sábado, 7 de enero de 2012

La huella judía revive en Galicia

Ag.Cabanah

• En A Coruña y Vigo viven 10 familias judías que se reconocen en tierra propia
• Samuel Epstein cree que 'existen similitudes evidentes entre judíos y gallegos'
• De las identidades nacionales para un judío la definitiva es su pueblo
• Judios y gallegos mantienen su identidad fuera del territorio

La presencia de los judíos fue una constante histórica en Galicia. Muchos de ellos tuvieron que marcharse al no querer convertirse a la religión de los españoles católicos y de sus reyes. Otros permanecieron, algunos cambiaron sus apellidos e incluso aceptaron la fe de Roma porque no querían protagonizar otro éxodo o simplemente porque tenían derecho a quedarse en su país. Lo que nunca se marchó fue su huella imborrable y en cierto modo la leyenda que los acompañó a lo largo de la historia.

Como la historia se reescribe y se vuelve a contar, hoy Galicia busca ese pasado judío como propio y como una muestra de su identidad y de su acervo cultural. Dos son los puntos geográficos donde se encuentran estas raíces de manera más visible, Monforte de Lemos y Ribadavia. Sus alcaldes reconocen sus pueblos en el mundo judío y se enorgullecen de ese pasado. Los dos condados forman parte de la Red de Juderías de España y realizan actividades constantes para vivificar esa identidad diferenciadora.
No obstante, esa realidad cultural que se proyecta al pasado tiene también una realidad presente que hace actual la huella judía en Galicia y no la remite a los libros de historia. En Galicia viven unas 10 familias judías entre A Coruña y Vigo. De hecho en A Coruña se está intentando hacer comunidad y establecer una sinagoga.
En Vigo también los hay. Son menos los que están, pero su militancia en la comunidad judía es visible. Se trata de la familia Epstein, compuesta por abuelos, hijos, nietos e incluso un matrimonio mixto con una gallega. De origen uruguayo, con vivencias durante 13 años en Israel, y con destino en Galicia, son el rostro visible de la presencia judía en el país.
Su hogar en pleno centro de Vigo sirve para comprobar como están perfectamente integrados en la sociedad gallega. Sus nombres son, a primera vista, lo único que hace sospechar que hay algo más: Samuel, Francis y los hijos Avital y Bilgai. El caso de Bilgai es especialmente significativo. Contrajo matrimonio con una gallega de la diáspora, que fue la causa de que toda la familia se instalase en las Rías Baixas.
El abuelo Samuel, joven y de carácter extrovertido, explica a EL MUNDO.es "qué íbamos a ser nosotros viejitos sin los nietos". Y aunque la causa pueda parecer una excusa sentimental, se convierte en la consecuencia de la realidad presente de los judíos en Galicia.

Parecidos entre judíos y gallegos
La familia Epstein parece preparada para responder a las preguntas tópicas. Están los cuatro y el escenario parece estar hecho a medida. Libros sobre Israel, candelabros de los siete brazos e incluso las kipás necesarias para cada uno de los componentes de la familia.
Sin embargo, las primeras confesiones de Samuel se refieren a su primer encuentro con Galicia. "Mis vecinos en Uruguay eran gallegos, yo conocía Galicia antes de llegar gracias a su relato, nos criamos entre gallegos". Samuel todavía se refiere a los gallegos vecinos por su nombre y les antepone el don delante.
Tal exactitud al recordar a sus amigos le provoca una sonrisa cuando escucha la frase tópica "los gallegos somos como los judios" y tras la sonrisa el convencimiento de que entre los dos pueblos hay similitudes evidentes. Este convencimiento lo transforma en una cascada de argumentos lógicos y emocionales referidos a la capacidad de trabajo, al deseo de regresar a su tierra, a la disciplina...
Samuel concluye este capítulo con un "Galicia es la tierra más bonita que vi". Sin embargo, el don natural del país gallego "necesita ser conservado" y Samuel Epstein sugiere una mayor implicación ciudadana. "En Israel el 70% del territorio es desierto y sin embargo es una nación pujante".
Y como los tópicos siempre acaban apareciendo, y también para desengrasar la intensidad de las confesiones, el judio uruguayo, israelí y ahora gallego entiende que "no es verdad que los judíos seamos tacaños, sólo los emigrantes, como por otra parte ocurre con otros pueblos que emigran".

Búsqueda de la identidad
Sus hijos Bilgai y Avital escuchan las confesiones de su padre. Le miran fijamente y no parecen cansarles las historias que repite. Su forma de contar es intensa y tiene la habilidad de depertar la curiosidad de los interlocutores y favorecer que las preguntas se agolpen y se solapen.
Samuel entiende que la identidad siempre se convierte en búsqueda y comprende ese deseo de estar en contacto con las raíces. "Yo me fui a Israel con mi familia porque soy judio, Avital nació allí, luego volvimos, mi hija estudió en la Autónoma de Barcelona y ahora su novio es gallego pero, sobre todo y por encima de todos, somos judíos".
Su concepción sobre la realidad judía es aperturista e incluyente. Mira a su esposa Francis y en forma de pregunta le dice: ¿Por qué en realidad para ser judío sólo hay que sentirlo?
Lejos físicamente de Israel, de la tierra prometida, incorporan su sentido de pertenencia a un pueblo repartido por el mundo a su realidad diaria. Ahora en Vigo, donde dicen que están bien y muy contentos, celebran todas las fiestas. Confiesan que no son religiosos pero celebran el rito. Intercambian palabras en hebreo con un mensaje directo: "Es la hora de poner la mesa para celebrar el Sabath”".

Y el día de descanso se ve llegar cuando en el cielo se ve la primera estrella. Entonces sobre un mantel blanco con la estrella de David bordada, se colocan las velas encendidas que prende Francis y que están soportadas por un candelabro para más tarde, el patriarca Samuel, bendecir el pan y el vino. Todos tienen su kipá y su lugar en la mesa. Es la hora del rito y hay que cumplirlo.
'Estoy seguro de que llegará la paz'
Entre el afán de tener todo a punto para la celebración, también hay momento para las confesiones. Avital, la más joven, aprovecha para reivindicar el papel de la mujer en el mundo hebreo. Su argumento lo ejemplifica con "sólo hay que ver que en el ejército israelí hay mujeres soldado". Trata de desmostar así a quienes dicen que el pueblo judío es machista.
Su hermano Bilgai opta por revelaciones más privadas y cuenta que tiene dos niñas, Sol y Azul, aunque nacidas gallegas, saben también que esa identidad es compatible con la judía y ellas militan en esa doble identidad.
El comentario sobre la existencia de mujeres soldado provoca que Samuel y Bilgai se pronuncien sobre la paz en Oriente Medio. La introducción la hace Bilgai "porque sobre todo lo que hay es mucho desconocimiento". Samuel responde: "Yo estoy seguro de que la paz llegará".


A la hora de sentarse en la mesa anuncian que esperan visita. Son cordiales y comparten el pan, como dice la Torah, y su hospitalidad refuta los argumentos de quienes acusan a los judíos de ser un pueblo cerrado, secreto y poco hospitalario.
La familia Epstein celebra la curiosidad que su pueblo despierta en Galicia y en el conjunto de España. Alaba las iniciativas como la Red de Juderías o el interés del alcalde de Ribadavia, Marcos Blanco, por poner en valor ese pasado que tiene su continuación en las familias judías que hoy viven en Galicia.
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