domingo, 30 de enero de 2011

Mujeres del servicio secreto israelí pueden tener sexo con el enemigo

Un estudio asegura que el judaísmo lo permite si es para obtener información vital.
Según el estudio 'Sexo ilícito para la seguridad nacional', publicado por el diario 'Yediot Aharonot' y escrito por el rabino Ari Shvat, las mujeres pueden mantener relaciones sexuales con el enemigo con el fin de sonsacarle información vital para la seguridad de Israel. Al hacerlo estarían actuando conforme a los preceptos del judaísmo. En el estudio, dedicado exclusivamente al comportamiento de las mujeres de la agencia del Mosad, el Rabino recomendó al servicio de inteligencia israelí que "para esas misiones utilice mujeres licenciosas". En entrevista para 'La W', el Rabino dijo que la interpretación se hace de las leyes antiguas del judaísmo en el que explica que "el fin de cualquier judío es salvar a la nación judía. Para cualquiera que trabaje para la nación, está en su deber salvar a Israel", según el Rabino por ser el pueblo prometido. Shvat fundamentó su opinión en varios casos mencionados por la Biblia y aclaró que el hecho "pasa una vez en la vida y es totalmente extremo. Un ejemplo es el caso descrito en el libro de Jueces del Antiguo Testamento, en el que una espía seduce al enemigo para tenderle una trampa y matarlo. Se puede legislar sobre el extremo para poder incluir todas las posibilidades de lo que puede suceder", dijo. En el caso de que las agentes seductoras fueran casadas y estén cometiendo una infidelidad, el rabino Ari Shvat, considera que es preferible que se divorcien durante la misión y vuelvan a casarse. "Claro que el adulterio es inaceptable pero si es con el fin de salvar la Nación, todo vale. (...) Esto es lo más normal del mundo, de hecho todo los países deberían pensar en lo mismo para proteger su país. Cualquier medio es valido y está en las bases del judaísmo",

Egipto: Los aliados árabes de Israel



Egipto: Los aliados árabes de Israel


Egipto
Como las demás monarquías árabes de las que nos hemos ocupado, la egipcia debía su existencia a la decisión colonial (británica en este caso) de crear, bajo su estricta supervisión, el Reino de Egipto en 1922. Para 1948 el rey Faruk gobernaba en el país africano, aun totalmente dependiente de las directrices emanadas por Gran Bretaña. El comportamiento del “Ladrón del Cairo” (como se conocía al monarca), al momento de producirse la creación del estado sionista, no podía ser sino lamentable.
“No puedo olvidarlo. Yo estaba en Gaza. Un oficial egipcio vino hacia mi grupo y ordenó que entregáramos nuestras armas. Al principio no podía creer lo que oía. Preguntamos por qué y el oficial respondió que era una orden de la Liga Árabe. Protestamos en vano. El oficial me dio un recibo por mi fusil. Dijo que me lo devolverían cuando terminara la guerra”1. Así recordaba Yassir Arafat la primera medida tomada por el gobierno egipcio durante la guerra de 1948 contra el estado sionista. Estas medidas se refuerzan con el alto el fuego de treinta días aceptado por la Liga Árabe el 10 de junio de 1948 y cuya única consecuencia sería la consolidación de las posiciones sionistas en el terreno. El propio secretario general de la Liga reconocía que “(…) el pueblo árabe jamás nos perdonará lo que hemos hecho”2. Como afirma Remí Favret “(…) a la luz de esta humillación los palestinos descubren que sus peores enemigos, después de los sionistas, son los árabes”3.
La corrupción, el lujo obsceno en el que vivía el monarca y la derrota árabe en la guerra de 1948, dio la legitimidad necesaria al golpe que el Movimiento de Oficiales Libres llevó a cabo en 1952, con Gamal Abdel Nasser como uno de sus máximos referentes. Para 1953 la monarquía había sido abolida. Dan Raviv y Yossi Melman sugieren que miembros del movimiento se habrían contactado con altos funcionarios de la CIA antes del golpe y que incluso, una vez en el poder, habrían recibido adiestramiento de esta agencia norteamericana4, sin embargo estas afirmaciones parecen poco probables si tenemos en cuenta la amplia preocupación que esta acción revolucionaria desencadenó en los gobiernos afines a los Estados Unidos en la región y a las medidas que tomó el gobierno norteamericano para evitar que se extendiera el modelo egipcio. Estos autores sostienen que Estados Unidos no se opuso al golpe a Faruk y que pretendía mantener buenas relaciones con el gobierno revolucionario; este habría sido el motivo por el cual la potencia norteamericana no acompaño la fallida operación israelo-franco-británica sobre el Canal de Suez en 1956 tras la nacionalización anunciada por Nasser ese mismo año. La victoria egipcia sobre las antiguas potencias coloniales y su aliado sionista catapultó la figura de Nasser, convirtiéndole en el referente de las aspiraciones árabes frente a las ambiciones occidentales y a la voracidad imperialista de Israel. Raviv y Melman sostienen que es en este momento, y no antes, que Estados Unidos comprende el peligro que la figura de este líder árabe representa para sus proyectos sobre la región y toma la decisión de actuar contra él.
Los años siguientes se caracterizaron por los intentos europeo-norteamericano- israelí de establecer una serie de alianzas en el mundo árabe para contener la ola revolucionaria que podía desencadenar el modelo egipcio. Como viéramos en las entregas anteriores, las monarquías saudí, marroquí y jordana rápidamente se involucraron en la constitución de esta “barrera anti nasserista” en Oriente Medio. Las virtudes de Nasser son innegables en muchos aspectos. El reconocido periodista egipcio Mohamed Heikal destaca que durante su gobierno se llevaron a cabo: “(…) la reforma agraria, la nacionalización del canal de Suez y el resto de las empresas importantes – incluida la banca y los seguros -, la industrialización, la redistribución de las riquezas y la intervención de obreros y campesinos en todos los organismos democráticos, la construcción de la gran represa, la emancipación de las mujeres, la educación gratuita en todos los niveles y, por supuesto, su toma de liderazgo político del mundo árabe como conjunto”5. Sin embargo, esta obsesión por liderar toda representación árabe lo llevará a cometer grandes equivocaciones, sobre todo con respecto a la resistencia palestina. En este sentido, la Liga Árabe decide, en 1964, la creación de la Organización para la Liberación de Palestina, bajo la dirección implícita del gobierno egipcio y funcional así a los intereses de Nasser. Tampoco renuncia el presidente de Egipto a la administración de Gaza, no restituye este territorio a los líderes palestinos ni intenta establecer allí un gobierno palestino que lleve sus reclamos, como Estado, a los distintos escenarios internacionales. De todas maneras estas equivocaciones, no menores, no implicaron la connivencia ni la alianza con el estado sionista, sino que se trataron de errores políticos de Nasser.
La guerra que Israel desata en 1967 procuró, además de extender sus fronteras ocupando la totalidad del suelo palestino, destruir de raíz cualquier intento de unidad árabe, y para ello debía primero humillar a Nasser. La victoria israelí no sólo arrebató a Egipto toda la península del Sinaí sino que además echó por tierra definitivamente los planes de Nasser de constituirse en el representante de un mundo árabe unido. Tres años después, en 1970, Gamal Abdel Nasser muere sin haber podido resolver sus dos grandes escollos políticos: la auténtica democratización del sistema egipcio y un Israel cuyas fronteras llegaban ahora hasta el canal de Suez.
Si la muerte de Nasser fue un golpe durísimo para los sectores del mundo árabe que pretendían quitarles el poder a las monarquía y los regímenes pro norteamericanos en la región, la llegada a la presidencia de Egipto de Anwar Al Sadat fue una verdadera catástrofe. Mohamed Heikal fue testigo de los contactos que, ya en 1971, mantuvo la CIA y Al Sadat, vía Arabia Saudita, para coordinar acciones de inteligencia6. El reposicionamiento estratégico egipcio quedó claro con la expulsión de los asesores militares soviéticos y la incorporación de Egipto a lo que se conoció como el Safari Club. Con este nombre se hacía referencia a la alianza entre los servicios secretos norteamericanos, franceses, saudíes, iraníes, marroquíes y egipcios para llevar a cabo actividades conjuntas en África y Oriente Medio7.
Por todos estos gestos políticos pro norteamericanos, Al Sadat esperaba importantes muestras de reciprocidad por parte de de Estados Unidos, creía ser merecedor de una de una recompensa que no se limitara, como hasta entonces, a garantizar su seguridad personal; pero ese respaldo contundente que le permitiera legitimarse frente al pueblo no llegó y Al Sadat decidió jugar su carta más peligrosa. Tomando totalmente de sorpresa a sus aliados occidentales, Egipto encabeza la guerra contra Israel en 1973, conocida como “de Yom Kippur” por los israelíes y “de Ramadán” por los árabes. El conflicto dejó al descubierto las enormes debilidades defensivas israelíes, cuya infraestructura militar las autoridades sionistas habían sobredimensionado propagandísticamente después de 1967, y permitió a Al Sadat presionar a los norteamericanos para que aceleraran la devolución israelí de la península del Sinaí mediante un acuerdo diplomático entre las partes. La intención de Sadat nunca fue más allá de reposicionar a Egipto en una mesa de negociaciones con Israel con la mediación estadounidense, aunque los llamamientos por la unidad árabe y la causa palestina hallan encendido los discursos belicistas del presidente egipcio. De hecho, con esta guerra Siria no pudo recuperar las Alturas del Golán, arrebatadas por los israelíes en 1967, y los palestinos no dieron paso alguno hacia la liberación de su territorio, pero Al Sadat le hizo saber a Estados Unidos que él, en tanto aliado estratégico, le ofrecía una oportunidad de negociación que no podían desaprovechar.
Apenas un par de años después de finalizada la Guerra de Ramadán, y con la colaboración de Marruecos, se iniciaron los contactos entre Egipto e Israel que darían como resultado los Acuerdos de Camp David de 1978 y la firma del Tratado de Paz en 1979. El éxito israelí fue completo, devolviendo la península del Sinaí consiguió: la garantía de que la misma estaría desmilitarizada; la anulación de la frontera sur como espacio potencial de conflicto; el debilitamiento del bloque árabe al negociar por separado la paz (algo a lo que se habían opuesto desde 1948 todos los países árabes); la marginación de la voz palestina en los acuerdos, la limitación de la demanda sobre los territorios ocupados en 1967 a una vaga promesa de autonomía y la garantía por parte de Egipto de suministrarle dos millones de toneladas anuales de petróleo8. El resultado de los coqueteos de Al Sadat con sus aliados israelíes y norteamericanos fue la descomposición del frente árabe incluso en el plano de lo discursivo. A las innumerables críticas que cayeron sobre Al Sadat por esta claudicación desde todos los rincones del mundo árabe e islámico, el presidente egipcio sumó las crecientes manifestaciones populares opositoras dentro de su propio país. La paupérrima situación económica en la que estaba sumergido Egipto contrastaba con las celebraciones faraónicas que llevaba a cabo Al Sadat y el despilfarro con el que agasajaba a personajes de la política y la farándula de Occidente. Finalmente Al Sadat caerá muerto por las balas de un militante islámico en 1981.
Como bien sostiene Edward Said “(…) cada sucesor de un predecesor importante ha sido una versión reducida de lo que había antes. A Abdel Nasser le siguió Anwar Al Sadat, y a éste Hosni Mubarak, una figura militar tras otra, con menos dotes y carisma a medida que la línea avanzaba”9. Mubarak, que sobrevivió al ataque en el que muriera Al Sadat, no dudó en continuar y profundizar las alianzas establecidas por el gobierno anterior. Así, lo primero que garantizó el nuevo presidente fue la continuidad de un proyecto iniciado en 1979, que incluía al gobierno sudanés encabezado por Gaafar Numeiri, destinado a trasladar a Israel a la importante comunidad judía de Etiopía y garantizar con ella la rápida colonización del territorio palestino. En 1985 este operativo salió a la luz, Numeiri fue depuesto y juzgado in absentia por recibir sobornos del Mossad y la CIA y por colaborar con Israel; pero el ex presidente sudanés encontró asilo y protección en el Egipto de Mubarak, actor imprescindible para las operaciones israelíes y norteamericanas en el continente10. Esto mismo sostuvo el presidente libio Muammar Gadafi en una entrevista que mantuvo con David Yallop en 1987. “Gadafi habló – sostiene Yallop – de la ‘Operación Ramadán’, una conspiración de los Estados Unidos y Egipto, en 1985, en que intervenían bombarderos americanos B52 y fuerzas terrestres egipcias. Objetivo: matar a Gadafi”11.
La Guerra del Golfo de 1991 le permitió a Mubarak afianzar aun más su posición de socio indiscutido de Israel y los Estados Unidos. Egipto no sólo condenó inmediatamente la invasión a Kuwait sino que decidió presuroso enviar un gran contingente militar a la región. “A cambio de su firme actitud contra Irak, El Cairo logró la condonación de la deuda externa contraída con las monarquías del Golfo, calculada en más de 7.000 millones de dólares, y el perdón de la deuda militar que tenía pendiente con EE.UU., que ascendía a 6.800 millones de dólares”12.Pero Mubarak fue, incluso, más allá una vez iniciado el ataque contra Irak y afirmó que la posición egipcia no variaría “(…) aun si Israel contestaba el ataque de los Scud que caían sobre su territorio”13. Es menester recordar, como bien lo hace Gema Martín Muñoz, que Egipto es “(…) el segundo receptor, después de Israel, de asistencia norteamericana (entre ambos países se llevan el 92 % del total de la ayuda exterior estadounidense), Egipto recibe anualmente 2,1 billones de dólares en ayuda a la seguridad, 1,3 billones en ayuda militar (lo que cubre más del 50 % del presupuesto egipcio de defensa) y 815 millones en ayuda económica”14.
La construcción por parte de Egipto del muro subterráneo que convierte a Gaza en un campo de exterminio a merced de las fuerzas armadas sionistas constituye la última acción conjunta entre Israel y Egipto que se conoce. Sobre la misma nos hemos manifestado ya en otro artículo15, señalando la connivencia de las autoridades religiosas de la universidad egipcia de Al Azhar con los intereses sionistas al legitimar, en nombre del Islam, las acciones de Mubarak16.
Tras incapacidad de Faruk llegaron los errores políticos de Nasser, y a éstos le siguieron las decisiones concientes de Al Sadat, primero, y Mubarak, después, en apoyar abiertamente a los israelíes y a los norteamericanos en sus proyectos para la región. La descomposición del frente árabe, el fortalecimiento del estado sionista y los cada vez más duros ataques contra la resistencia palestina contaron con la colaboración activa de los gobiernos egipcios desde 1970. La resistencia palestina, en tanto, pagó caro la acción de los sucesivos gobiernos egipcios.

Israelíes y palestinos combaten la intolerancia en el cuadrilátero.

- La campana inicial resuena en todo el refugio antibombas convertido en un club de boxeo en la parte occidental de Jerusalén. Un pugilista palestino salta rápidamente desde su esquina, se mueve por el cuadrilátero e intercambia golpes con su oponente israelí.
En medio de una ciudad étnicamente dividida, este recinto es más bien una anomalía.

Escondidos bajo tierra, israelíes y palestinos comparten el mismo amor por un deporte que cuesta asociar con la paz, la tolerancia y la coexistencia.

Judíos y árabes, religiosos y seculares, inmigrantes rusos y trabajadores extranjeros, muchachos y muchachas, todos se entrenan en el Club de Boxeo de Jerusalén, dando puñetazos en el cuadrilátero y aprendiendo a abstenerse de darlos en la vida.

Dos de ellos pelean allí con frecuencia. A la derecha, el peso semipesado Ismail Jaafari, un camionero de 36 años de Jabel Muqabber, un barrio palestino en la ocupada Jerusalén oriental. A la izquierda, el peso liviano Akiva Finkelstein, un judío de 17 años, estudiante de un seminario religioso y residente en el asentamiento israelí de Beit El, en la ocupada Cisjordania.

Finkelstein es la nueva estrella del club; hace poco venció al campeón europeo.

"Adentro del cuadrilátero somos todos boxeadores, y no importa de dónde somos", dice Finkelstein.

"Aquí somos todos iguales, sin importar qué religión profesemos o a qué pueblo pertenezcamos", agrega Jaafari.

Al frente del club están los hermanos Eli y Gershon Luxemburg.

"Todo ser humano tiene un lado malo. Es por eso que hay hostilidad y violencia", explica Eli, el mayor.

"Uno lee noticias sobre la situación en el periódico y se exalta. Luego viene aquí y practica. Dentro de este cuadrilátero diminuto, saca afuera toda su ira", resume. "Pero jugar limpio es una obligación. Nadie viene aquí a ajustar cuentas", interviene su hermano menor, Gershon.

"Nosotros observamos a estos muchachos muy de cerca. Si uno de ellos pelea con odio, es expulsado. Solamente alentamos el espíritu de lucha. Los boxeadores deben ser soldados y caballeros. Tienen que respetarse entre sí", agrega.

Los Luxemburg obtuvieron sus credenciales de boxeo a comienzos de los años 60 en la ex Unión Soviética, ambos en la categoría de pesos pesados. Eli fue dos veces campeón soviético, y Gershon campeón de Uzbekistán.

"De niños tuvimos que aprender a boxear para defendernos de los ataques antisemitas. Fue pura superviviencia", recuerda Eli.

En 1972, recién llegados a Israel, Gershon fue varias veces campeón indiscutido del país, convirtiéndose en un ferviente nacionalista.

"Antes de empezar a entrenar a otros, yo pensaba que los árabes eran un obstáculo para nosotros en este país, y que no podríamos vivir juntos. Pero el boxeo nos ha unido", asegura.

Jaafari entrena en el club desde hace 14 años, y se ha desempeñado como árbitro de boxeo en torneos israelíes. Para él, "el deporte trasciende fronteras".

"Nos ponemos los guantes y dejamos la situación política fuera del cuadrilátero", afirma.

Es más fácil decirlo que hacerlo: durante los peores años del conflicto, Jaafari se mantuvo alejado para evitar encuentros incómodos con otros miembros del club.

"¿A quién le importa la situación política? Estamos aquí. Somos más que amigos; ellos son como mi familia", resume Jaafari.

En Jerusalén, israelíes y palestinos viven vidas separadas, paralelas. Vivienda y educación por separado, aspiraciones políticas separadas, todo contribuye a una creciente alienación mutua.

En el club, además de su pasión por el boxeo, lo que parece unir a estos israelíes y palestinos es su contexto social. La mayoría proceden de barrios pobres.

Alentado por los Luxemburg para crear una alternativa a la vida callejera para los más jóvenes, Jaafari abrió un club de boxeo en su propia comunidad. Los boxeadores entrenados por él han conquistado lugares importantes en los campeonatos palestinos.

Otro palestino, Git Zakhalka, lidera una sesión de calentamiento, trotando por el cuadrilátero, seguido por jóvenes israelíes aspirantes a boxeadores.

Finkelstein reconoce que, más allá de los límites seguros del club, no pasa tiempo con palestinos.

El boxeo lo ha cambiado. "Antes pensaba que los árabes eran estúpidos, terroristas", admite avergonzado. "Pero luego conocí palestinos aquí, y todos ellos son agradables. Somos amigos. Éste es un gran lugar para adquirir cierta perspectiva. Si oigo que un amigo habla mal de los árabes le digo: ‘Tú no conoces a los árabes; yo sí’", expresa.

Al sonar la campana, termina otra sesión de entrenamiento. Finkelstein y Jaafari se dan la mano amistosamente.

En tiempos bíblicos, David y Goliat pelearon hasta la muerte, dice Finkelstein. En cambio, "aquí hacemos series y ganamos puntos", añade. Marcar puntos en series de combate es precisamente lo que israelíes y palestinos vienen haciendo desde hace casi 63 años. ¿Los salvará la campana?

"Hay guerra, pero también hay vida. Podemos manejar esto",

Judíos: discusión y descubrimiento de la fe

Servicios de prensa
En una fría mañana de sábado en mayo de 2007, Nicola Behrman, una dramaturga originaria de Los ángeles, se puso de pie en una sala de conferencias minimalista en un hotel para esquiadores en Park City, Utah.
Estaba rodeada por 60 extraños, reunidos hombro con hombro en círculo, todos ellos miembros de un grupo llamado Reboot, el cual desde 2002 ha realizado una conferencia anual para judíos jóvenes y ricos para discutir su identidad étnica y religiosa entre tratamientos de spa y caminatas entre los pinos ponderosa de las Montañas Wasatch.
Se había pedido a cada uno de los asistentes que formulara una pregunta relacionada con ser judío.
Behrman, que creció como ortodoxa en Londres pero no había estado en una sinagoga durante años, relató una historia sobre la agenda de su amada abuela, el cual el 31 de mayo de 1965 contenía las palabras “Susan, dentista”, un recordatorio para llevar a su hija a una revisión.
¿Por qué los judíos no escribían lecciones de vida para los que se quedaban después de que ellos morían?, se preguntó Behrman.
Tomó una tarjeta blanca de una mesa cercana, garrabateó “Susan, dentista” con tinta verde y la pegó en un tablero de corcho en la parte posterior de la habitación.
El acto tuvo una sensación de catarsis. “No creo que yo lamentara mi condición de judía”, dijo Behrman recientemente de su periodo antes de Reboot. “Pero cuando miro mi vida, no había expresado mi judaísmo de ninguna manera”.
Para los judíos desconectados de su herencia, la cumbre de tres días –en parte como el Huerto Bohemio, en parte masonería– es una discusión extraoficial de búsqueda cultural y espiritual. (La reunión, que cumplirá su décimo aniversario esta primavera, también es gratuita, al menos para quienes asisten por primera vez.)
Los asistentes exploran los temas de su elección, como qué estaba pensando Mel Gibson cuando hizo Passion of the Christ, si dar un itinerario de viaje a tu madre es una práctica judía inherente y su la generación del iPhone puede desconectarse.
“Quieren que esté de moda y sea genial identificarse como judío”, dijo Douglas Rushkoff, un escritor y profesor de la Universidad de Nueva York, quien ayudó a facilitar la primera conferencia de Reboot.
Reboot, una organización sin fines de lucro basada en Amherst, Massachusetts, que es dirigida por Lou Cove, ha resultado una especie de refugio para los judíos estadounidenses bien conectados que sienten curiosidad sobre las ideas y rituales de sus ancestros y que quieren adaptarlos a sus vidas.
“Durante muchos años, ser judío estuvo definido por el Holocausto de un lado e Israel del otro”, dijo Rachel Levin, una fundadora, que es directora asociada de la Righteous Persons Foundation de Steven Spielberg, la cual es un importante donador de Reboot. “Ahora la conversación gira en torno a algo más que eso”.
Reviviendo cultura judía
Han asistido unas 350, y los nuevos postulantes son nominados, de manera anónima, por asistentes anteriores.
Incluyen a jóvenes promesas de Hollywood (Jenji Kohan, el creador de “Weeds” de Showtime), el círculo editorial neoyorquino (Ben Greeman, escritor de ficción y editor en The New Yorker), el Valle del Silicio ( Anne Wojcicki, fundadora de 23andMe y esposa de Sergey Brin, uno de los fundadores de Google) y los medios digitales (Rachel Sklar, una blogger). (Algunos empleados de The New York Times han asistido; esta reportera no.)
“Nuestro objetivo no es atraer a las 40 personas más exitosas”, dijo Roger Bennett, un fundador que vive en Nueva York y es vicepresidente superior en Andrea & Charles Bronfman Philantropies, un contribuyente inicial de Reboot que ahora tiene 18 donadores y un presupuesto anual de 1.8 millones de dólares.

La organización fue inspirada en parte, dijo Bennett, por las doctrinas de Jonathan Sarna, un profesor de la Universidad Brandeis que afirma que las ideas más creativas para revivir a la cultura judía provienen de gente de fuera.
Bennett dijo que él recluta principalmente a treintañeros culturalmente despiertos que están desconectados de su vida judía pero están dispuestos a examinarla, y espera que Reboot eventualmente ayude a “decenas de miles de personas” a reconectarse con el judaísmo.
Sin embargo, un aura de exclusividad secreta envuelve a los procedimientos. “Se dice en broma que Reboot es un conciliábulo secreto”, dijo Neal Pollack, autor en Los Angeles, quien asistió primero en 2005. Añadió riendo: “Están buscando crear una conspiración judía donde la cultura judía se apodere del mundo”.
En diciembre de 2004, Jill Soloway, escritora televisiva nominada al Emmy por “Six Feet Under”, en HBO, fue citada por Levin a tomar café en Toast, una bulliciosa cafetería y pastelería en la Calle Tercera en Los Angeles. Casi todos los invitados a la conferencia se reúnen con Bennett o Levin, aunque quizá nunca descubran quién los nominó.

El pueblo judio NO OLVIDA No nos dejemos avasallar por el olvido

Por Nelson Pilosof

El 27 de enero de 1945 se produjo un hecho que quedará siempre en la Historia, aunque mal les pese a quienes quieren aviesamente negarlo. Las tropas rusas abrieron los malditos portones de Auschwitz, y se encontraron con una terrible realidad. Los remanentes tristes de quienes no habían sido todavía aniquilados por la bestia nazi, y restos y cenizas de la masacre más brutal y despiadada que ya habían criminalmente consumado. Horrendo testimonio de una maquinaria montada para el exterminio.

Todo comenzó bajo la nefasta inspiración de un ciego odio antisemita que envenenó progresivamente a un sector grande del pueblo alemán, que se identificó con el nazismo. Odio salvaje que comenzó con los judíos, y que se extendió a otros seres tan humanos como los judíos. El odio no conoce límites, y cuando explota, avasalla todo cuanto está a su paso. Los autores de tanta barbaridad y crueldad hicieron todo lo posible para que un manto de olvido cubriese tanto oprobio. No lo han logrado. Si hubiesen estado realmente orgullosos de su maldita obra, no se hubiesen empeñado en tratar de borrar las huellas de tanta perversidad y que se la olvidase definitivamente.

El pasado es inmodificable. Pero cuidemos la forma en que construimos el futuro. Las víctimas inocentes se perdieron para siempre. Pero su memoria, jamás. Merecen ser recordadas con piadoso y respetuoso homenaje. Su recuerdo debe inspirar el perpetuo compromiso: NO OLVIDAR Y NO VOLVER A PERMITIR.

Hay quienes prefieren dejar que el tiempo vaya disipando aquella trágica realidad histórica. Hay otros, inspirados ahora por el mismo odio que condujo a aquel Holocausto, que pretenden negarlo o “reducir” su real dimensión. Como si disminuyendo cobardemente los números, el oprobio no fuese el mismo.

Ambas actitudes son inadmisibles y muy peligrosas. El proceso que condujo al Holocausto puede repetirse. Podrán cambiar los protagonistas, pero el libreto será siempre el mismo. Individuos que se sienten jueces de los demás, y que por esa misma actitud soberbia, adoptan posturas de odio y prejuicios contra otras personas y grupos. En definitiva, un antisemita es soberbio, se cree superior a los judíos, y está cargado de prejuicios y odios. La suya no es una actitud fraternal, respetuosa de los derechos humanos y abierta a una sana convivencia. Un antisemita es siempre peligroso. Se deja dominar por sentimientos de odio, que tarde o temprano buscarán una salida violenta. No se conforma con el aislamiento. Busca socios. Y muchas veces los encuentra…

El pueblo judío NO OLVIDA NI OLVIDARA. La dura experiencia no volverá a repetirse. El mejor recuerdo de las víctimas del Holocausto es estar preparados para impedir su reiteración. Los modernos émulos del nazismo, diseminan a diestra y siniestra un virulento odio antijudío. Pero no es un peligro sólo para los judíos. Es para todos. El primer objetivo son los judíos…luego inevitablemente vendrán otros. Antes de 1939, muchos no lo advirtieron a tiempo. En 1945, se convencieron. En ese lapso la humanidad pagó el precio más alto de todos los tiempos por la insensatez humana.

Se avecina Palestina

Los esfuerzos de los líderes de la Autoridad Palestina para lograr el reconocimiento internacional de un Estado independiente han obtenido ya la respuesta favorable de varios países latinoamericanos y recientemente de Rusia. Los miembros de la Unión Europea debaten el tema y aseguran que lo harán "en el momento oportuno". Esta situación invita a plantearse algunas preguntas: ¿Cuál es el valor real de dicho reconocimiento? ¿Supone algún cambio en la práctica? ¿Servirá para favorecer la resolución del conflicto?
En el mundo hay estados que nadie reconoce pero llevan décadas existiendo de facto. La autodenominada República Turca del Norte de Chipre es reconocida sólo por Turquía pero está vivita y coleando desde la invasión turca de 1974. Hay otros estados proclamados que gozan de cierto reconocimiento internacional pero sólo existen sobre el papel, como la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), a la que reconocen oficialmente 81 países. Pese a ello, la situación de los saharauis sigue siendo deplorable.
El Consejo Nacional Palestino, órgano legislativo de la OLP, proclamó el Estado palestino en 1988. Más de 100 países lo reconocieron, pero entre ellos no estaban ni EE.UU ni ninguno de Europa occidental. La Asamblea General de la ONU "tomó nota", invitó al presidente de la OLP, Yasser Arafat, y el "observador permanente de la OLP" pasó a ser "observador permanente de Palestina".
El reconocimiento formal de un Estado inexistente, no consolidado, o con el territorio en el que aspira a construirse bajo ocupación de otro, supone la máxima expresión de apoyo político y diplomático, pero no necesariamente se traduce en un cambio de situación. Es ese apoyo político y diplomático lo que cuenta,con o sin reconocimiento formal. En ese sentido, no cabe duda que los palestinos han adelantado un gran trecho.
Aunque ahora pueda parecer extraño, los que tenemos cierta edad y conservamos la memoria sabemos que en el concierto internacional la idea de un Estado palestino no fue un término corriente hasta hace apenas tres décadas. Después de que los árabes rechazaran en 1947 la decisión de la ONU sobre la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, y tras la guerra de 1948, buena parte del mundo empezó a contemplar el asunto palestino simplemente como un problema de refugiados, que se hizo más urgente tras la ocupación de Cisjordania y Gaza por parte de Israel en la Guerra de los Seis Días. Los árabes no se molestaron en crear un Estado palestino entre 1948 y 1967, cuando Jordania controlaba Cisjordania y Egipto controlaba Gaza. Nadie hablaba de derechos nacionales palestinos.
También cabe recordar que en la Conferencia de Madrid (octubre de 1991), cuando por primera vez Israel y los árabes se sentaron en la misma mesa, los palestinos no tuvieron delegación propia. Sus representantes estaban integrados en la de Jordania y sólo fueron aceptados los dirigentes de los territorios ocupados.
El verdadero salto se produjo con los Acuerdos de Oslo (1993), que establecieron el reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP y la instauración de la ANP. Dichos acuerdos abrieron además la puerta a una negociación del final del conflicto que todo el mundo sabe que pasará por la fórmula de dos Estados. El resto es historia, y una historia bien desgraciada.
Lo relatado da cuenta del camino recorrido para no perder la perspectiva. La necesidad de crear un Estado palestino viable, con fronteras reconocidas, y que garantice seguridad a Israel, suscita desde hace unos cuantos años un consenso internacional prácticamente unánime. Lo importante, con o sin reconocimiento formal, es cómo la dirigencia palestina traduce positivamente este apoyo político y diplomático para hacerlo realidad, y cómo el liderazgo israelí consigue entender que los recientes hechos en Túnez tendrán importantes repercuciones en el mundo árabe en general y en el palestino en especial.

Ni el toque de queda ni las promesas de Mubarak alejan a los egipcios de la calle

Servicios de prensa
Ni el toque de queda ni la promesa del presidente Hosni Mubarak de cambiar el Gobierno han sacado a los egipcios de las calles ni acallado su clamor para que haya un cambio total del régimen que está vigente desde hace treinta años.
Mubarak, en el poder desde 1981 y objetivo de las protestas que comenzaron el martes y se intensificaron este viernes, sorprendió a los egipcios poco después de la última medianoche con un discurso en el que abordó muchos temas, menos el de la renuncia que se le pide.
"He ordenado la disolución del Gobierno y mañana designaré otro que asuma nuevas funciones", afirmó el gobernante en su discurso, que comenzó a las 00.15 horas de hoy (22.15 GMT de ayer), casi doce horas después de que comenzaran masivas protestas contra su régimen.
Informe médicos dieron cuenta de que las manifestaciones de este viernes han sido las más sangrientas desde que comenzaran las protestas de los últimos días, con una treintena de muertos, tanto en El Cairo como en la ciudad de Suez.
Esta noche, en El Cairo se veían menos policiales que los que habitualmente están apostados en esta capital, con las calles a merced de los manifestantes y la vigilancia de los militares, colocados en lugares estratégicos.
La retirada parcial de la policía comenzó poco después de que Mubarak ordenara el toque de queda en el Gran Cairo, Alejandría y Suez, los principales focos de las protestas, y ordenara al Ejército que ayudara a la policía para garantizar la seguridad del país.
"Hay una línea muy estrecha entre la libertad y el caos", afirmó el presidente egipcio en su mensaje, que pronunció en tono firme, a veces, y con gestos de comprensión cuando se refirió a los sufrimientos que han lanzado a los egipcios a las calles.
"Soy consciente de las aspiraciones en favor de más democracia, el combate del desempleo, la lucha contra la pobreza y el combate de la corrupción", afirmó Mubarak.
"Pero los objetivos que se buscan -añadió- no pueden ser logrados por la violencia, sino por el diálogo nacional y esfuerzos que unan a las partes".
En momento alguno Mubarak mencionó el principal clamor que se está oyendo en las calle, que pide el final de su régimen, y, en cambio, disparó los ataques hacia el gobierno, que decidió cambiar para que el que nombre hoy "asuma nuevas funciones".
Fueron las primeras palabras de Mubarak desde que el martes pasado los egipcios participaran en una masiva manifestación para exigir reformas políticas, al calor del relevo en el poder de Túnez, que ha animado los deseos de cambio en este país.
Lejos de lograr su propósito, el de calmar a la población para que volviera a casa, las palabras de Mubarak calentaron más los ánimos de los manifestantes que aún estaban en las calles, y también se ganaron las críticas de los grupos de la oposición.
"El discurso de Mubarak no cumple con las aspiraciones del pueblo", señaló un comunicado de la Asamblea Nacional para el Cambio, liderada por el premio nobel de la paz Mohamed el Baradei, que llegó a El Cairo para sumarse a estas protestas.
Según esta organización, creada hace un año para impulsar reformas electorales y políticas en el país, los egipcios deben persistir en las protestas que protagonizan desde el martes pasado, "hasta que se vaya Mubarak".
La Asamblea Nacional para el Cambio también pidió la formación de un gobierno provisional "de salvamento nacional", la disolución del Parlamento, la anulación de la Ley de Emergencia vigente desde 1981 y la liberación de los detenidos políticos.
Otro partido de la oposición, el Ghad, liderado por el excandidato presidencial Ayman Nur, rechazó también el discurso y dijo que no se corresponde con las peticiones populares.
"Lamentamos que él no haya entendido estas peticiones por un cambio", agregó el grupo político.
Por su parte, Abdelmenam Abdelfatah, dirigente de los Hermanos Musulmanes, el principal grupo de la oposición, respondiendo al discurso de Mubarak, insistió en que el gobernante deje el poder y pidió la ayuda del Ejército para mantener la seguridad.
Mubarak ordenó el viernes al Ejército que asista a la Policía tras las protestas registradas en El Cairo y otras ciudades del país, y, cuando llegaron a las calles, los soldados fueron recibidos con muestras de júbilo por los ciudadanos.
Todo ello mientras la sede central del gobernante Partido Nacional Democrático (PND) era devorada por las llamas por un incendio que estalló durante las protestas, como señal de la clara descomposición del régimen que se vive desde las últimas horas.
Se desconoce cuáles serán los siguientes pasos si los anuncios de Mubarak no logran parar las revueltas.
"Sé que la gente no está contenta con el discurso", dijo a la cadena qatarí Al Jazeera el parlamentario del PND Mustafa el Fiki.
El legislador del grupo gobernante se hizo eco de versiones que indican que el primer ministro saliente, Ahmed Nazif, será reemplazado por el ministro de Comercio Mohamed Rashid Rashid, una elección que, según el Fiki, no parece la más acertada.
"Es un empresario, lejos de las necesidades de justicia social", agregó el legislador, marcando distancias con el régimen.

Barak y el poder

Ehud Barak anunció su abandono del Partido Laborista para crear una nueva formación política. Su ruptura pone fin a meses de divisiones dentro del movimiento que dirigió los destinos de Israel durante las primeras tres décadas de su existencia. Barak apartó a la socialdemocracia de sus raíces ideológicas. Sus críticos le achacan que no tuviera reparos en pactar con el Likud y Liberman, al frente del actual gobierno.
Su nuevo grupo se llamará Independencia y, según su propia definición, será una configuración centrista, sionista y democrática que tratará de rescatar el espíritu del antiguo partido izquierdista Mapai y de su fundador y líder, David Ben Gurión, que, a su enterder, se ha perdido.
Rescatar o no, conviene recordar que fue el mismo Barak quien condujo al laborismo al peor resultado electoral de su historia. Tanto es así, que muchos analistas y veteranos del movimiento auguraban su práctica desaparición a corto plazo.
Con Barak, Avodá ha visto reducida su fuerza a niveles cercanos a la irrelevancia y ha sacrificado su programa, especialmente en lo referente al proceso de paz con los palestinos, en aras del único objetivo realmente esencial para su líder: mantenerse en el poder.
Internamente, Avodá se convirtió en un navío ingobernable: sentado en el gobierno junto a Liberman y a la ultraortodoxia fundamentalista que marcan su total desinterés en negociar con los palestinos, y apoyando varias iniciativas legislativas discriminatorias que están asestando peligrosos golpes a la democracia israelí.
El Partido Laborista ha recibido un duro impacto, quizás definitivo, Pero también es verdad, como aseguran representantes de las nuevas generaciones situadas ideológicamente más a la izquierda que el actual liderazgo, que se abren nuevas oportunidades muy necesarias para el panorama democrático de Israel. Ahora tiene la chance de resarcirse en la oposición, retornar a sus raíces sociales y nacionales, y conformar un nuevo liderazgo capaz de enfrentarse a Netanyahu y a la ultraderecha.
En la práctica, Ehud Barak quedó supeditado a los dictados de Netanyahu; las opciones son pocas: integrar su grupo al Likud o asumir su desaparición política.
Varios analistas comparan su movida a la de Moshé Dayán, que abandonó Avodá cuando Begin ganó las elecciones y lo nombró ministro de Exteriores. Los politólogos recuerdan que Dayán en dicho cargo fue uno de los pilares principales que llevó a Israel a la firma del tratado de paz con Egipto. Sin embargo, las diferencias entre ambos hechos son claras: el escenario político en 1976 era totalmente difente al de hoy. Además, Dayán, a diferencia de Barak, por lo menos políticamente podía ver con un ojo.
En su accionar, Barak demostró que tener poder es sólo un justificativo para conseguir más poder.
Cuando hombres pequeños proyectan grandes sombras es señal que se pone el sol.

Dia internacional de conmemoración del holocausto

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