lunes, 17 de octubre de 2011

Israel ante un histórico acuerdo



La sociedad está dividida ante el pacto con los palestinos que libera a Shalit


por ANA JEROZOLIMSKI

Si todo se concreta tal cual está planeado, mañana el soldado israelí Guilad Shalit vuelve a casa. Tras 1.941 días en cautiverio, más de cinco años desde que fue secuestrado por terroristas de Hamas cuando se hallaba en su base, en servicio militar obligatorio, en territorio israelí, este joven ya conocido en todo el mundo retornará al seno de su familia y al abrazo de su país. Israel lo espera con emoción, como si el hijo de cada uno volviera a casa.

En un ejército como el israelí, imprescindible para la defensa del territorio y su población, se encuentran todas las clases sociales y casi todos los sectores de la población. El grueso de la sociedad israelí sabe que a los 18 años sus hijos tienen que hacer el servicio militar. Diferentes capas sociales, el hijo del almacenero y del banquero, todos se presentan y según las aptitudes de cada uno pueden también encontrarse en las mismas unidades.

Hace unos años, en la tienda de protesta de la familia Shalit, instalada muy cerca de la residencia del primer ministro, una mujer observaba un tanto desde lejos a los padres de Guilad allí sentados, serios, tristes. A la mujer se le caían las lágrimas, en silencio. Al contestar por qué lloraba, respondió: "Porque mi hijo tiene la misma edad de Guilad. Él podría estar ahora, de hecho, en manos de Hamas".

Hay otro fenómeno típico de la sociedad israelí que explica por qué la emoción embarga al país todo. Los israelíes, así como son discutidores y no siempre con buenos modales, también son sumamente solidarios. Cuando hay catástrofes naturales en diferentes partes del mundo, Israel es de los primeros países del mundo en ofrecer ayuda. Es un reflejo automático, mandar ayuda humanitaria. También en el plano interno.El voluntariado es un fenómeno especialmente desarrollado en Israel. Donde quiera que falla el Estado por no dar suficientes presupuestos o por no organizarse debidamente para atender necesidades en tal o cual situación, llegan las asociaciones voluntarias , las iniciativas particulares, para dar una mano.

Con este trasfondo, era natural ver cómo ciudadanos que no conocían a la familia Shalit más que por televisión, se identificaron a tal punto que se convirtieron en activistas fijos en la campaña por la liberación de Guilad. Simplemente porque les importaba, porque les parecía clave estar presentes. O simplemente llegaban desde los puntos más alejados del país hasta Jerusalén para decirles: "Los apoyamos". El ejemplo más claro es Yaara Winkler, una joven que abrazó la causa de Guilad y conoció así a Yoel, el hermano del soldado. Se enamoraron y son pareja hace unos años. Mañana conocerá al fin al hermano de su novio.

Pero la emoción con la que se espera a Guilad, nada quita al temor. La felicidad por su regreso es común denominador de toda la sociedad. Pero allí termina la unanimidad.

Los servicios de seguridad lo dicen en forma tajante: entre el 50% y 60% de los terroristas liberados vuelven a cometer atentados. No se trata de especulaciones sobre su posible futuro comportamiento, sino de una estadística ya comprobada varias veces.

"¿Qué diremos a los familiares de los muertos, cuando haya otra familia Foguel?", dijo retóricamente Rami Igra, ex jefe de la División de Prisioneros y Desaparecidos en el Mossad, al explicar en una entrevista por qué se opone al acuerdo firmado para la liberación de Shalit. Y nada más categórico que el ejemplo que da, para entender de qué se trata: los Foguel, Udi (36), su esposa Ruti (35) y tres de sus hijos: Yoav de 11 años, Elad de 4 y Hadas de 4 meses, asesinados a cuchilladas hace unos meses en su casa en el asentamiento de Itamar, por un terrorista que al ser apresado tiempo después aclaró que no se arrepiente.

"Y habrá otra familia Foguel, no tengo duda alguna", agrega Igra. "Entonces, comprenderemos que cometimos un error imperdonable".

Pero hay quienes se oponen, ya antes de llegar a ese vaticinio de futuro, al saber quiénes serán excarcelados. Al saber que serán puestos en libertad, por ejemplo, el cerebro del atentado del 9 de agosto de 2001 en la pizzería Sbarro de Jerusalén, en el que murieron 15 civiles, y una de sus piezas clave, la terrorista Ahlam Tamimi que dijo: "Yo saldré de la cárcel y al final Israel deberá entender que esto es tierra islámica".

Por un lado está pues la responsabilidad por un soldado capturado, el deber de devolverlo a casa. Por otro, el deber de preservar la seguridad del resto de los ciudadanos. ¿Es moral arriesgar a tantos para salvar a uno? ¿Es moral dejar a Shalit que muera en manos de Hamas cuando es posible firmar un acuerdo que lo salve?

Las respuestas, contradictorias, chocan entre sí. La verdadera respuesta la darán los hechos, las crónicas de vida o muerte, de los próximos años.

Venezuela de Chávez lleva a silencioso éxodo judío






"¡Maldito seas, Estado de Israel!" Estas palabras, pronunciadas en 2010 por Hugo Chávez, tras el ataque israelí a una flota de ayuda humanitaria que intentaba llegar a Gaza, lejos estuvieron de sorprender a la colectividad judía venezolana.

Chávez ya había roto relaciones diplomáticas con Israel en protesta por la ofensiva judía en Gaza, en 2009. Esa decisión fue precedida por el allanamiento en el club Hebraica, de Caracas, en diciembre de 2007, y los destrozos y las pintadas antisemitas en una sinagoga , también en la capital.

Todo esto, sumado al fuerte impacto que tiene en la economía la ola de expropiaciones de compañías por parte del chavismo, está provocando "un éxodo silencioso" de la comunidad judía de Venezuela, dijo desde Caracas el analista político venezolano Carlos Romero.

Según estimaba a fines del año pasado la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), el número de judíos en ese país se había reducido a la mitad en 10 años de mandato de Chávez: en 2000, un año después de que el presidente venezolano asumiera el gobierno, había unos 18.000 judíos en Venezuela contra los 9.000 que se verificaban en 2010, según la entidad.

El analista político venezolano Nelson Bocaranda fue más allá y dijo que ya se han ido del país "entre el 60 y el 80%" de los judíos que habían cuando asumió Chávez. Al parecer, sus destinos preferidos son las ciudades norteamericanas de Miami y Nueva York.

"Antes de que Chávez llegara al poder en Venezuela, los sentimientos antisemitas eran insignificantes. El antisemitismo actual en dicho país es, esencialmente, una consecuencia de la declarada hostilidad del gobierno contra el Estado de Israel", afirma un documento emitido el año pasado por la Liga Antidifamación, con sede en Estados Unidos.

"Dicha hostilidad está relacionada con la íntima relación de Chávez con el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad", añade.

El presidente venezolano es el mayor aliado regional del presidente iraní, que, entre otras cosas, en 2005, dijo: "Israel debe ser borrado del mapa", y cuyo gobierno acaba de ser acusado por funcionarios estadounidenses de planear una ola de atentados contra objetivos israelíes y sauditas en Washington y Buenos Aires.

"Yo creo que un componente fundamental de la política exterior de Chávez es coincidir con los Estados radicales árabes y con Irán -dijo, por su parte, Romero-. Y ese contexto internacional ha repercutido en la comunidad judía en Venezuela. No sólo se rompieron las relaciones con Israel; también hay señales de hostigamiento contra los judíos venezolanos."

Romero añadió que Chávez rompió con la tradición venezolana de "mantener un equilibro en sus relaciones con Israel y los países árabes".

Chávez, que ha acusado a Israel de financiar a la oposición y al Mossad de conspirar para asesinarlo, ha señalado: "Han intentado hacer una campaña de que soy antijudío".

Las cifras

18.000 Son los judíos que vivían en Venezuela cuando asumió, en 2000, Hugo Chávez; en 2010 un sondeo indicó que quedaban solo 9.000.

60% Entre esta cifra y un 80% son los judíos que han dejado Venezuela a 2011, tras once años de gobierno chavista en el país.
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