martes, 21 de diciembre de 2010

¿Juventud “desconectada”, o marcos “desconectados”?

por Rav Lior Engelmann
El Rav Kuk explica que Am Israel (el Pueblo de Israel) se caracteriza por la conjugación especial de la importancia del público general con el valor singular de cada persona. En el correr de la historia hubo concepciones que se caracterizaron por grandes ideales nacionales, que finalmente pisotearon la vida de las pequeñas personas.

Un instante antes de pasar del libro Bereshit (Génesis) al libro Shmot (Éxodo), en el delicado límite entre la Torá de los gigantes particulares y la Torá de todo un pueblo - que lo tiene todo en él, con muchos diferentes matices - pensé en “Tzur Israel”. No me refiero a “Tzur Israel” mismo – es decir, D’s, respecto al cual fuimos ordenados “y meditarás en él día y noche” (Ioshua 1:8) sino que a una escuela especial, que se encuentra en Psagot, en la zona de Binyamin.
No es por casualidad que pensé justamente en esa escuela al límite entre la bendición de Iaacov a sus hijos y el crisol del pueblo en Egipto. El Rav Kuk explica que Am Israel (el Pueblo de Israel) se caracteriza por la conjugación especial de la importancia del público general con el valor singular de cada persona. En el correr de la historia hubo concepciones que se caracterizaron por grandes ideales nacionales, que finalmente pisotearon la vida de las pequeñas personas. Y en contraste, concepciones opuestas que colocaron al individuo particular en el centro, convirtieron a la sociedad en un campo de batalla de todos contra todos, cuando cada uno intenta saciar su hambre con las delicias de la vida, y la preocupación por los ideales generales le es totalmente ajena. En Am Israel justamente por la importancia del público general y su singular meta se reconoce el valor de cada individuo particular.

Esa es la razón por la cual un instante antes que comencemos a cristalizar en una entidad única en Egipto, y nos convirtamos en un solo pueblo, se agudiza la necesidad de definir la singularidad de cada una de las tribus de Israel - una necesidad que comenzó en forma compleja con la envidia y la competencia, y finalmente encontró su lugar pleno en las bendiciones de Iaacov a sus hijos, que trazan el camino especial para cada uno dentro del marco general.
En relación a ese punto pensé en el sistema educativo. Me parece que no hay casi ninguna escuela en la que no esté colgado en alguna pared un lindo cartel que dice “educa al joven según su camino” (Mishlei 22:6) - y a pesar de ello las escuelas por naturaleza se caracterizan por una educación que es buena para la mayoría de los niños, es adecuada para la generalidad de sus estudiantes, pero no logra llegar a todos. El sistema genérico desperdicia personas maravillosas, que se pierden en la muchedumbre. Parte de ellas pierden sus horas, días y años en una lucha de desgaste consigo mismos, o con los maestros. Y parte de ellas sencillamente son expulsadas de los marcos, llenas de frustraciones y derrotas. Cuando abandonan la escuela, se puede escuchar un suspiro de alivio de los maestros cansados de luchas, y del alumno que se hartó de marcos que desgarraron su personalidad.
¿Y qué hará ese alumno? Hasta hace un tiempo su destino era escuchar apodos como “juventud de resaca”, “expulsados del sistema educativo”, “juventud desconectada” y otras cosas de ese tipo. En los últimos años fueron creados varios marcos de otro tipo. Uno de esos marcos - que tuve el honor de conocer de cerca - es llamado “Tzur Israel”. El sistema educativo no sabe muy bien cómo digerir escuelas que no marchan al paso de las reglas generales, escuelas donde la ley principal es el amor. Aman, aman, y vuelven a amar. Aman sin condiciones, sin obligar, aman de lo profundo del corazón. Por un lado el sistema educativo no puede ser indiferente a las decenas de egresados que lograron volver a creer en sí mismos, gracias a esa educación sin marcos, y le entregó el Premio a la Enseñanza. Pero por otro lado, le es difícil al Ministerio de Educación darle a ese lugar el apoyo económico tan necesario.
“Tzur Israel” y sus semejantes que se encuentran esparcidos en distintos lugares del país no son para cualquiera. Para la mayoría de la juventud un lugar como ese puede arruinar en vez de edificar. Pero para el que llega a esos lugares porque lo necesita, es un regalo de vida, literalmente.
El libro Shmot es el libro en el que nos transformamos en pueblo, pero justamente es él el que comienza recordándonos en forma personal a cada uno, con sus nombres particulares. Me parece que una sociedad que aspira a ser plena, debe recordar esos individuos particulares que los grandes marcos y sistemas no les son adecuados realmente.
Es importante que sepamos que existen escuelas como “Tzur Israel”, es importante que el que el presupuesto de la educación se encuentra en sus manos recuerde entregarle lo que le corresponde también a los lugares especiales e importantes como esos. Y hasta que el sistema lo haga, es conveniente que cada uno de nosotros lo sepa: Marcos educativos especiales viven de mucho amor y de porciones muy generosas de sacrificio de los que allí trabajan, y también de sueldos bajos – que muchas veces no son pagados todos los meses. El apoyo del público, en el plano de los valores y en la práctica, es para ellos un bálsamo de vida.
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