judíos en Cisjordania. Si bien ya no critico la retaliación desproporcionada de las Fuerzas de Defensa Israelíes a las acciones terroristas de los militantes de Gaza, las apoyo en favor de la continuidad del Estado de Israel; al día de hoy soy idealista, pero conociendo la verdadera realidad que sufre diariamente la población israelí, la misma que hoy celebra su 64 cumpleaños. Feliz Yom Haatzmaut, Estado de Israel.
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