miércoles, 18 de mayo de 2011

Israel, ante cambios históricos


En agosto de 2000, después de una fallida cumbre de paz para Medio Oriente en Campo David y semanas antes del estallido de la segunda Intifada (revuelta), Marwan Barghuti, líder de las fuerzas armadas del grupo palestino Fatah, expuso su estrategia para poner fin a la ocupación israelí.
Arengando a una multitud de palestinos frustrados, declaró: “Marcharemos con nuestro pueblo hacia los puestos de control israelíes y a las puertas de los asentamientos, y proclamaremos desde allí que estamos defendiendo nuestras fronteras con nuestros propios cuerpos”.
Con “nuestras fronteras”, Barghuti se refería a las líneas de cese del fuego que prevalecieron entre el fin de la guerra árabe-israelí de 1948 y la de 1967, conocida como la Guerra de los Seis Días. Pero las “fronteras” de Barghuti aún tienen que materializarse. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, se ha embarcado en una campaña diplomática que alcanzará su clímax en septiembre, cuando posiblemente la ONU reconozca un Estado palestino. Y sin embargo, mientras el propio Barghuti languidece en una cárcel israelí, cumpliendo una cadena perpetua por su presunto rol en la Intifada, es posible que, después de todo, su estrategia se haya adoptado.
El domingo, dos civiles palestinos fueron asesinados y decenas resultaron heridos mientras manifestantes procedentes de los campamentos de refugiados en Siria se las arreglaban para trepar la valla que señala la “frontera” y marcharon hacia la aldea drusa de Majd e-Shams, del lado de las alturas del Golán anexado por Israel. Es la primera vez que esto ocurre desde que en 1974 se firmó el acuerdo de separación de fuerzas, tras la guerra de 1973.
El 29 de noviembre de 1947, la ONU aprobó la Resolución 181 que ponía fin al mandato británico en Palestina y la dividía en un Estado judío y otro árabe. Los británicos abandonaron ese territorio el 15 de mayo de 1948, cuando expiraba su mandato. Entonces estalló la guerra entre el naciente Israel y sus vecinos árabes, que no aceptaron la división y mucho menos reconocieron a ese Estado. Cientos de miles de palestinos huyeron por temor o fueron expulsados.
El destino de los refugiados y sus descendientes, que ahora son varios millones, es un tema central del conflicto árabe-israelí. Quienes pasaron de ser una mayoría a ser una minoría en su tierra.
Ahora, Israel se había preparado para las manifestaciones en conmemoración de la Nakba o “catástrofe”, como llaman los palestinos a la creación del Estado judío.
Cada año esas manifestaciones se realizan dentro de pueblos y aldeas palestinas en Israel, en campamentos de refugiados en Cisjordania, en la franja de Gaza y en la ocupada Jerusalén oriental, así como en el mundo árabe, pero nunca en las fronteras siria y libanesa. Y nunca se desbordaron.
De repente, los planes de contingencia se enfrentaron a un inesperado escenario de pesadilla. Refugiados de la diáspora palestina intentaron, aunque simbólicamente, ejercer su “derecho de retorno” a las que eran sus tierras antes de 1948 y que ahora son parte de Israel.
En las zonas de Cisjordania que están bajo control de la ANP, miles salieron a las calles, agitando banderas y blandiendo antiguas llaves, símbolos de su aspiración a regresar a los hogares perdidos.
Pero, en línea con la estrategia de la ANP de un reclamo pacífico del reconocimiento internacional a un Estado palestino, se evitó que las manifestaciones se realizaran en áreas controladas por Israel.
En Jerusalén oriental, un guardia de seguridad apostado cerca de un edificio de un asentamiento mató a un adolescente.
“La voluntad popular es más fuerte que el poder de los ocupantes opresores”, declaró Abas, siguiendo en buena medida la línea de Bargouti.
A lo largo de otra frontera previa a 1967, refugiados palestinos de Gaza se enfrentaron con soldados israelíes. Un activista fue muerto a tiros mientras intentaba, según fuentes militares israelíes, instalar un artefacto explosivo en la valla.
En otros cruces fronterizos, más pacíficos, la policía de Jordania y Egipto dispersó a refugiados que intentaban llegar a partes de Cisjordania y Gaza.
Cuando Netanyahu viaje esta semana a Washington para una reunión programada con el presidente Barack Obama y para ofrecer un discurso en el Congreso de Estados Unidos, tendrá que apuntalar los hechos del domingo para justificar la legitimidad de su arraigada aversión, accediendo finalmente a definir las fronteras de una solución de dos Estados a lo largo de las líneas previas a 1967.
La mayoría de los expertos coinciden en que Netanyahu tiene tres meses, hasta agosto, para presentar una iniciativa aceptable. En una señal de que Estados Unidos no está por desafiar su política actual, el enviado especial de Obama a Oriente Medio, senador George Mitchell, renunció el día 13 tras dos años de infructuosos intentos de lanzar negociaciones de paz significativas.
Esto confirma la presunción de que, aunque Obama respalde las luchas de los pueblos árabes por la libertad y la democracia en su discurso, todavía no presentará una nueva estrategia de paz.
Otra señal de que éste no es el momento de la verdad para el líder israelí radica en el anuncio de la Casa Blanca de que Obama hablará ante el AIPAC (siglas en inglés del Comité Estadunidense-Israelí de Asuntos Públicos), un grupo de presión a favor de Israel.
Si quisiera criticar la ocupación israelí y su política de colonización vía los asentamientos, el presidente no se presentaría ante firmes partidarios de Netanyahu.
Pero si para agosto, un mes antes de que se reconozca a Palestina como Estado, Netanyahu aún no declaró su disposición, aunque sea con reticencias, a retirarse a las fronteras previas a 1967, es posible que Israel se encamine hacia lo que Ehud Barak llamó “un tsunami diplomático”.
Si Netanyahu se mantiene firme en su política de estancamiento, las manifestaciones de civiles refugiados palestinos del domingo pueden ser el preludio de algo mucho, mucho mayor.
Si se lo toma con la guardia baja en lo que cada vez más parece una batalla por la retaguardia ante la persistencia de su ocupación de tierras palestinas, Israel finalmente puede haber empezado a lidiar con el desafío de Barghouti.

Israel lanza cibercomando contra ataques informáticos

Israel creó el miércoles un cibercomando gubernamental para proteger al país de ataques informáticos a sus redes clave e impulsar la competitividad de las industrias locales especializadas en seguridad tecnológica.
El equipo de 80 personas encabezado por un general jubilado y presentado por el primer ministro, Benjamin Netanyahu, sigue a iniciativas similares en otros países industrializados como medida de precaución contra el sabotaje de sistemas informáticos.
Aunque se sospecha ampliamente que los servicios secretos israelíes han realizado ataques de ese tipo contra Irán, uno de sus principales enemigos, la nueva unidad sería defensiva.
El Grupo de Tareas Cibernético Nacional tendría acceso a un presupuesto de "centenares de millones de shekels" en los próximos años.
"Prometo que enfrentaremos la amenaza de futuros ciberataques", dijo Netanyahu a periodistas sin dar detalles sobre las amenazas. "No hay sombra de duda al respecto".
Israel es líder mundial y exportador de tecnología de punta. Sus empresas civiles se ven potenciadas por la contratación de personal y la cooperación con universidades y las fuerzas armadas.
El nuevo comando "coordinará las necesidades de defensa nacional y el potencial de crecimiento de la ciberindustria y el campo académico", dijo Netanyahu.
"El Estado de Israel será un centro para abordar el cibermundo", añadió.

Opinión. Unidos por el odio contra Israel

Las noticias de la semana pasada sobre el acuerdo de unidad entre Fatah y Hamas confundieron a Israel y el mundo. Elementos oficiales cuestionan cómo es posible que el Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmmud Abbas, en plena concreción de acciones por la reanudación del proceso de paz con Israel, hable de un gobierno de unidad con la organización terrorista Hamas.

Abbas, absteniéndose del conocido refrán árabe que “solo un burro comete el mismo error dos veces”, reiteró la misma equivocación que hizo con respecto a Hamas hace tan solo cuatro años. Tras perder la Franja de Gaza en manos de Hamas, en la revuelta militar de 2007,
Abbas somete hoy a la Autoridad Palestina al riesgo de perder Cisjordania a favor de Hamas.
La medida de Abbas introduce el proceso de paz israelí-palestino en una tendencia decreciente dado que ningún país soberano hablará de paz con una organización terrorista comprometida con su eliminación.
No hay lugar a error. Hamas no está interesada en la paz. La Carta de intención de la organización llama a la eliminación del Estado de Israel y sus líderes expresan esa aspiración, día a día.
Su desmerecimiento a la paz y su unión a la Jihad son claros. Por ejemplo; Ismail Haniye, Jefe del gobierno de Hamas en la Franja de Gaza, se apenó, públicamente, por la muerte de Bin Laden, y llamó al mayor de los terroristas “Santo”. Condenó la exitosa operación norteamericana y acusó a Estados Unidos de “asesino”. Quizás no deba sorprender dado que recordamos, con claridad, los festejos en la calle palestina tras el atentado del 11 de septiembre de 2001. Parece que nada cambió y ninguna lección se aprendió.
Mientras los líderes de Hamas condenaban el asesinato de Bin Laden, Abbas decidió expresar su apoyo moderado a la operación de Estados Unidos. ¿Cómo puede un gobierno de unidad palestina expresar, al mismo tiempo, dos mensajes tan contradictorios entre sí? Quizás Abbas
quiere que, el nuevo gobierno, tenga dos direcciones estratégicas diferentes: Hamas hablando radicalmente en árabe para agradar a la calle árabe mientras él y el Primer Ministro Salam Fayyad hablan, moderadamente, en inglés para agradar a los oídos occidentales. Esa
estrategia naif en el mejor de los casos (y peligrosa, en el peor), demuestra que Abbas no evalúa como correcta la agenda destructiva y manipuladora de Hamas.
Hamas se sumará al partido de Fatah de Abbas para construir una estructura terrorista en Cisjordania, en las colinas de Jerusalén, no para la paz sino a favor de intereses territoriales.
Uno de los objetivos supremos de Hamas es reconstruir, en Cisjordania, la estructura terrorista que el sistema de seguridad israelí logró destruir en la última década. Hamas aspira, en especial, ese territorio dada su cercanía con Jerusalén, Tel Aviv, el aeropuerto Ben Gurion y otras ciudades israelíes. Con motivo de los importantes desafíos de seguridad que esa región representa para Israel, constituye una “tierra de oportunidades” para Hamas.
Bajo el gobierno de unidad palestina, para Hamas será más fácil materializar su aspiración en Cisjordania. La organización introducirá, en Judea y Samaria, la cultura de la Jihad responsable de la Segunda Intifada en la que cientos de israelíes fueron asesinados y
miles resultaron heridos. Israel debe impedirlo a cualquier precio. El Estado judío no puede permitir ese peligro sobre israelíes y palestinos. Tenemos una obligación moral de oponernos a un gobierno de unidad entre Fatah y Hamas. Abbas comprende que, el proceso de paz, será destrozado en manos de Hamas, organización extremista que declaró, taxativamente, que en su concepción no hay ningún lugar para Israel. Después de todo, Hamas declara, abiertamente, que aspira al Medio Oriente musulmán, controlado por la ley de la Sharía y limpia de judíos, cristianos y musulmanes laicos.
Para que haya alguna probabilidad para la paz, Israel y la Autoridad Palestina deben unirse a fin de destruir la capacidad militar de Hamas en Gaza, en lugar de aceptar su expansión dentro de Cisjordania. Antes de una verdadera paz, entre Israel y los palestinos, deberá llegar un total desmantelamiento de armas, por parte de Hamas, en Gaza.
Desde la retirada de Israel de Gaza (2005) no obtuvimos la calma sino miles de misiles y bombas lanzadas hacia el interior de ciudades civiles. Si Hamas se extiende dentro de Cisjordania, creará otra base terrorista que limite con Jerusalén y Tel Aviv. Israel y la Autoridad Palestina no pueden permitirse una copia de lo que sucede en Gaza en Cisjordania. Israel y la Autoridad Palestina deben unirse a fin de destruir la estructura terrorista y aislar a Hamas. Debemos mancomunar esfuerzos para generar fuertes medios de defensa, en especial sistemas de defensa anti-misiles, como Cúpula de Hierro. Debemos, también, exigir no menos que la eliminación del poderío militar y terrorista de Hamas en Gaza.

*Avi Dichter se desempeña como miembro de la Kneset. Fue Jefe de los Servicios de Seguridad y Ex Ministro del Interior. Dirigió el Servicio de Seguridad de Israel durante el período de los ataques terroristas en la Segunda Intifada.
Powered By Blogger